Cuando el destino llama

Capítulo 18

-¡Camile!-. Jaqueline se acercó a mí corriendo, mi vista todavía estaba borrosa pero pude darme cuenta de lo asustada que estaba, sus ojos vidriosos por las lágrimas que contenía. Jamás creí que llegaría el día en que la vería llorar por alguien más, especialmente por mí. Esbocé una sonrisa, me sentía aliviada de ya no estar en esa oscura celda esperando a que un hombre viniera a torturarme. Entonces cerré mis ojos.

-¡Espera! Oye tienes que despertar.- Jaqueline se acercó aún más.

-Tranquila. –Respondió Nycolai-. Solo está inconsciente.

-Aun así, no parece que esté bien.- Añadió esta vez Miles.- Debemos alejarnos de aquí lo más pronto posible y tratar sus heridas.

-Tiene razón, hay que irnos-. Jaqueline se puso de pie y rasgó una parte de su falda para no tropezarse. Miles apartó su capa y se lo colocó a la rubia en sus hombros para protegerla del frío de la noche, después de todo su traje no la cubriría mucho.

Los guardias del rey se desplegaron por toda la zona en busca de los fugitivos pero sin resultados, ya que el clan de la sombra sabe muy bien cómo moverse durante la noche y como aprovechar la oscuridad que los rodea.

 

Un campo nevado, un cielo totalmente estrellado y dos lunas acompañándolo. Eso fue lo que mis ojos presenciaron apenas los abrí, la nieve caía con suavidad hasta perderse en el destellante manto que cubría el suelo en su totalidad. No sentía frío a pesar de no estar abrigada, en realidad, no recordaba el haberme puesto el vestido azul rey que tenía justo ahora. No había nada, solo un campo vacío hasta donde mi vista me permitía vislumbrar. La fría brisa de la noche levantaba mi cabello pero era incapaz de sentirlo en mi cuerpo, mis pies no se hundían en la nieve con cada paso que daba. ¿Acaso estaba muerta?

Grité los nombres de mis amigos y mi voz únicamente hacía eco en la soledad, no entendía que pasaba. Una luz detrás de mí me obligó a voltear, un destello rojizo como si de un enorme incendio se tratase.

-Camile… -Escuché mi nombre ser susurrado por el viento, no sé por qué pero sentía que algo me impulsaba a caminar hacia aquella luz, como si me estuviera llamando. Conforme más me acercaba algo dentro de mi cabeza me decía que quizá no fuera buena idea, dar la vuelta y retroceder pero mi cuerpo caminaba por sí solo. No me obedecía.

La nieve comenzó a tomar una tonalidad rojiza con cada paso que daba. Y pronto comprendí el motivo de la luz. Cuerpos sin vida yacían parcialmente cubiertos por la nieve, por sus ropas pude deducir que eran miembros del clan de la sombras y otros eran soldados. A pesar de no sentir el frío de la nieve en ese entorno, los vellos de todo el cuerpo se me pusieron en punta, sentí que el estómago se me revolvía ante aquella atroz escena. Cubrí mi boca en un intento inútil de evitar vomitar, desvié la mirada con un asqueroso sabor, jamás en mi vida había visto una cantidad tan grande de cadáveres.

Una fortaleza en llamas y destruida casi por completo era la razón de que el cielo nocturno estuviera iluminado de anaranjado, la nieve teñida de rojo carmesí por la sangre de miles de personas. Estaba en una zona de guerra.

Con pasos lentos me acerqué a la estructura de piedra, dentro había algunos refugiados del clan de las sombras y otros soldados cuya ropa no fui capaz de reconocer tratados de manera improvisada, con vendas en la cabeza o retazos de ropa rodeando sus brazos y piernas para evitar un desangrado. No estaba segura de si podían verme, pues caminé entre ellos y no se percataron de mi presencia. Aunque no hubiera visto a nadie peleando sabía que la batalla no había concluido.

-Esto no puede estar pasando.- Escuché la voz de un hombre dentro de lo que parecía una gran tienda de campamento. –Nos están aplastando.

-Debemos hacer algo ya.- Agregó otra voz.- No podemos dejar que nos acorralen de esta manera.

Me acerqué y observé el interior, 5 hombres con manchas de sangre en su ropa y heridas en muchas partes de sus cuerpos, alrededor de una mesa redonda hecha improvisadamente. Dos de ellos eran del clan de las sombras y los otros tres parecían generales con armadura de un reino que desconocía.

-Hay que colocar una barrera en nuestro perímetro, y trampas por el exterior de esta.- Dijo uno de ellos.

-Imposible, el clan de la sombra está agotado, no podemos crear una barrera de esta magnitud ahora.

-No solo ustedes, todos lo estamos. Tenemos más heridos de los que podemos contar, la fortaleza se está cayendo a pedazos y no tenemos ni siquiera agua. Si los otros reinos no nos aniquilan antes, el hambre y el frío lo harán.

Discutían entre ellos, estaban desesperados por encontrar una solución a su situación desesperada y con toda razón. Si yo estuviera en esa posición no estoy segura de que es lo que haría.

-¡Malas noticias!-. Un chico entró en la tienda con la cara pálida.

-Ballard, ¿Qué sucede?-. Dijo uno de los miembros del clan de la sombra.

-Un ejército…-dijo entre jadeos.-….Se acerca por el noreste.

-¿Qué? Maldita sea.- Uno de los generales salió de la tienda para ver a sus atacantes seguido del resto de hombres. Excepto por el chico.

-¿Ahora qué haremos, padre?




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