Cuando Llegaste Tú

Capítulo 8

Lia:
– Me encantas, me gustas, me vuelves loco, estoy enamorado de ti y quiero que seas mi novia – me soltó también con lágrimas en los ojos. La verdad, sus palabras me sorprendieron.
– No, no sé qué decirte – le dije, y él sonrió. Se secó sus lágrimas para después acercarse a mí y limpiar las mías, dándome un corto beso en la frente.
– No espero una respuesta enseguida. Tómate todo el tiempo que necesites. Y ahora es mejor que regresemos. Ve tú primero, después iré yo – me responde con una sonrisa.
Hago lo que me dijo y me voy yo primero. Al llegar, me siento al lado de mi hermano y lo abrazo. Él notó que me pasaba algo, así que me correspondió el abrazo, dándome un beso en la frente. Mi prima se acercó, se puso al otro lado mío y nos abrazamos los tres.
Después de un rato, Lucas llegó, se sentó al lado de su hermana y pusieron la película de terror. La verdad no daba miedo, así que como a la mitad me quedé dormida.
Al día siguiente me desperté, aún sigo abrazada de mi hermano. Todos estaban durmiendo, excepto que faltaba Lucas. Me separé lentamente de mi hermano, fui hacia la cocina y Lucas no estaba ahí. Preparé el desayuno, fui por mi mochila para irme a bañar. Ya eran las 9:00, me bañé, solo demoré 30 minutos. Cuando salí, dejé la mochila en el cuarto, los demás seguían durmiendo.
Decidí darle un recorrido a la casa hasta que llegué a un cuarto donde sentí a alguien tocando la guitarra y cuando me asomo, veo a Lucas. El cuarto es como una sala de ensayo. Entro discretamente, me siento en un butacón a escucharlo. Cuando termina de cantar, aplaudo. Él se viró sorprendido, cuando vio que era yo, sonrió y yo también sonreí.
– No sabía que tocabas y cantabas – le digo en forma de pregunta.
– Sé tocar todos los instrumentos de esta sala – me responde.
– Wow, impresionante – le digo con algo de sarcasmo.
– Aunque a tu canción le falta algo – le comento sonriendo.
– ¿Ah, sí? ¿El qué? – me pregunta con la ceja enarcada.
Yo me paro, cojo otra guitarra, me siento y empiezo a tocar. Canto unos fragmentos de su canción, agregándole algunos cambios. Cuando termino, él aplaude.
– Yo tampoco sabía que tocabas – me comenta con una sonrisa.
– Soy una chica con muchos talentos ocultos – le respondo sonriendo.
– Me gustó el cambio que le hiciste. ¿Qué tal si la cantamos juntos? – me propone.
– Sí, me parece bien – le respondí.
Empezamos a cantar, pero él paró y yo también.
– ¿Qué pasa? – le pregunto.
– Yo tocaré el piano de acompañamiento, ¿qué te parece? – me propone.
– Sí, genial – le respondo.
Empieza a tocar el piano, yo lo acompaño con la guitarra y empezamos a cantar. Cuando terminamos, sentimos aplausos y son los chicos. Yo y él nos echamos a reír igual que los chicos.
– Os escucháis increíble – comenta Alison.
– Sí, sin duda – dicen los demás.
– Gracias – decimos al mismo tiempo.
– Dais miedo – suelta mi hermano y todos reímos.
– Bueno, ¿por qué no vamos a desayunar ya que están todos? – propongo.
Todos aceptaron y bajamos a desayunar. Todos hablamos y reímos. Al terminar, las chicas me ayudaron a fregar los platos y cuando terminamos, fuimos a la sala para recostarnos en el sofá.
– Oye, ¿qué les parece si el otro fin de semana nos vamos a la casa de verano de mi familia? Está a tres horas de aquí — propone Verónica con una gran sonrisa.
– Suena genial – respondo con una sonrisa.
Todos aceptaron la propuesta. Era un gran plan para pasar el fin de semana. El resto del día nos lo pasamos juntos. Había momentos incómodos entre Lucas y yo, pero lo resolvimos.
Ya en la noche nos fuimos mi prima, mi hermano y yo a casa después de dejar a las chicas. Al llegar, veo a mi madre dormida en el sofá. La despertamos para que se fuera a dormir a la habitación. Yo me fui a la mía, al igual que mi prima y mi hermano. Me di un baño y me acosté, aunque no podía dormir porque no dejaba de pensar en lo que me había dicho Lucas.
Al día siguiente me levanté con algo de sueño, ya que anoche no dejaba de pensar en Lucas y no dormí muy bien. Fui a la sala, preparé el desayuno, luego fui al baño para darme una ducha.
Cuando salí del baño, fui a la habitación, cojo una blusa negra ajustada, unos jeans y unos botines negros. Al terminar de prepararme, bajé. Ya mi prima y mi hermano estaban desayunando, me uní a ellos. Al terminar, fuimos a la escuela.
El día fue algo aburrido, al igual que el resto de la semana. El viernes en la noche nos fuimos a la casa de verano de los padres de Verónica. Al llegar, nos dieron habitaciones y nos fuimos a desempacar. Luego me duché, comimos algo y nos pusimos a ver pelis hasta quedarnos dormidos.
A la mañana siguiente nos fuimos a un lago que había cerca de la casa. Hicimos una parrillada, jugamos voleibol, nos bañamos en el lago. El día fue todo risas.
Ya en la noche regresamos a la casa. Me fui a mi habitación, me duché y me puse ropa cómoda, al igual que todos, para luego ponernos a ver una peli. El domingo fue igual, todo risas y diversión.
El lunes nos levantamos a las cuatro para regresar. Fuimos directo a la escuela. La verdad es que el fin de semana fue increíble. La semana pasó tan rápido como de costumbre. El viernes llegó y era el partido de fútbol de mi hermano. Está muy feliz por él.
Lucas:
La semana pasó. Llegó el fin de semana, nos fuimos a la casa de verano de los padres de Verónica y pensé que ahí, por fin, Lia me daría una respuesta, pero no, se la pasó todo el tiempo con las chicas.
Después de regresar de la casa de verano, tuve que pasar toda la semana entrenando con los chicos, ya que teníamos un partido. La semana se fue volando y llegó el viernes.
Todos los del equipo estábamos, ya que este era un partido muy importante. Al salir al campo, vi a Lia en las gradas. Se ve tan hermosa.
Cuando el partido comenzó, no inició muy bien, pero al final ganamos. Nos fuimos a celebrar a un bar. Todo estaba animado. Las horas pasaron, ya habían muchas personas borrachas. Yo me dirigía al baño cuando choqué con Lia, la cual estaba muy borracha.
– Lucas, justo la persona que quería ver – dice Lia con algo de dificultad. Estaba muy pasada de copas.
No le hice mucho caso a lo que dijo. Busqué a Jeremy con la mirada por el lugar, pero no lo vi. Cargué a Lia, ya que le costaba caminar, y salí del lugar para dirigirme al carro. Al llegar, la bajé. No había dicho nada desde que dijo que era a la persona que quería ver.
– Lucas, ¿sabes una cosa? Bebí para poder tener valor de decirte lo que siento – me comenta con bastante ebriedad. Yo, que estaba buscando las llaves del auto, al oírla paré y la miré.
– ¿A qué te refieres con lo que sientes? – le pregunto curioso por su respuesta.
– Lo que quiero decir es que tú también me gustas mucho – responde, tomándome por sorpresa.
Algo que me sorprendió más fue que se acercó y me besó, pero rápido reaccioné y la aparté. Aunque quisiera, eso no me voy a aprovechar de su estado de ebriedad.
– Sabes qué, no digas nada. Sé lo que piensas, que no te quieres aprovechar de que estoy ebria. Pero, ¿sabes? Si me vas a escuchar... – me dice, dándome en el pecho con el puño cerrado.
– Me gustas, tú a mí también me gustas y estoy enamorada de ti, pero tengo miedo de sufrir porque mi madre sufrió mucho por mi padre y tengo miedo de sufrir tanto como ella – me cuenta con lágrimas en los ojos. Yo la abrazo y ella sigue llorando.
De repente se separa y empieza a vomitar. Me vomitó mi camisa y su ropa también. Después de terminar, se empezó a reír. Yo rápido volví a buscar las llaves de mi auto y las encuentro. Abro la puerta del asiento de copiloto, la cargo, la siento en el asiento. Ella estaba riéndose y yo subí para conducir.
Ella se quedó dormida de camino a mi casa. Cuando llegué, la cargué, abrí la puerta como pude y entré a la casa. Me dirigí a mi cuarto, entré al baño y la acosté en la bañera. Prendí la ducha, la puse en agua fría y la comencé a bañarla. Ella se despertó sobresaltada, decía que tenía frío. Después de eso, la saqué y fui a buscar algo para que se cambiara. Cuando regresé, estaba totalmente desnuda. Me giré sobresaltado, ella rio. Le di una camiseta mía, ella se la puso. Le quedaba inmensa, yo reí un poco, ella también.
– ¿Puedes caminar? – le pregunté, mirándola a los ojos.
– Creo que no... hip – respondió. Se le notaba que estaba borracha.
La cargué y ella recostó su cabeza en mi hombro. La dejé en la cama, la tapé. Ya me iba a ir, pero ella me detuvo y yo me giré para verla.
– Quédate conmigo, por favor — me dice, aún cogiéndome del brazo.
– Está bien, me quedaré, pero haré una llamada y me bañaré – le respondí. Ella asintió y me soltó.
Yo fui a llamar a Jeremy, le conté lo que pasó y que ella se quedaría en mi casa. Él estuvo de acuerdo. Colgué, fui al baño, me duché. Cuando salí, me cambié, fui hacia la cama y cuando me acosté, ella se giró y me abrazó para después seguir durmiendo. Yo le correspondí el abrazo y cerré los ojos para también dormir.
Lia:
Me despierto con un poco de dolor de cabeza y algo aturdida por la borrachera que cogí anoche, y veo que no estoy en mi cuarto, sino en el cuarto de Lucas. Veo a ver si traigo mi ropa, pero cuando veo, solo traigo una camiseta negra de Lucas. Grito por lo bajo con desesperación, ya que no recuerdo lo que pasó anoche, solo que bebí para olvidarme un poco de Lucas.
Me vuelve a doler la cabeza y empiezo a recordar lo que pasó anoche.
– Ay, no, qué vergüenza, ahahah – digo por lo bajo.
Cuando siento la puerta del baño abrirse, rápido me acomodo y hago como que sigo durmiendo. Siento que empiezan a caminar hacia la cama. Cuando llega, se sienta en el borde y se acerca a mi oído.
– Sé que estás despierta, no te hagas la dormida – dice Lucas y me da un beso en la mejilla. Yo me sonrojo y por instinto me cubro la cara con la manta.
– Huy, te sonrojaste – suelta en un tono sarcástico.
Yo me quito la manta de la cara y abro los ojos. Lo veo a él sentado en el borde de la cama. Tiene su pelo mojado y lleva puesta una bata con parte de sus pectorales al aire, y la verdad que sexy se ve. Me muerdo el labio. Él me ve y me vuelvo a sonrojar. Parezco una tonta.
– Siento haberte causado problemas anoche. No debí beber tanto – le digo muy bajito.
– Tranquila, a cualquiera le pasa. Pero tienes razón, no debiste de beber tanto – me responde con una sonrisa, parándose de la cama.
– Tu ropa está limpia. Ve a bañarte. Hay también un cepillo de dientes para que te cepilles. Yo te espero abajo para desayunar – me comenta.
Yo asiento, me levanto. Él me mira y yo a él.
– Y gracias por lo que hiciste – le digo con una sonrisa.
– De nada – responde antes de irse para dejarme sola.
Yo me doy la vuelta y entro al baño. Me di una ducha, me puse el vestido negro ajustado que me había puesto anoche, junto con la chaqueta y los botines. Luego me cepillé y bajé.
Al llegar a la cocina de la casa de Lucas, lo veo a él haciendo unos huevos. Yo me siento en una silla y lo veo.
– ¿Te ayudo? – digo para pararme y ponerme a su lado para quitarle el sartén.
Empiezo a revolver los huevos. Él me aparta un mechón de pelo para que no me moleste. Después de unos minutos en silencio, termino de revolver los huevos.
– Ya, esto está – le aviso, me giro, cojo y echo los huevos en un plato.
– Te ves hermosa – me dice Lucas cerca del oído.
– Vamos a desayunar – digo para desviar el tema.
Él se sienta, yo también y nos empezamos a comer los huevos con tostadas y zumo de limón. Cuando terminamos, cojo los platos y empiezo a fregar. Él se va a buscar algo y regresa con una felpa para recogerme el pelo. Se acerca a mí y me hace un moño desaliñado para luego ayudarme a terminar de fregar los platos.
Después de que terminamos, le pido mi teléfono. Fue a buscar y me lo entregó.
– Siento mucho haberte vomitado, de verdad – le comento apenada.
– No importa, eso estabas borracha – me contesta con una sonrisa.
Él se empieza a acercar a mí, me toma de la cintura y me besa. Yo sigo el beso. Nos separamos por falta de aire. Él me coge debajo de los hombros y me sube a la mesa para luego seguir besándome.
Yo enrollé mi mano alrededor de su cuello. El beso cada vez fue subiendo de tono. Sus manos se pusieron en mi muslo, me fue levantando el vestido, pero rápidamente lo detuve.
– Lucas, es mejor que vayamos despacio, ¿sí? – digo, y él me mira confundido.
– ¿A qué te refieres con que vayamos despacio? – me pregunta serio, aún con sus manos en mi muslo y conmigo subida en la mesa.
– Me refiero a que quiero que tengamos citas. Aún estoy confundida y no sé qué hacer. A eso me refiero. ¿Qué dices? – le respondo con una sonrisa.
– Estoy de acuerdo – me comentó.
– Pero antes quiero un último beso – me dice. Yo iba a hablar para protestar, pero me volvió a besar y, obvio, seguí el beso.
Yo seguía arriba de la mesa y enrollé mis brazos alrededor de su cuello. El beso se intensificó mucho, hasta que nos separamos unos minutos para respirar, pero rápido volvió a comerse mis labios.
– ¿Qué pasa aquí?...




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