El día siguiente empezó de muy mala manera. Mis padres me obligaron a desayunar con ellos para ver si comía o no. Lo que me hizo enfadar, pues ahora tendría que saltarme la comida para poder compensar algo. Además, Adam no aparecía por ninguna parte, así que tuve que pedir a mis padres que me llevaran al instituto. Cosa que odiaba. Aunque afortunadamente fui solamente con mi padre. Así que, dentro de lo malo, al menos no tendría a mi madre agobiándome con las clases.
Así pues, el trayecto con mi padre fue prácticamente en silencio hasta llegar al instituto, que fue ahí cuando rompió el silencio para desearme un buen día antes de que me saliera del coche. Yo le correspondí dándole un beso en la mejilla y dándole las gracias por disuadir a mi madre de que nos acompañara.
En cuanto salí del coche, me dirigí rápidamente hacia donde Melissa siempre nos esperaba.
—¿Y Adam? —preguntó Melissa nada más verme llegar sola.
—No lo sé —respondí con cierta exasperación.
Ella puso los ojos en blanco.
—Este chico...—comentó por lo bajini antes de cambiar drásticamente su actitud—. Bueno ¿qué tal ayer? Estuviste desconectada todo el día.
—Perdón, estuve estudiando todo el día. ¿Y tú?
—No te preocupes. Yo estuve igual que tú con química. Incluso hoy he soñado con las putas fórmulas. O sea ¿me explicas qué tipo de obsesión es esa? —el tono de indignación de Mel me hizo reír.
Me encantaba su manera de quejarse sobre el instituto tan exagerada. Estaba tan graciosa.
—A mí no me hace gracia —dijo con una falsa molestia.
Iba a contraatacar con algo para seguirle el rollo cuando, de repente, vi que Ryan pasaba por mi lado. Y, sin poder evitarlo, me quedé mirándole hasta que desapareció entre la multitud de los pasillos.
Desde el día de ayer no había parado de pensar en la conversación que tuvimos. Era como si quisiera rebobinar todo el rato los momentos donde veía con detenimiento sus ojos o escuchar una y otra vez su tono dulce.
—¿Es un buen chico?
Entre que estaba algo distraída y que escuchar de pronto la voz de Mel, me costó unos instantes volver a la normalidad.
—Perdón, no te entendí bien —confesé.
—Ryan. ¿De verdad es un buen chico? —preguntó en esta ocasión con tono más serio.
Yo me quedé algo descolocada. No sabía muy bien a qué venía la pregunta. Mucho menos su seriedad.
—Sí, lo es —respondí aún aturdida.
Ella no comentó nada más. Solamente sonrió de una manera casi burlona. Lo que me hizo confundirme aún más, pues no estaba entendiendo su actitud.
—¿Qué pasa? —cuestioné impaciente.
—Nada. Cosas mías. No me hagas caso y vayamos entrando —declaró Mel sin dejar de sonreír.
Rendida, la hice caso y nos metimos dentro del instituto para ir a nuestras taquillas. No quería seguirme preguntando el porqué estaba actuando de aquella manera. Así que opté por hacer como si nada.
Una vez allí empezamos a hablar sobre cosas aleatorias. Como era normal entre nosotras y Adam. Podíamos hablar del instituto para, a los pocos segundos, hablar sobre cómo One Direction nos vio la cara de estúpidos cuando nos creímos que solo se tomarían un "descanso".
—Ah, por cierto. Después del partido del sábado hubo una mini fiesta en casa de una compañera. Y me hubiese encantado que estuvieras allí. No sé, para que te despejaras un poco —confesó.
No sé si fue el tono decaído que usó o lo que había dicho en sí lo que me hizo abrazarla. Pero, de repente me vi en la necesidad de hacerlo. La culpabilidad había vuelto, ya que me sentí mal por seguir mintiéndoles, por no ser capaz de sentirme querida o segura con ellos cuando hacían todo lo posible por hacerlo.
Me sentía tan miserable, tan mala amiga.
—No te castigues. Eres genial tal y como eres —susurró Mel en mi oído.
Nada más escuchar aquello, la abracé más fuerte. Quería llorar allí mismo. Me estaba empezando a sentir muy abrumada. Sin embargo, no podía. Tenía que ser fuerte, seguir tragándome mis lágrimas.
De golpe, el timbre retumbó por todo el pasillo. Por lo que mi amiga y yo nos vimos obligadas a deshacer el abrazo para despedirnos antes de ir cada una a sus clases.
De este modo, cuando Mel se fue, agarré mi mochila y me dirigí al aula de literatura. No tenía ganas de pensar en tomar apuntes, la verdad. Mas tenía que hacerlo para poder ir completando el trabajo.
Cuando llegué solo vi a Ryan, quien estaba sentado en su pupitre mientras me miraba. Sin pensarlo dos veces, le saludé con una sonrisa. A lo que él me correspondió con otra.
Debía admitir que, aun sin mostrar sus dientes, tenía una sonrisa bonita. Sus ojos se achinaban de una manera tierna y su expresión se suavizaba. No obstante, me obligué de nuevo a dejar de mirarle.
Así pues, me senté en mi pupitre mientras intentaba no volverme para seguir mirándole. Sobre todo, ahora que la clase se había llenado.
Saqué todo lo imprescindible para tomar los apuntes necesarios una vez que la profesora llegó y comenzó a dar la clase.
Al parecer el tema de hoy era el surrealismo. Así que tuve que mantenerme concentrada, ya que André Breton era considerado el padre de aquel movimiento. Y supongo que no nos vendría mal algunas anotaciones suyas para completar la parte del trabajo donde teníamos que explicar los movimientos a los que eran afines.
De esta forma, seguí tomando notas. Sin embargo, el sonido de las botas de Ryan impactando contra la pata de su mesa me distraía. No por el sonido en sí. Sino que aún seguía teniendo ganas de perderme en sus ojos, o de escuchar su voz cuando se quitaba su máscara. Y supongo que aquel sonido era un constante recordatorio de que estaba ahí detrás, que tan solo debía girarme un poco para observarle.
Al pensar en aquellas repentinas ganas de estar más con él, algo se revolvió en mi interior. De alguna forma, me daba miedo sentir por él algo más que una simple amistad, ya que, aunque se pudiera romper el trato que habíamos hecho, me había aferrado a la idea de que su compañía iba a ser pasajera.