Cuando era pequeña me prometí a mí misma nunca creer en el amor, ya que no quería sufrir lo que mi madre sufrió cuando se separó de mi padre.
Por eso, mi vida no era como la de esas chicas que creen que el amor existe como en los cuentos de hadas, así que siempre fui realista. Nunca tuve ni pensaba tener pareja, y nunca pensé que mi vida cambiaría.
Hasta que me mudé con mi madre y uno de mis hermanos mayores, Jeremy, a España. Ahí llegó él a mi vida, un chico que no se acordaba ni le importaba con cuántas chicas se había ido a la cama, el típico bad boy que, desde el primer día, se interesó por mí.
Nunca pensé que iba a influir en mi vida de una manera tan radical que la cambiaría "para siempre"...
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Editado: 12.09.2025