Ver a Adam intentando cantar mientras conducía siempre me animaba las mañanas, aunque a veces sus berridos fuesen estridentes y su buen humor mañanero me provocara algo de irritación.
Supongo que por eso éramos tan buenos amigos; nuestras diferencias nos compensaban.
—Vamos Kiara, canta conmigo —gritó con entusiasmo mientras me daba la mano para levantarla.
Yo solté una carcajada a modo de respuesta.
—No me sé la letra —contesté con la intención de que me dejara en paz, por muy difícil que resultara en ocasiones.
Ante mis palabras, él soltó mi mano para poder bajarla y me miró por unos segundos antes de volver a prestar atención a la carretera.
No era una persona de mañanas. Por lo general, estaba de mal humor o no tenía ganas de nada.
Mientras me mantenía en silencio Adam siguió con su concierto un par de canciones más hasta llegar al instituto.
Una vez que aparcamos nos apeamos del coche con algo de desgana. Como era normal, nadie quería madrugar, mucho menos para pasarse casi ocho horas en un edificio en el cual tenías que tragarte tu aburrimiento. Y por no hablar de aquellos benditos exámenes que más que demostrar tu nivel de aprendizaje, demostraban si sabías hacer pruebas o aguantar la presión.
Anduvimos un poco más hasta la entrada, donde Melissa nos esperaba como todas las mañanas.
—No os vais a creer lo que me han contado —dijo con una palpable emoción.
—Buenos días a ti también —ironicé.
Ella sonrió algo avergonzada antes de darnos un abrazo a cada uno y saludarnos como era debido.
Una vez hecho, su emoción se volvió a ver en sus ojos. Eso significaba que tenía un cotilleo bastante jugoso por el cual se moría por contar.
—Siguiendo con el tema —Adam y yo pusimos los ojos en blanco. Acto que ella ignoró por completo—, se rumorea que Clarke y Matt lo han dejado porque Clarke en realidad le gusta la nueva de undécimo.
—Bueno, mientras ella no le haya engañado, ¿qué problema hay? —contestó Adam mientras se encogía de hombros.
—Ninguno. Ya sabéis que solo os traslado la información que me llega. Lo de decir algo al respecto ya es cosa vuestra —Adam iba a responderle a Mel cuando el rumor de algunas personas provocó que toda la atención de muchos se dirigiera al aparcamiento.
Al parecer lo que causó tanta expectación fue el hecho de que Ryan, un chico con el que compartía varias clases, caminara como si nada con una herida muy visible en el labio.
Eso seguro traería aún más invenciones sobre su vida. Lo que me provocaba algo de lástima. Seguro que no debía ser nada bonito que todos los días estuvieran tratando de indagar sobre tu vida, que se inventaran cosas o que hablaran de ti de mala manera por detrás cuando nadie te conocía.
—Deberíamos ir entrando. El timbre está a punto de sonar —sugerí a modo de cambiar de tema.
Les costó unos instantes apartar la mirada. Sin embargo, me hicieron caso y de esa manera nos dirigimos hacia nuestras respectivas taquillas, que por suerte estaban bastante cerca la una de la otra.
Una vez allí el ambiente volvió a ser el de siempre; Adam escuchaba los disparates o las quejas de Melissa sobre las asignaturas que compartían mientras que yo me aseguraba de tener todo lo necesario para las próximas horas.
Yo no solía comentar nada ya que no tenía ninguna clase con ellos, así que solo los veía a la hora de comer o por los pasillos. El resto del día me lo pasaba sola.
Para muchos esto sería algo deprimente. No obstante, para mucha otra esto a veces era una ventaja, pues podías concentrarte plenamente en las clases, no te echaban la bronca por hablar y, siendo honesta, no estaba tan mal tener un tiempo a solas. Algunas veces solamente quería estar en mi mundo, sin que nadie me molestara o simplemente porque quería tener la mente enfocada en algo diferente.
Era una manera de evadirme.
—Oye, el viernes las animadoras vamos a ir a cenar por ahí ¿os queréis venir? —preguntó Melissa más a mí que a Adam.
¿La razón? Fácil. Adam se apuntaba a todo. En cambio, yo, bueno, a estas alturas era como la lotería. Había muy pocas probabilidades de que aceptara rotundamente de buenas a primeras.
—No lo sé, tendría que ver cuántos deberes tengo —respondí algo dudosa.
Era consciente que muchas veces ellos querían disfrutar de algunos momentos conmigo, que querían verme fuera de mi zona de confort. Pero a su misma vez sabían lo mal que lo pasaba cuando me encontraba rodeada de gente a la que no conocía, por esa razón, si me veían muy convencida de que no quería ir, comprendían mi situación y me prometían que al día siguiente me contarían todo minuciosamente.
Esa era otra razón por la que los quería tanto, siempre estaban allí para mí y siempre trataban de ponerse en mi piel.
—Tienes hasta el viernes para decírmelo —comentó Melissa a la vez que me apuntaba con su dedo de una forma divertida.
Yo me reí un poco.
También solían hacer tonterías para animarme, pues sabían que me sentía mal por rechazar sus proposiciones.
—Te prometo que el viernes a la hora de comer te diré si puedo o no —Nada más acabar la frase, el timbre sonó.
Al ser conscientes de que debíamos empezar las clases pusimos nuestras características caras de "por favor, que todo acabe lo antes posible" y, acto seguido, nos despedimos antes de emprender marcha hacia nuestras clases.
Así pues, caminé sola hasta llegar al aula de literatura. Por suerte esta estaba a unos pocos metros de donde se encontraba mi taquilla.
También tenía que admitir que hoy no me daba tanta pereza ir a clase. Al menos el día comenzaba con una asignatura que me gustaba. Además de que teníamos a la mejor profesora de este sitio. Era la típica señora que, a pesar de haberse dedicado veinte años o más a esto, seguía manteniendo su vocación al igual que su amor por la materia que daba. Siempre se encargaba de mantenernos despiertos, de que aprendiéramos algo. Y eso me motivaba de alguna manera.