Cuando el destino llama

Capítulo 11

El día elegido llegó, salimos muy temprano esa mañana, el sol ni siquiera había hecho acto de presencia y nosotros ya habíamos emprendido camino. Llegamos a la aldea de Ynix esa noche para ser elegidas como concubinas del rey. Miles tenía un conocido ahí, el cual nos daría hospedaje y pretendería ser nuestro padre. De ese modo sería más creíble.

A pesar de que yo me había ofrecido para la tarea, no quería que la noche acabara, no quería que el día siguiente llegara. Por supuesto, no podía detener el tiempo, o quizá sí, tal y como lo hice en la ilusión de Ginger. El punto era que… no sabía cómo hacerlo. Detener el tiempo no era tan sencillo como los otros hechizos que había aprendido, no era como crear muros de tierra o cuchillas danzantes de viento filoso. Tenía miedo.

El escandaloso andar de unas ruedas de madera interrumpieron el sueño de los aldeanos muy temprano en la mañana. Los chicos salieron por una ventana trasera y se ocultaron entre los arbustos del bosque para no ser vistos.

Un par de ellos llegaron a nuestra “casa” Jaqueline y yo estábamos en la habitación dando los últimos detalles a nuestros vestuarios y el maquillaje de mi cuello, cuando aquellos sujetos entraron y nos sacaron con tirones de los brazos y cabello. El amigo de Miles salió detrás de nosotros, gritando y suplicando que nos dejaran. Completamente metido en su papel de padre protector.

Afuera, las demás chicas estaban paradas en una fila, temerosas, tomándose de las manos entre sollozos. Sentí como el sudor frío recorría mí frente a medida que los soldados se acercaban y nos observaban minuciosamente.

-Esta chica parece estar bien. –Dijo uno de ellos a un lado de nosotras. Jaqueline tomó mi mano y la apretó con fuerza.

-Esta tampoco esta tan mal. –Otro de ellos me tomó de la barbilla y giró mi rostro de un lado a otro con rudeza, como si buscara cualquier tipo de imperfección entre mis facciones. Tocaron los risos rubios de Jaqueline y miraron su cuello y brazos para asegurarse de que no tuviera ninguna marca. Sus ojos azules y dorados cabellos le daban el aspecto de una muñeca. Por lo que llamaban mucho la atención.

Nos subieron a la parte trasera de la carreta junto a las chicas más guapas elegidas. Mientras que los soldados buscaban más al fondo de la aldea. Nycolai, Miles y Evan aprovecharon la oportunidad para acercarse sigilosamente. Busqué las manos de Evan con algo de torpeza y las sujeté con firmeza.

-Están frías. –Dijo mientras sonreía. Estaba fingiendo, podía ver la preocupación en sus ojos. Sus ojos verde esmeralda estaban cristalizados como si estuviera a punto de llorar. Intenté ser fuerte también, a pesar de estar aterrada por dentro.

-Ahora escúchenme ambas-. Nycolai fue directo al grano. -Ya saben lo que sucederá a partir de ahora, es muy importante que actúen de forma natural, si se ven tensas en algún momento podrían sospechar de ustedes. No hagan nada arriesgado-. Me miró directamente a los ojos por un par de segundos y con un tirón de brazo me acercó a él.

-No te quedes a solas con Charioce… -Me susurró al oído y un escalofrío recorrió mi espalda. Miles le dio un par de golpecitos en el hombro y en un parpadeo los tres se ocultaron entre los arbustos y la maleza del límite del bosque.

Las riendas de los caballos empezaron a azotarse entre ellas y la carreta empezó a moverse. Las ruedas se hundían en los baches del camino, lo único que podía ver eran muchos árboles y la aldea que lentamente se hacía cada vez más pequeña a la distancia. Las chicas detrás de mí, lloraban y sollozaban estaban aterradas, quería decirles que todo estaría bien, que yo las protegería pero esas palabras no salían de mi boca. No podía prometer algo que no sabía si podría cumplir. Sentí algo cálido tomar mis manos.

-Esto sí que es extraño, la valiente Camile está temblando. –Jaqueline me miraba con una sonrisa.

-Mira quien lo dice, tú también estas asustada. –Solté un suspiro.

-No estoy asustada, estoy realmente aterrada. –Ella se rio y no pude evitar reír también.

-Descuida… -Me dijo.- Estoy contigo, asi que no hay nada que temer.

La miré con empatía, era cierto. Quizá no podría proteger a las demás chicas desafortunadas. Pero debía hacer todo lo posible por mantener a Jaqueline a salvo. Me sentía un poco más tranquila con su presencia aquí.

El camino se me hizo realmente largo, todas tuvimos que arreglárnoslas para acomodarnos y dormir en la fría y dura madera de la carroza. Nos deteníamos en ocasiones para beber agua y descansar durante la noche. Aproximadamente fueron 3 dias de viaje a través del bosque.




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