El aula 3B era un hervidero de murmullos impacientes, todos esperando esa gloriosa campana. Yo entré, como siempre, con mi mochila colgando peligrosamente de un hombro, a punto de vomitar todos mis apuntes y bolígrafos. Di un vistazo rápido, buscando un hueco donde pudiera pasar desapercibido, minimizar el contacto humano. Y ahí estaba. El último asiento libre. Justo al lado del chico de las espirales. Genial.
Solté un suspiro que espero que nadie notara y me acerqué. Dejé caer la mochila con un golpe que seguro llamó más la atención de la que quería. El tipo seguía ahí, inclinado sobre su cuaderno, dibujando esas cosas raras que siempre hace. Parecía estar en su propio mundo.
(Intentando sonar normal, aunque por dentro ya estaba un poco irritado) -¿Te importa si me siento aquí?-
Ni se inmutó. Seguía dibujando, como si fuera invisible. El silencio se estiró, incómodo. Para mí, al menos.
- ¿Hola? ¿El chico de las espirales? ¿Puedo sentarme?-
Finalmente levantó la vista. Sus ojos oscuros me miraron con una mezcla de sorpresa y… ¿molestia?
- ¿Hay algún problema con que te sientes? El espacio está libre, ¿no? No veo tu nombre escrito en él.-
Fruncí el ceño. Esa respuesta… tenía un veneno que no esperaba.
-No, no hay ningún "problema". Solo preguntaba por cortesía. Algo que quizás no te enseñaron.-
Dejó el lápiz sobre el cuaderno con un clic seco. Ahora me miraba fijamente, con una intensidad que me pilló desprevenido.
-¿Cortesía? ¿En serio? El mismo chico que irrumpe en el aula como si fuera suya y deja su desorden por todas partes me va a dar lecciones de cortesía.-
Me crucé de brazos. Este tipo era más quisquilloso de lo que recordaba.
-Mira, genio incomprendido, yo solo necesito un lugar para sentarme. No estoy tratando de empezar una pelea. Tú eres el que está actuando como si te hubiera robado tu último pedazo de pastel.-
-(Con una sonrisa que no llegaba a sus ojos) Oh, créeme, si tuvieras mi último pedazo de pastel, sería mucho más que "actuar".-
Justo a tiempo, la campana sonó, ese sonido horrible que al menos cortó nuestra pequeña disputa. La profesora Elena entró, sonriendo como siempre, con su pila de libros.
-Buenos días, jóvenes. Veo que tenemos algunas caras nuevas y otras no tan nuevas. Espero que todos hayan tenido un excelente fin de semana.
Mientras ella empezaba a hablar, aparté la mirada de Edison. Qué tipo más raro. ¿Qué le pasa? Solo le pregunté si podía sentarme. En fin. Al menos la clase había empezado y podía intentar olvidarme de que tenía que compartir pupitre con el chico de las espirales. Pero algo me decía que esta pequeña confrontación no iba a ser la última. Tenía la sensación de que este año con Edison iba a ser… interesante. Y no en el buen sentido.