Me fui al instituto sin desayunar. Por suerte mis padres estaban muy ocupados ignorándose, así que ni se molestaron en hablarme. Cosa que agradecía, porque, sinceramente, esta semana había sido una auténtica mierda.
Desde el martes mi madre se había encargado de recalcarme lo "poco" que me estaba esforzando, que estaba relajándome mucho por haber sacado un notable en Historia. Así que estuvo hasta el día de hoy vigilándome para ver cómo estudiaba o se encargaba de soltar comentarios muy poco sutiles sobre mi rendimiento.
Por otra parte, mi padre, intentaba convencer a mi madre de que no fuera tan dura conmigo. Pero aquello solo provocaba más discusiones. Por lo que, al final, mi padre optó por quedarse callado e intentar solo animarme. Cosa que agradecía, de verdad. Sin embargo, desde hace tiempo nada me animaba. Si mi madre no me presionaba, lo hacía yo. Y aquello me hacía sentirme más hundida, con más peso sobre mi pecho.
Ya ni en mí misma estaba segura.
—Kiara ¿estás bien? Levas toda la semana como ausente —comentó Adam antes de reunirnos con Mel, quien estaba hablando mientras nos esperaba con una compañera de clase.
Los ojos de Adam denotaban una gran preocupación.
Me sentí culpable nada más darme cuenta. Sé que no era justo para ellos no contarles nada. Pero era incapaz de hablar. Llevaba toda la vida así.
—Oye...
—Estoy un poco decaída por Historia. Solo eso —respondí rápidamente.
Él, extrañamente, asintió y empezó a caminar en dirección hacia donde estaba Mel. Yo le seguí con mal sabor de boca.
Saludamos a Mel, hablamos, hicimos lo que hacíamos siempre. Aunque Adam se le notaba más tenso. Lo que me hacía sentir peor. No quería hacerles daño a mis amigos. Eran las últimas personas a las que quería perder.
Sonó el timbre. Cada uno se fue hacia sus clases. Y nada más entrar vi a Ryan.
Esa era otra cosa a la que añadir a la lista; tenía que conseguir hablar con él sobre el trabajo ya. No podía esperar más. Tenía que ponerme con ello con urgencia para poder centrarme en todo sin que el mundo se cayera sobre mis pies.
Aunque, siendo sincera, conseguir aquello parecía casi imposible si teníamos en cuenta que me costaba horrores hablar con la gente y, que las veces que había logrado pronunciar su nombre sin ahogarme, él me ignoraba.
Me senté con desgana en mi asiento.
¿Por qué todo últimamente tenía que costarme tanto hacer cosas?
Tenía tantas cosas pululando por mi mente. Tanta rabia e impotencia. Ni siquiera pude concentrarme en la clase de Literatura.
Mi mente no paraba de gritarme. Había tanto ruido.
Unas ganas inmensas de largarme corriendo me invadieron. Sin embargo, no era posible. Por desgracia.
Miré por un segundo a través de la ventana cuando la profesora Higgins tuvo que irse para buscar el material que se había olvidado.
En ese momento, sin saber la razón, dirigí mi mirada hacia Ryan por el rabillo del ojo. Como era de costumbre, estaba en su mundo mientras ignoraba todo a su alrededor.
Un poco más de rabia se instaló en mí al pensar en eso.
Tenía que encontrar las fuerzas suficientes para tener valor e ir tras él para poder zanjar el tema del trabajo. Era lo único que tenía una solución algo más fácil.
Además, con lo que contaba, no me iba a arriesgar a no obtener una nota excelente. Tenía que irme lejos de mi casa y cerrarle la boca de alguna manera a mi madre
Si no podía hacerla sentir orgullosa, al menos tenía que intentar irme lo más lejos posible para no tener que lidiar con ella todos los días. Y no iba a permitir que nadie me arrebatara más sueños.
De repente, el timbre sonó.
Ni siquiera me di cuenta de que la profesora había vuelto. Aunque no le di muchas vueltas al asunto. Me limité a recoger todo. No tenía intención de ser rápida, la próxima clase se había suspendido, mas, al ver que Ryan se iba con el paso ligero, aceleré de una manera desproporcionada.
No le iba a dejar ir. Era ahora o nunca.
Puede que lo mío y lo de mis padres no tuvieran arreglo, pero esto sí. Así que me forcé para convertir mi impotencia en fuerza para poder enfrentarme a esto.
De esta manera, le seguí por todo el pasillo con el paso acelerado hasta salir fuera del recinto y llegar a las gradas del campo de fútbol.
Me lo encontré detrás de estas mirando hacia la nada con una mirada vacía. Sin embargo, intenté ignorar su expresión. Tenía que zanjar el único tema que podía. Y lo haría hoy costase lo que costase.
Di unos pasos más hasta quedarme a unos pocos metros de él.
—Tenemos que hablar sobre el trabajo —Me sorprendí a mí misma diciendo aquellas palabras con tanta seguridad.
Al parecer solo era capaz de hablar con la gente cuando estaba harta de todo.
Ryan me miró con el ceño fruncido. Pero a los pocos segundos volvió a mirar hacia la nada. Lo que echó más leña al fuego.
Si quería jugar que lo hiciera con otra persona, pues yo no tenía ganas de tener un tira y afloja. Estaba tan cansada de soportar a mis padres. Pero no podía solucionar sus problemas, por lo que lo único que podía hacer era contentarlos sacando una buena nota en este trabajo, seguir manteniendo mi media y esperar para irme a la universidad más lejana para empezar de cero.
Y esa esperanza no me lo podía quitar nadie. Ni siquiera el chico con peor fama del pueblo.
—Mira, me importa una mierda tu reputación, o que no tengas ganas de hacer este trabajo conmigo. Yo tampoco las tengo. Pero es lo que hay, y no pienso sacar una mala nota por tu culpa —Ryan siguió sin mirarme. En respuesta a su indiferencia solté un gruñido. Estaba empezando a cabrearme de verdad—. ¿Vas a decir algo o no?
—No tengo mucho que decir —contestó con su grave voz.
Yo, a modo de respuesta, solté una risita irónica.
Era eso o llorar.
—Bueno, qué mal por ti. Aunque no lo parezca tengo mal genio, así que si dejas de actuar como el típico chico frío y solitario por un segundo para hablar sobre el puñetero trabajo que tenemos que hacer, estaría genial —le comenté en un tono más cortante del que me hubiese gustado.