Cuando el destino llama

Capítulo 1

Era un día de otoño como cualquier otro, las hojas de los árboles se pintaban de hermosos y llamativos tonos amarillos, naranjas y marrones. El viento fresco de la tarde había obligado a todos a usar sus suéteres y chalecos. Yo me encontraba en Cafe EZ un muy acogedor y agradable restaurant familiar de Ellicot City, estaba sentada cerca de la esquina más alejada de la puerta principal con un café sobre la mesa de madera blanca, con un libro en las manos mientras el café frente a mí aun soltaba vapor caliente, el cual ascendía en forma de espirales hasta desaparecer en las vigas del techo. Las personas a mi alrededor hablaban acerca de diversos temas, desde cómo había estado el partido de la noche anterior hasta las condiciones del clima. Junto a mí había unos chicos hablando de como uno de ellos se había acostado con la chica que denominaban la más “ardiente” de la escuela.

Tomé la taza de porcelana blanca por la asa y le di un sorbo al café, hice una mueca ya que estaba más caliente de lo que pensaba. Volteé a mirar a las personas a mi derecha esperando que no hubieran visto mi patética quemada de lengua, por suerte, estaban tan sumergidas en sus conversaciones que no me prestaban atención. ¿Quién querría prestarle atención a una solitaria chica en una esquina? En realidad así lo prefería, no me gustaba llamar mucho la atención.

Me dispuse a regresar a mi lectura pero la campañilla al momento de abrir la puerta del Café EZ me distrajo, un chico de cabello rojizo y rizado cruzo por el umbral, llevaba unos jeans con abertura en las rodillas, tenis converse negros con agujetas de diferente color, el pie derecho tenia agujetas de color verde fluorescente y las del izquierdo eran color morado intenso, portaba una playera de color gris con manchas blancas y sobre ella una chaqueta de cuero negra con puntos metálicos sobre los hombros, similar a una chaqueta de motociclista. Entró y giró su pálido rostro hacia todas direcciones del restaurant, hasta que sus ojos se posaron sobre mí, una sonrisa se esbozó en su cara y alzó la mano en símbolo de saludo. Entonces caminó hacia mí.

-¡Hey Cam! – se acercó más y se sentó en la silla vacía de enfrente-. ¿Cómo va todo chica?

-Llegas tarde –Mencioné regresando mis ojos a las líneas del libro que sostenía-. Ya estaba pensando en irme a casa.

-Vamos no digas eso, solo fueron un par de minutos.

-¿Un par de minutos? –Cerré el libro-. Debías estar aquí a las 5:30… son las 6:30 Evan.

Pasó su mano por su nuca y sonrió un poco. Evan Phillips había sido mi mejor amigo desde que tenía memoria, nuestros padres se conocían de hacía un tiempo y por eso hacíamos casi todo juntos, asistir al colegio, ir a las ferias del condado, incluso nos bañábamos juntos en la piscina durante esos calurosos días de verano, aunque claro… eso cuando éramos niños.

-Lo siento Cam, pero mi madre me pidió que bañara a Casimiro…

-Crei que los gatos se aseaban solos. –Arqueé una ceja desconcertada.

-Eso fue lo que le dije, pero ya sabes cómo es mi mamá. –Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros, entonces dirigió su vista al libro que estaba sobre la mesa-. Ese es otro ¿Ya acabaste el que tenías hace un par de días?

-Sí, planeaba ir a devolverlo a la biblioteca ya que no llegabas. –Torcí un poco el labio en seña de molestia, Evan desvió su mirada apenado pero luego la volvió a mí.

-En verdad lo lamento, prometo que no volverá a pasar. –Juntó sus manos y las subió a la altura de su nariz, me miro con ojos tristes y humedecidos como si fuese a llorar. Realmente odiaba que hiciera eso, porque era imposible no perdonarlo cuando ponía esa cara, sus ojos verde esmeralda me veían fijamente, trataba de no mirarlo pero no era fácil, una lágrima salió de su ojo derecho y se deslizó por su mejilla hasta su barbilla. Cerré los ojos.

-Ah… está bien. – Gruñí-. De todos modos, siempre terminas haciéndolo de nuevo aunque lo prometas. – Aún mantenía sus manos frente a su cara pero aun así fui capaz de ver como sonreía, Evan podía obligarse a llorar cuando quería, creí que ese era un poder exclusivo de las mujeres, pero él sabía cómo usarlo para sacar provecho de las situaciones.

-Entonces… ¿Nos vamos?

-Ya sabes que si preciosa. –Secó la reciente lágrima y se puso de pie. Yo tomé el asa de la taza y la acerqué a mí nuevamente, soplé un par de veces el café y le di un largo sorbo. Sentí como aquel líquido negro caliente y un poco amargo recorría mi garganta hasta llegar a mi estómago, dejé la taza sobre su plato de base apoyándome de mi dedo meñique para que no fuese muy escandaloso. Saqué mi billetera y dejé el dinero sobre la mesa para luego ponerme de pie y salir junto con Evan del establecimiento.

Caminábamos por la acera, el frío viento de la tarde hacia que mi cabello se levitara y las puntas revolotearan formando pequeños e imperfectos espirales. Llevaba puestos unos jeans color azul marino, una camiseta blanca de cuadros, una chaqueta de piel color caqui y unas botas a la altura de las rodillas del mismo color. Evan caminaba a mi lado, no recordaba cuando se había vuelto tan alto, aun con mis tacones solo podía llegar hasta su barbilla. Cuando éramos niños yo solía molestarlo por ser más alta, aunque creo que ya lo ha olvidado puesto que no se ha desquitado conmigo el hecho de que me ha dejado abajo.

-Espera. Quiero entregar el libro antes. –Dije deteniéndome y señalando un edificio al final de la calle con mi rostro. Él no pareció muy feliz ante la idea.

-¿Acaso no puedes hacerlo después? Perderemos la función. –Puse los ojos en blanco en señal de exasperación y solté un suspiro, un largo suspiro.

-Evan. La película era a las 6:00 ¿olvidaste tu llegada súper tarde? –No dijo nada y solo se encogió de hombros-. Además, la biblioteca cierra a las 8:00 no tendré tiempo de devolverlo más tarde.

Solo hizo una mueca y se dispuso a acompañarme, parecía que tenía algo que decir pero en el fondo sabía que yo tenía razón. Llegamos hasta la biblioteca, en la parte frontal había dos columnas de mármol distribuidas a lo largo de la edificación, subimos las escaleras frontales y entramos. El interior estaba iluminado por múltiples luces de tono amarillento, dando un estilo sepia al ambiente. Me dirigí hacia la bibliotecaria.




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