Cuando las miradas chocan

Capitulo 4

La tensión en el aula 3B había disminuido ligeramente, reemplazada por una atmósfera más… cautelosa. Mis interacciones con él seguían siendo esporádicas, pero ya no estaban cargadas de la misma hostilidad abierta. Había una especie de tregua tácita, interrumpida por momentos de inesperada conexión.

Un día, durante una aburrida clase de matemáticas, me encontraba luchando con una ecuación particularmente enrevesada. Frustrado, dejé caer el bolígrafo sobre el cuaderno. Lo vi de reojo, resolviendo los problemas con una facilidad pasmosa. Sin pensarlo mucho, deslicé mi cuaderno ligeramente hacia su lado.

Él levantó la vista, con una ceja interrogante. Dudé por un instante, sintiéndome ridículo.

—¿Podrías… echarle un vistazo? No entiendo qué estoy haciendo mal.

Su mirada permaneció en mi cuaderno por un momento, analizando mi desordenado intento de solución. Luego, sin decir una palabra, tomó mi bolígrafo y señaló un error en el primer paso. Con una caligrafía pulcra y precisa, escribió la corrección y continuó resolviendo la ecuación de manera clara y concisa.

Cuando terminó, me devolvió el cuaderno, sus dedos rozando los míos brevemente.

—Aquí está. Estabas confundiendo la propiedad distributiva.

Un simple acto de ayuda. Pero la forma en que me había mirado, sin rastro de burla, y el ligero contacto de sus dedos… me dejaron con una sensación extraña, una mezcla de gratitud y algo más difícil de definir.

—Gracias —murmuré, sintiendo el calor en mis mejillas de nuevo.

Él asintió levemente y volvió a sus propios ejercicios. Durante el resto de la clase, no pude evitar mirarlo de vez en cuando, sintiendo una punzada de algo parecido a… ¿admiración? Era frustrante. Se suponía que debía detestarlo, no sentir esta extraña fascinación.

Unos días después, mientras recogíamos nuestras cosas al final de la jornada, noté que se le había caído un pequeño cuaderno de dibujo. Dudé por un momento. Podría simplemente ignorarlo, dejar que lo perdiera. Pero algo me impulsó a recogerlo.

—Eh, se te cayó esto —dije, extendiéndole el cuaderno.

Sus ojos se abrieron ligeramente al verlo. Lo tomó rápidamente, con una expresión que parecía una mezcla de sorpresa y alivio.

—Gracias. No me había dado cuenta.

Por primera vez, me dirigió una pequeña sonrisa, casi imperceptible, pero genuina. Mi corazón dio un vuelco.

—No hay de qué.

Un silencio incómodo se instaló entre nosotros. No sabía qué más decir. Nunca habíamos tenido una conversación normal, sin sarcasmo ni hostilidad de por medio.

Él pareció dudar también, como si estuviera considerando decir algo más. Finalmente, respiró hondo.

—Hay una exposición de arte en el centro este fin de semana. Un artista que… bueno, que me gusta.

Me quedé mirándolo, sin entender a dónde quería llegar.

—¿Ah, sí?

—Sí. Y… bueno, pensé que quizás… te gustaría ir.

Mi cerebro tardó unos segundos en procesar sus palabras. ¿Él… me estaba invitando a salir? ¿A una exposición de arte? ¿A mí?

—¿A mí? —pregunté, incrédulo.

Sus mejillas se sonrojaron ligeramente, un detalle que me pareció sorprendentemente tierno.

—Sí. Si quieres, claro. Sé que probablemente no sea tu… ambiente, pero…

—No, espera —lo interrumpí, tratando de ocultar mi sorpresa y la repentina oleada de emoción que sentía—. Sí, claro. Me gustaría ir.

Su rostro se iluminó ligeramente, y esa pequeña sonrisa volvió a aparecer, esta vez un poco más pronunciada.

—¿En serio? Genial. ¿El sábado por la tarde te parece bien?

Asentí, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y excitación.

—Sí, perfecto. ¿Dónde quedamos?

Intercambiamos información sobre el lugar y la hora. Mientras me alejaba del aula, mi mente era un torbellino de preguntas. ¿Por qué me había invitado? ¿Qué esperaba de mí? ¿Y lo más importante, qué esperaba yo de esto?

Una cosa era clara: la hostilidad inicial se había desvanecido, dejando espacio a algo nuevo e inesperado. Y aunque una parte de mí seguía sintiéndose confundida y cautelosa, otra parte, una parte que no había reconocido hasta ahora, estaba inexplicablemente… ilusionada. El territorio de nuestro pupitre compartido se había extendido más allá del aula, abriendo un nuevo y desconocido paisaje entre nosotros.



#1406 en Fantasía
#249 en Magia

En el texto hay: mar

Editado: 30.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.