Lucas:
– Lia – suelto yo algo sorprendido, ya que aún no me lo puedo creer que después de tantos años la vuelva a ver. Está ahí delante de mis ojos y las ganas de abrazarla me matan, pero me tengo que contener.
– Cuánto tiempo sin verte – le comento y ella asiente.
– Sí, mucho tiempo sin vernos, Lucas – me dice mostrando una pequeña sonrisa.
– Ya han pasado muchos años desde la última vez que te vi y no has cambiado mucho – le expongo devolviéndole la sonrisa.
– Bueno, tal vez tras 5 años no he cambiado mucho físicamente, pero sí he cambiado en otros aspectos. Pero tú tampoco has cambiado mucho físicamente – me explica aún sonriendo.
– Sí, ya sé que físicamente no he cambiado mucho, pero como tú, también cambié en otros aspectos – le digo mirándola fijamente.
– Mami, mami – le dice la niña que estaba peleando con su hermano antes.
Mi mundo se paraliza en ese instante. Sí, eran sus hijos. Había seguido con su vida después de todo.
– Dime, mi amor – le dice ella a la niña, agachándose para quedar a su altura.
La niña le dice algo al oído, ella le dice que sí y, antes de irse, la niña me mira con una sonrisa que me recuerda a Lia.
– Eh, ¿son tus hijos? – le pregunto.
– Sí, son mis gemelos, Andrew y Ambar – me responde.
– ¿Ah, estás casada? ¿Y tu esposo? – le pregunto con curiosidad.
– No, no estoy casada – me contesta.
– Entonces, si no estás casada, ¿quién es su padre? – le pregunto.
– Su padre no sabe de su existencia, ya que por una decisión de alejarme, se perdió de ver a sus hijos – me contesta con una sonrisa.
En ese momento, me cae un balde de agua fría encima. Me lleno de preguntas. ¿Cuántos años tendrán? Tal vez yo pueda ser su padre.
– ¿Cuántos años tienen tus hijos? – mascullo algo desconcertado.
– Tienen 5 años – me responde simplemente.
Entonces, sí, yo puedo ser su padre. No es coincidencia que las fechas concuerden. Pero antes de poder preguntarle algo, Jackson llega para avisarnos que tenemos que embarcar el vuelo.
En todo el viaje a Melilla no dejé de pensar en que tal vez esos niños sean míos, pero no pude hablar con Lia porque estuve hablando con Jackson.
Cuando llegamos al aeropuerto, ya tenían alquiladas dos limusinas para llevarnos al hotel. Al llegar al hotel, cada uno se fue para su cuarto reservado. Mi cuarto quedó a dos puertas del de Lia, así que cuando terminé, fui a su cuarto a hablar con ella.
Toqué la puerta y sentí que contestaron. Esperé unos segundos, ella abrió la puerta y al ver que era yo, se sorprendió.
– Eh, hola. ¿Crees que podamos hablar? – le pregunto con una sonrisa incómoda.
– Sí, pero ¿me puedes dar un momento? Iré a por Karol para que lleve a los niños a almorzar al restaurante – me contesta y yo asiento.
Ella se va a la puerta que hay al lado de la mía, toca la puerta, ella habla de algo con su hermana, la cual la sigue cuando ella comienza a caminar.
– Hola, Lucas, ¿cuánto tiempo? – me saluda con una sonrisa.
– Hola, Karol. Sí, mucho tiempo. Has crecido mucho desde la última vez – le devuelvo el saludo dedicándole también una sonrisa.
– Sí, bueno, el tiempo cambia a las personas – responde sin quitar la sonrisa. – Ahora sí, me disculpas, voy a decirle a los niños para ir al restaurante. Chao – menciona ella despidiéndose.
– Bueno, vamos al restaurante – me propone Lia y yo asiento.
Bajamos al restaurante, nos sentamos en una mesa. Ninguno de los dos dice nada, estamos en un silencio incómodo hasta que ella decide romperlo.
– Muy bien, ¿y de qué quieres hablar? – me pregunta.
Yo trago saliva tratando de buscar las palabras correctas. Cuando me fijo que Karol entra y se sienta en una mesa con sus hermanos.
– Mira, voy a ser directo, sin rodeos, ¿okey? – le espeto y ella asiente. – Yo soy el padre de tus hijos – le suelto de golpe.
Veo cómo palidece por un momento, traga saliva y desvía la mirada a donde están sentados sus hermanos con los niños. Después volvió a sentarse en mí. Pude notar que se había puesto un poco tensa. Dio un suspiro antes de volver a decir otra palabra.
– Eh, ¿crees que podamos hablar esto afuera? – me pregunta y yo asiento.
Nos levantamos y nos dirigimos a la parte del restaurante donde está el balcón sin ninguna mesa.
– Ahora sí, respóndeme: ¿yo soy el padre de tus hijos, sí o no, Lia? – le espeto apenas llegamos a la orilla del balcón.
– S-sí, tú eres su padre – masculló con la cabeza gacha.
– Lo presentía, pero no puedo entender por qué carajos no me lo habías dicho hasta ahora, Lia – le reclamo ya enfadado y alzando la voz.
– La verdad es que cuando me fui de España estaba destrozada y no quería volver a verte en mi vida. Tiempo después de haber llegado a Estados Unidos, me enteré de que estaba embarazada... – hace una pausa, se limpia las lágrimas que ya estaban llorando antes de volver a hablar.
– Yo pensé que si te lo contaba, iba a obligarte a estar conmigo de alguna forma y sabía que tú estabas con Emily por lo que tú me dijiste. Muchas veces pensé en ir y decírtelo, pero al recordar lo que me dijiste la última vez que nos vimos, simplemente no quería volver a verte. Culpé a Emily de todo hasta hace unas horas, pero me enteré de la verdad de lo que pasó y estaba dispuesta a contarte lo de los niños – me termina de explicar llorando.
No sé en qué momento, pero yo también estaba derramando lágrimas. La tomé de la nuca y la abracé. Ella tardó unos minutos antes de corresponder.
– Lo siento, yo no te debí de reclamar nada. Es verdad que fui yo el primero en mentir y en ocultarte lo de mi enfermedad. Si te soy sincero, yo no me vine a dar cuenta de mi error hasta que me enteré de que ya no tenía cáncer y la verdad es que siento mucho haberte ocultado la verdad – le digo aún abrazándola.
Después de unos segundos, ella se separa y se limpia las lágrimas, al igual que yo. Se toma un segundo para recuperarse para volver a hablar.
– Iré a hablar primero con los niños, antes de que vengan a hablar contigo – me informa.
Se da la vuelta, entra al restaurante hasta que para en la mesa donde están su hermana, sus hermanos y sus esposas, y habla algo con ellos. Después llama a los niños, se agacha a la altura de ellos para hablar. Unos minutos más tarde, empezaron a caminar hacia acá.
Cuando llegan, ellos miran a su madre, después a mí. Ellos se sueltan de su madre para acercarse ambos a mí y yo me agacho para estar a su altura.
– ¿Así que tú eres nuestro papá? – me pregunta uno de los gemelos de ojos oscuros que tengo en frente.
– Sí, yo soy vuestro papá – le respondo.
Ambos sonríen y me abrazan muy contentos. Ellos tienen el pelo negro, los ojos oscuros. La verdad es que son idénticos a mí.
Después de hablar un poco con ellos, se lo fui a contar a mi hermana. Ella se puso muy nostálgica, me refunfuñó diciendo que por mi culpa no había conocido a sus sobrinos.
Lia y yo acordamos que me pasaría todo este tiempo del hotel con ellos. Ya después que pase la boda, iremos a hablar con mis padres y contarles sobre sus nietos.
El resto del día lo pasé con ellos, mi hermana y Lia. A la noche, después de comer, Lia dejó que se quedaran a dormir conmigo. Cuando nos acostamos, yo me puse a leerles un libro para luego dormir.
Lia:
Cuando estábamos hablando Lucas y yo, le dejé caer en cuenta que él era el padre de mis hijos. Él me iba a hacer otra pregunta, pero en ese momento llegó Jackson avisándonos que el vuelo iba a salir, que teníamos que embarcar el avión.
En todo el tiempo que estuve en el avión no volví a hablar con Lucas y agradecí que no se acercara a mí. Cuando llegamos, las dos limusinas que se habían alquilado ya estaban esperándonos. Nos montamos y nos dirigimos al hotel.
Al llegar, los niños se acostaron en la cama donde dormiríamos los tres para ver una película mientras yo desempacaba. Cuando terminé de desempacar, iba a bajar con los niños a almorzar al restaurante, pero antes de hablar, siento que tocan la puerta interrumpiéndome.
Voy hacia la puerta y cuando la abro, me sorprendo al ver Lucas ahí parado.
– Eh, hola. ¿Crees que podamos hablar? – me pregunta con una sonrisa incómoda.
– Sí, pero ¿me puedes dar un momento? Iré a por Karol para que lleve a los niños a almorzar al restaurante – le respondo y él asiente.
Así que cerré la puerta a mi espalda y me dirigí hacia la habitación de mi hermana. Cuando toqué, recibí una respuesta muy rápida. Después de unos segundos, mi hermana abrió. Le expliqué la situación y aceptó llevar a los niños al restaurante.
Caminamos hacia mi habitación que quedaba a tres puertas de la suya. Al llegar, miro unos segundos a Lucas antes de hablar.
– Hola, Lucas, ¿cuánto tiempo? – le saluda con una sonrisa.
– Hola, Karol. Sí, mucho tiempo. Has crecido mucho desde la última vez – le corresponde el saludo con una sonrisa.
– Sí, bueno, el tiempo cambia a las personas – responde mi hermana sin quitar su sonrisa. – Ahora sí, me disculpas, voy a decirle a los niños para ir al restaurante. Chao – menciona despidiéndose de nosotros.
– Bueno, vamos al restaurante – le propongo y éste asiente.
Bajamos al restaurante, nos sentamos en una mesa. Ninguno de los dos dice nada, estamos en un silencio incómodo hasta que yo decido romperlo.
– Muy bien, ¿y de qué quieres hablar? – le pregunto.
Él traga saliva como tratando de buscar las palabras correctas para hablar. Él dirige la vista a mi hermana que acaba de entrar. La verdad es que notaba lo tenso que estaba, pero dio una respiración profunda antes de animarse a hablar.
– Mira, voy a ser directo, sin rodeos, ¿okey? – me espeto y yo solo asiento. – Yo soy el padre de tus hijos – me suelta de golpe.
Mi rostro palideció. La verdad, me esperaba la pregunta, pero aún así me causa algo de impacto. Desvío la mirada hacia donde están sentados mis hermanos con mis hijos y sé que la respuesta que le voy a dar no le va a gustar.
Volví a dirigir mi mirada a él. Suspiré antes de hablar, ya que estaba un poco tensa y las palabras no se animaban a salir.
– Eh, ¿crees que podamos hablar esto afuera? – le pregunto y asiente.
Nos levantamos y nos dirigimos a la parte del restaurante donde está el balcón sin ninguna mesa.
– Ahora sí, respóndeme: ¿yo soy el padre de tus hijos, sí o no, Lia? – me espeto apenas llegamos a la orilla del balcón.
– S-sí, tú eres su padre – masculló con la cabeza gacha.
– Lo presentía, pero lo que no puedo entender es por qué carajos no me lo habías dicho hasta ahora, Lia – me reclama ya enfadado y alzando la voz.
– La verdad es que cuando me fui de España estaba destrozada y no quería volver a verte en mi vida. Tiempo después de haber llegado a Estados Unidos, me enteré de que estaba embarazada... – hago una pausa para limpiarme las lágrimas que ya se habían derramado en mi rostro, antes de suspirar y animarme a volver a hablar.
– Yo pensé que si te lo contaba, iba a obligarte a estar conmigo de alguna forma y sabía que tú estabas con Emily por lo que tú me dijiste. Muchas veces pensé en ir y decírtelo, pero al recordar lo que me dijiste la última vez que nos vimos, simplemente no quería volver a verte. Culpé a Emily de todo hasta hace unas horas, pero me enteré de la verdad de lo que pasó y estaba dispuesta a contarte lo de los niños – le termino de explicar llorando.
No sé en qué momento él también había empezado a llorar. Lo único que sé es que me tomó de la nuca para abrazarme. Tardé unos minutos, pero le correspondí el abrazo.
– Lo siento, yo no te debí de reclamar nada. Es verdad que fui yo el primero en mentir y en ocultarte lo de mi enfermedad. Si te soy sincero, yo no me vine a dar cuenta de mi error hasta que me enteré de que ya no tenía cáncer y la verdad es que siento mucho haberte ocultado la verdad – me dice aún abrazándome.
Después de unos segundos más, me separo para limpiarme las lágrimas, cosa que él también hace, y me tomo un momento para recuperarme antes de volver a hablar.
– Iré a hablar primero con los niños, antes de que vengan a hablar contigo – le informo.
Me doy la vuelta y me adentro en el restaurante dirigiéndome a la mesa donde están mis hijos.
– ¿Qué pasó? ¿De qué quería hablar? – me pregunta Nick al llegar junto a ellos.
– Ya sabe la verdad – le respondo con la cabeza gacha.
– ¿Que se lo contaste? – me espetó Jeremy sorprendido.
– Sí – masculló con la cabeza aún agachada.
– Bien hecho, Lia. Ese secreto no era bueno seguir ocultándolo – me dice Alison. Yo le dedico una sonrisa significativa.
– Sí, estoy de acuerdo contigo, Alison – le dice Nick.
– ¿Y ahora qué vas a hacer? – me pregunta Nick.
– Llevar a los niños a conocer a su padre – le respondo y él asiente.
Le hago señal a Karol, que había entretenido a los niños con la tablet. Ella los trae y les explico todo para después dirigirme con ellos hacia donde está Lucas.
Al llegar, ellos me miran a mí, luego a Lucas, hasta que se acercan ambos a él.
– ¿Así que tú eres nuestro papá? – le pregunta Andrew.
– Sí, yo soy vuestro papá – les responde.
Ambos sonríen y lo abrazan muy contentos.
El resto del día se lo pasaron con Lucas, su hermana y de vez en cuando conmigo. Ellos estaban muy contentos de haber conocido a su padre. En la noche, dejé que se quedaran a dormir con Lucas. Sé que tienen que recuperar el tiempo perdido.
Lucas y yo acordamos que este tiempo en el hotel, él pasaría la mayor parte del tiempo con los niños. Después de ducharme y cambiarme, me acosté a pensar en todo lo que había pasado hasta que concilié el sueño.
Al día siguiente, los niños se quedaron con Lucas todo el tiempo. Por mi parte, yo estaba ayudando con los preparativos de la boda, ya era mañana. En la tarde, pasé un rato con Lucas y mis hijos para después ir con las chicas de compras.
Al regresar, hablé con él para que en el tiempo que estemos en el hotel, los niños se queden a dormir con él en la habitación.
En la noche, después de ducharme, cogí mi mejor vestido para ir a la fiesta de despedida de solteros de Jackson y Emily, ya que mañana será la boda.
Al llegar a la fiesta, veo que Lucas está ahí, así que me acerco a él para preguntar con quién dejó a los niños.
– Lucas, ¿qué haces aquí? ¿Y los niños? – le pregunto.
– Eh, hola, Lia. Los niños están con mi hermana. Ella no quería venir, me dijo que podía cuidar a los niños. ¿No te importa? – me responde.
– No, no importa – le digo cortante y me alejo de él.
Me acerqué a las chicas. Todas muy contentas, brindamos por Emily. Empezamos a tomar, a bailar y a disfrutar...
Los rayos del sol me despiertan. La cabeza me duele tanto. Me froto los ojos, me incorporo. Al repasar bien la habitación, veo ropa tirada en el suelo y me fijo mejor. Me doy cuenta de que no estoy en mi habitación. Miro al otro costado de la cama, divisando la figura de Lucas desnudo y profundamente dormido.
– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaah! – grito.
Veo cómo él se va despertando poco a poco. Se me queda mirando unos segundos y rápidamente se sobresalta.
– ¿Qué mierda? – suelta sorprendido.
– ¿Qué mierda? Eso es lo que vas a decir después de que te aprovechaste de mí cuando estaba borracha – le grito furiosa.
– Oye, oye, relájate. Sí, yo no me aproveché de ti – me responde algo furioso por la insinuación de que se aprovechó de mí.
– ¿Que me relaje? Claro, como no. A ti qué más te da. Y no me vengas con ese cuento de que no te aprovechaste de mí – le replico a gritos.
– Mira, Lia, no sé por quién me tomas. Yo habré sido un mujeriego cuando nos conocimos, pero nunca me aprovecharía de una mujer borracha. Además, estoy tan confundido como tú. No recuerdo nada – me comenta él con furia.
Y la verdad, él tiene razón. Él nunca se aprovecharía de una mujer. Pero es que estoy tan furiosa por lo que pasó que la cogí con él. Y tal vez yo también haya tenido que ver, aunque no recuerdo.
– Joder, Lucas, perdón. Sé que tú nunca... Joder, esto fue un error. No debimos hacer esto – le digo pasándome las manos por el rostro.
– Sí, esto fue un error – suelta cortante.
Una punzada en el pecho de dolor me inundó, ya que pensé que me diría otra cosa, como que para él no fue un error, pero no fue así. Solo me dijo que sí había sido un error.
– Vamos a hacer como que esto nunca pasó. Sí, me voy – le digo. Él asiente.
Me paro de la cama, me visto y así salgo de su habitación.
Lucas:
Cuando Lia salió de la habitación, entré al baño, abrí la ducha y me metí debajo del agua fría. Me ayuda a pensar. La verdad me dolió que ella dijera que eso había sido un error porque es que yo todavía la amo. Aunque yo debí decirle que para mí no había sido un error. Le debí de decir que aún no la olvido, que la amo, pero no puedo porque soy un cobarde.
Al salir de la ducha, me cambié y fui a por mis hijos con mi hermana. Cuando llegué con ella, me dio un sermón para luego dejarme ir con los niños.
Toda la mañana me la voy a pasar con ellos y en la tarde la hermana de Lia los va a cuidar. Los llevé al parque, después a la playa y luego a por unos helados para ellos.
– Papi, ¿mi mami no va a pasar tiempo con nosotros? – me pregunta mi pequeña Ambar con ojos tristes.
– Sí, mi amor, ella va a pasar tiempo con ustedes, pero está ocupada. ¿Saben qué? Se me ocurrió una idea: ¿por qué no vamos a verla cuando se terminen de comer los helados? – le respondo y ellos gritan de felicidad.
Después de que se comieran el helado, nos embarcamos hacia donde estaba su madre. Al llegar, ellos corrieron hacia ella felices.
Fuimos a almorzar todos juntos y después de almuerzo, me fui a mi habitación a prepararme, ya que a las 2:00 pm empieza la boda.
Después de una larga hora de prepararme, me dirigí a la playa, que es donde se celebrará la boda. Después de que todos los invitados llegaran, la boda comenzó. El padre de Emily la entrega al altar y entonces comienza la ceremonia. Emily se ve muy ilusionada.
Después de un largo tiempo, terminó la ceremonia y empezó la fiesta. Todo iba muy animadamente. Pero yo apenas lo disfruto. No dejo de pensar en Lia. Necesito hablar con ella, armarme de valor y decirle que la amo. No aguanto más.
La empecé a buscar hasta que la encontré hablando con unas amigas. Se ve guapísima con el pelo suelto y ese vestido azul que le queda hermoso.
– Hola, Lia, ¿puedo hablar contigo? – digo al llegar.
– Eh, sí. Chicas, las dejo – dice para ir conmigo a un lugar apartado de la multitud.
– Dime, ¿de qué quieres hablar conmigo? – me pregunta al llegar.
– Mira, Lia, me quedé pensando en lo que pasó anoche y, aunque no me acuerdo, para mí no fue un error – le respondo directamente.
– Mira, aunque han pasado años, yo no te he dejado de amar y entenderé si tú no me correspondes – le termino de decir.
Ella queda en silencio, escuchando atentamente lo que digo, aunque su expresión es indescifrable.
– Lucas, la verdad es que aunque tampoco me acuerdo, para mí no fue un error porque yo aún te sigo amando – me comenta.
No aguanté más. La agarré del cuello y la besé con mucha intensidad...
#3102 en Novela romántica
segundasoportunidades, despedidas corazonesrotos, romance juvenil y primer amor
Editado: 12.09.2025