Capítulo 10: Navegando Mapas Inesperados
Después de su primer beso en el jardín, el mundo de Mateo pareció adquirir una nueva dimensión. Los colores eran más vibrantes, el aire más perfumado, incluso el silencio de la biblioteca tenía una calidez diferente. Su mente, antes casi exclusivamente dedicada a desentrañar los misterios del pasado, ahora también se permitía divagar hacia el presente, hacia la sonrisa de Sofía, el tacto de su mano, la suave melodía de su risa.
Sus encuentros se volvieron más frecuentes y menos casuales. Los almuerzos en el comedor se extendieron a largas conversaciones sobre sus sueños y aspiraciones. Mateo descubrió que Sofía soñaba con viajar por América Latina, siguiendo las huellas de las civilizaciones que él tanto estudiaba, pero con una perspectiva diferente, buscando las historias humanas detrás de los monumentos. Él, por su parte, comenzó a imaginar sus investigaciones no solo como un ejercicio académico solitario, sino como algo que podría compartir con ella, mostrando el pasado a través de sus ojos curiosos.
Una tarde, mientras tomaban café en su lugar habitual cerca de la facultad de matemáticas, Sofía sacó un mapa grande y arrugado de su bolso.
—Mira esto —dijo, extendiéndolo sobre la mesa entre sus tazas—. Es un mapa antiguo de la región andina. Lo encontré en una librería de segunda mano.
Mateo se inclinó, fascinado. El mapa estaba lleno de detalles intrincados, con nombres de lugares que ya no existían y rutas comerciales olvidadas.
—Es increíble —murmuró, trazando con el dedo una línea punteada que representaba un antiguo camino inca—. ¿De dónde lo sacaste?
—Una joya escondida —respondió Sofía con una sonrisa misteriosa—. Estaba buscando algo de inspiración para un proyecto de fotografía y me topé con esto. Me recordó tanto a las cosas que me cuentas.
Pasaron un buen rato examinando el mapa juntos, Sofía preguntando sobre los diferentes sitios arqueológicos y Mateo compartiendo sus conocimientos con entusiasmo. Por primera vez, sintió que su pasión por la historia no era solo una búsqueda solitaria, sino un puente que lo conectaba con otra persona.
Mientras doblaban el mapa, sus manos se rozaron, y una corriente eléctrica sutil recorrió a Mateo. Sus miradas se encontraron, y ambos sonrieron.
—Sabes —dijo Sofía, sus ojos brillando con una idea—, podríamos hacer un viaje algún día. Ir a algunos de estos lugares. Tú me contarías la historia y yo… intentaría capturar su esencia con mi cámara.
La idea tomó a Mateo por sorpresa. Viajar nunca había sido una prioridad en su lista de cosas por hacer. Su mundo se centraba en la estabilidad de la biblioteca y la familiaridad de los documentos antiguos. Pero la imagen de explorar ruinas perdidas de la mano de Sofía, viendo el pasado a través de sus ojos, tenía un atractivo innegable.
—Eso… suena interesante —respondió Mateo, sintiendo una emoción desconocida agitarse en su interior.
Los días se convirtieron en semanas, y su relación floreció con la misma delicadeza y persistencia del jazmín que siempre acompañaba a Sofía. Descubrieron pequeñas peculiaridades del otro: la necesidad de Mateo de organizar sus libros por fecha de publicación, la costumbre de Sofía de dibujar pequeños garabatos en los márgenes de sus cuadernos durante las clases. Estas pequeñas diferencias, en lugar de separarlos, parecían acercarlos más, creando un mapa único de su propia conexión.
Una noche, mientras cenaban en un pequeño restaurante con luces tenues, Mateo se encontró observando a Sofía mientras reía ante una de sus torpes bromas. La forma en que su rostro se iluminaba, la sinceridad en sus ojos… en ese momento, supo que sus sentimientos por ella iban mucho más allá de la simple atracción.
Tomó su mano sobre la mesa. —Sofía —dijo, su voz ligeramente temblorosa—. Estoy… muy feliz de haberla conocido.
La sonrisa de Sofía se suavizó, y apretó su mano. —Yo también, Mateo. Usted me ha mostrado un mundo fascinante que nunca imaginé.
Se quedaron en silencio por un momento, sus manos unidas, sus miradas entrelazadas. Mateo se dio cuenta de que su vida, antes tan cuidadosamente trazada y predecible, ahora se había expandido para incluir un territorio inexplorado y emocionante. Estaba aprendiendo a navegar por este nuevo mapa, guiado por la calidez de un amor inesperado y el aroma persistente del jazmín. Y aunque el futuro aún era incierto, por primera vez, Mateo lo enfrentaba con una sensación de profunda esperanza y la certeza de que, junto a Sofía, cualquier destino era posible.