Cuando el tiempo se acabe

Capítulo 5

Cada día me odiaba más.

Cada vez que me miraba al espejo me daban ganas de gritar, de llorar, de romper el espejo o todo a la vez. Y es que no soportaba a la persona que veía reflejada.

Me sentía tan fracasada. Tan débil.

Sentía que no podía más. Y esto solo empeoraba cuando mi madre estaba cerca. Estaba harta de que quisiera hacer de mí un perfecto robot. Estaba harta de la sobreprotección de mi padre. Estaba harta de mentir a mis amigos. Pero, sobre todo, estaba harta de mí misma.

Solo quería huir. Pero luego recordaba que, fuera a donde fuera, seguiría igual, pues, el peligro, era yo misma.

Mi parte más podrida siempre me acecharía. Es por eso que estos dos últimos días me los había pasado sin probar bocado. Me obligué a mí misma a no abrir la boca para tratar de sentir control, de sentirme mejor conmigo misma, ya que, si no podía ser la alumna más brillante para mi madre, al menos podría ser la más delgada.

Es más, a estas alturas, me daba igual la sensación de debilidad o de escuchar cómo rugían mis tripas. De hecho, me gustaba tener la sensación de necesitar algo en mi estómago. Una parte de mí le encantaba verme sufrir, pues, si era fuerte, eso significaba que no era tan débil. Además, así también sentía que no estaba tan vacía, que aún había algo dentro de mí. Aunque resulte extraño.

—Kiara, tu vas bien? —La voz de mi profesora de francés me hizo volver a la realidad de manera brusca.

Oui, je vais bien —contesté algo aturdida.

La profesora asintió con algo de duda antes de volver a sentarse atrás de la clase para seguir viendo la película que nos había puesto.

Al parecer había estado en mi infierno desde que la puso, porque no me había enterado de nada. Así pues, me dispuse a ver la película, aunque no me hubiese enterado de nada.

Ya iban varias veces en esta semana que no prestaba atención. Cosa que no me gustaba. Me sentía mal si no lo hacía. Me sentía aún más fracasada. Y, por mi bien, era mejor aparatar lo más que pudiera aquel sentimiento en estos momentos.

Mi castigo ya era suficiente. No necesitaba poner las cosas peor.

Unos minutos más tarde, el timbre retumbó por toda la clase.

Para mí esta era mi última hora, ya que no necesitábamos organizar nada para el anuario. Así que, si Adam se saltaba su última hora también, nos podríamos ir juntos y evitar así tener que llamar a mis padres para que vinieran a buscarme.

Recogí mis cosas con más lentitud de lo habitual. Me empezaba a marear. Sin embargo, intenté ignorar aquella sensación. Tenía que ser fuerte.

Mientras recogía, noté la mirada de Ryan sobre mí.

Desde el miércoles no habíamos cruzado ninguna mirada ni nada. Éramos completos desconocidos. No obstante, durante la hora de francés que había estado consciente, le había dado por mirarme.

También traté de ignorar su presencia.

Ya con todo listo, me levanté. Aunque me arrepentí al segundo, ya que mis piernas me fallaron a la vez que la vista se empezaba a nublar.

—Ey... —Con suerte logré escuchar la voz de Ryan, al igual que con suerte pude notar el tacto de su brazo rodeándome.

Por un momento pensé que me iba a desmayar allí mismo. Sin embargo, poco a poco noté cómo volvía a estar más despierta mientras Ryan seguía sosteniéndome.

—¿Estás bien? —preguntó con algo de preocupación.

Le miré por unos segundos aún algo aturdida.

—Sí, es solo que me levanté muy rápido —me excusé pretendiendo ser lo más convincente posible.

—Si necesitas que te lleven a casa puedo hacerlo yo. Tómalo como una disculpa por lo del otro día y una forma de devolverte el favor por lo del sábado —explicó con un tono calmado.

Me pensé su propuesta por unos segundos.

—No quiero meterte en problemas... —dije en un hilo de voz.

—Más bien sería al revés —comentó esta vez en voz baja.

Desgraciadamente, tenía razón. Mis padres estaban en casa, por lo que, si me veían con él, mi casa se volvería un caos antes de tiempo. Pero creo que sería mi única opción viable si Adam no estaba.

—Bueno, si no veo a mi mejor amigo en el parking, tendré que ir contigo —contesté tratando de sonar lo más amable posible.

Él asintió, quitó su mano de mi cuerpo y salimos de la clase con la calma para dirigirnos hacia el aparcamiento.

Una vez allí, busqué a Adam por todas partes. Pero no le vi a él, solo su coche aparcado donde usualmente lo solía dejar.

—Supongo que tendrás que hacer de chófer —dije mirándole rápidamente.

—No te preocupes —comentó con indiferencia.

Dicho esto, él comenzó a caminar de nuevo. Yo le seguí intentando no tambalearme. Aún me seguía mareando, pero esperaba no volver a caerme. No quería desmayarme y levantar sospechas.

Seguimos andando unos pocos metros más hasta llegar a su coche.

Era parecido al de Adam. Ambos eran coches antiguos. Seguramente de los años noventa. Aunque de marcas y colores diferentes. El de Ryan era un rojo algo más sucio, más oscuro. Supongo que por la antigüedad. En cambio, el de Adam, era blanco.

—¿Te ayudo a sentarte? —preguntó Ryan mientras sacaba las llaves de su bolsillo.

—No, tranquilo. Ahora estoy mejor —dije con una sonrisa para que él me creyera.

Me miró de reojo por unos segundos hasta que dio la vuelta para sentarse en el asiento del conductor. Yo me senté a su lado con algo de cuidado para no caer de golpe en el asiento.

—¿Dónde te dejo? —volvió a preguntar a la vez que arrancaba el coche y se disponía a salir del aparcamiento.

—No te preocupes, cuando lleguemos a la urbanización te diré dónde —Él simplemente asintió manteniendo la vista en la carretera.

Luego de eso le di las indicaciones para poder llegar a mi casa. Aunque el ambiente, al menos para mí, era extraño. Procuraba no moverme mucho debido a la incomodidad, mas no sé si lo logré.




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