El Pacto.
Salí de la oficina hace ya dos horas y media, no había tanto tráfico como esperaba encontrar, llegar temprano a casa y toparme con mi triste realidad, no se me antojaba aún, si amaba a mi esposa con la que llevaba casado ya 7 años, pero su repentina obsesión por tener hijos y las constantes discusiones por el tema no solo la herían a ella, también me deprimían a mí, no me sentía listo aún para afrontar esa responsabilidad, apenas tenía 28 años mi sueldo solo era suficiente para cubrir los gastos básicos, tenía que seguir trabajando ya no podíamos darnos el lujo de seguir con los tratamientos costosos de fertilidad, no soportaba verla sufrir cuando le llegaba su periodo menstrual, eso la estaba acabando tanto física como mentalmente, y al parecer yo era el único que se daba cuenta de eso, aún no entiendo porque las mujeres sienten esa presión social una vez que se casan, donde está escrito que deben de tener hijos para decir que tienen estabilidad y una vida completa, porque no solo disfrutan de su vida en pareja, viajan, tienen sexo salvaje y desenfrenado todas las noches, fantasean con carros de lujos y joyas costosas.
Pero llegar a una casa con una mujer que era una desconocida, triste, taciturna, sin alma, pues con cada aborto que ha tenido se ha ido muriendo ella también y ya yo no quiero pasar por eso, esa es la situación que me mantiene conduciendo por las calles de New York aún después de culminada mi jornada laboral en la aseguradora donde trabajo.
_ No puedes seguir así Peter_ me dijo una vez con preocupación mi padre.
Y yo lo sé pero no puedo abandonar a mi esposa, por algúna razón pensar en abandonarla me hacía sentir ruin, Becky no siempre fue así, era el alma de las fiestas en la universidad, hermosa, ambiciosa, fuerte, ahora solo es un caparazón andante y me duele verla así.
_Quiero hacerte feliz Peter_ me repite como autómata todas las noches.
Pero como ser feliz con alguien que se está destruyendo por algo que no estoy seguro de querer, no recuerdo haberle dicho que quería hijos, y estoy seguro de ni siquiera haberlo pensando antes, pero por más que le digo Becky asegura que nuestra vida cambiaría con un hijo.
Ya no podía seguir dando vueltas por las calles, estaba muy cansado, así que con resignación me dirigí a mi casa, vivíamos en un edificio bastante modesto, en el noveno piso apartamento trescientos diez, era un lugar muy tranquilo y los vecinos eran personas centradas en sus ajetreadas vidas, así que parecía un cementerio de lo silencioso y solitario.
Encuentro a Becky sentada en el sillón frente a la televisión como siempre, con los pensamientos perdidos, apenas me dirige la mirada cuando entro a la cocina; si no lo niego, en momentos como estos quisiera solo tomar mis cosas e irme lejos, pero como si me hubiera leído la mente la veo observándome con esos ojos azules que alguna vez emanaban calidez, y que ahora proyectan frialdad, tragó saliva con dificultad y aclaró mi garganta, le sonrió y me dirijo a la habitación, no estaba arreglada pero eso no me sorprende, tampoco espero conseguir la cena echa, hace tiempo que deje de esperar esas cosas de Becky, no sé dónde está la mujer de quién me enamoré, y lo peor es que no tengo idea de dónde buscarla.
Cuando llega la noche solo deseo que se haga de día rápido para salir al trabajo donde me siento como una persona normal. Y si; pienso en las palabras de mi padre, esperaré a que esté mejor para pedirle el divorció, no es feliz lo sé, tampoco lo soy y lo sabe.
A la mañana siguiente no la encuentro en toda la casa es raro ella dejó de salir hace mucho tiempo, se alejó de su familia y de nuestras amistades.
_ A donde iria_ pensé.
Eso me da un respiro, por alguna razón me siento tranquilo sin ella cerca, si es triste que piense así pero si estuvieran en mi lugar, les aseguro que también lo pensarían, cuando estoy a punto de salir de la habitación escucho la puerta de entrada abrirse, cuando salgo me encuentro a Becky en nuestra sala de estar tenía un muñeco en sus manos y lo acunaba como si se tratase de un bebé, la escena era realmente espeluznante y se me erizo la piel.
_ Becky, cariño que haces?, A que juegas? _ le dije aterrado.
_ Es nuestro hijo cielo, tiene tus ojos_ me dijo con voz dulce.
_ No! Becky, eso no es un bebé ni nuestro hijo, nosotros no tenemos hijos, recuerdas_
_ Que cosas dices cariño_ y se echó a reír como si el loco fuera yo.
Eso me saco de mís casillas y la poca paciencia que tenía sencillamente se evaporó, le quite el muñeco de las manos y lo arroje aún lado de la habitación, ella se abalanzó hacia a mi arañando mi cara y pateando descontrolada, por más que le gritaba que se calmara no me escuchaba, pero lo que realmente me aterró fue lo que vi a continuación, el muñeco comenzó a levantarse hasta que se hizo del tamaño real de un niño, yo sabía que no se trataba de algo bueno, pues el aire comenzó a ponerse frío, y pesado, Becky solo sonreía estaba feliz.
_ Hola papi, Hola papi, Hola papi_ repetía aquella criatura, no se cuanto tiempo exacto pasó, pero esa cosa se dirigía hacia a mi, retrocedí por instinto y miré a Becky.
_ Que hiciste?_ le dije.
Ella solo sonreía, estaba feliz, esa mujer no estaba asustada, el muñeco detuvo su andar y se paró al lado de mi esposa, le tomo la mano y dijo: _ Mami papi no me quiere_ posó la mirada nuevamente en mi y sonrió. Solo eso me bastó para que mis pies se movieran hacia la puerta tenía que salir cuanto antes de allí, pero no se abrió.
_ A donde vas cariño, dijo Becky, nuestro bebé está en casa no puedes irte, continuó _ Verás hice un pacto con una bruja y me prometió que me daría un bebé, solo si a cambio le dábamos nuestras almas al Diablo.
_ Que coño hiciste?, Estás jodida mujer, no voy a darle mi alma a nadie solo para que tú cumplas con tus caprichos.
_ Sí! Si lo harás, tú harás lo que te pido, así tenga que matarte yo misma, se dirigió a la cocina y busco un cuchillo.
Editado: 12.05.2022