Oficialmente, ya Dorian ha traído sus cosas a mi casa.
Tuve mi turno en la noche y en la mañana siguiente mi amiga le dijo a Dorian que fuera por sus cosas para mudarse y ella se quedaría con la niña. Dorian lo dudo por un momento y solo asintió y nos fuimos en mi auto hasta su pequeño departamento. No había muchas cosas de él, pero lo que sí me llamó la atención es que la pequeña Sofía si tenía todo lo que necesitaba. Una pequeña cuna, corral, asiento de bebés, ropa y biberones.
― ¿Puedo hacerte una pregunta? ― Le digo mientras regresamos al hospital.
―Dime―
― ¿Qué pasó con la mamá de Sofía? ― Lo observo de reojo y su mandíbula se tensiona ― Lo siento por preguntar, solo me parece extraño que no esté al lado de su hija en este momento―
―Raquel la abandonó―
― ¿Qué? ― Digo alterada ¿Cómo es posible que la haya abandonado?
―Si, un día se apareció en mi departamento y me dijo: Ahí te dejo tu responsabilidad ahora, yo no estoy para tener hijos, en este momento solo sería un estorbo― Abro los ojos con demasía― Me entregó la pañalera y una bebé de dos meses y se fue. Nunca volvimos a saber de ella―
― ¡Es una bruja! ―Grito deteniéndome en un semáforo.
―Lo es―Dorian sonríe con la boca cerrada.
―Pero no entiendo cómo abandonar a su hija y a ti―
―Bueno, ella y yo no éramos nada―
― ¿Qué? ―
―Solo estuvimos una noche, después de eso no la volví a ver hasta que me entrego a la bebé―
―Me imagino que ha sido difícil criar a un bebé solo―
―No tienes idea―Suspira ―Pero todo ha valido la pena, Sofía… es lo mejor que me pudo pasar― Sonrió y ambos bajamos del auto al llegar al estacionamiento.
Dorian y yo nos despedimos y empiezo mi labor.
Cuando llegamos a mi casa estaba cansada, había tenido trasnocho y necesitaba dormir para mi siguiente turno. Dorian sugirió que me fuera a descansar mientras él acomodaba las cosas y me sorprendí de nuevo al encontrar mi casa arreglada y su habitación y la de la niña todo había sido acomodado.
Me sentía bien en tenerlo en casa, la verdad es que todo este tiempo me he sentido sola y aunque he tenido la compañía de mi mejor amiga no es lo mismo. No sé cómo será la convivencia, solo espero lo mejor.
Cuando ingreso a la habitación me encuentro con la pequeña Sofía sola, despierta mirando hacia el techo. Se nota que es una niña muy tranquila y de nuevo se me remueve el estómago al pensar que ha sido abandonada por su madre. Menos mal que Dorian es un buen padre o no se sabría cuál sería el futuro de esta criatura. Cuando me ve empieza a balbucear y a mover sus manitos, bajo la reja de seguridad y la tomo entre mis brazos. Ella me mira por un momento y empiezo a moverla de un lado a otro mientras le canto la canción que me cantaba mi madre cuando era pequeña.
Cierro los ojos dejándome llevar por el momento y solo hasta un rato los abro y me encuentro con la mirada de Dorian quien nos observa recostado contra una de las paredes. No puedo decir si sonríe o no, ya que su barba espesa le oculta los labios, pero puedo ver el brillo en sus ojos.
―Lo siento, no sabía que estabas ahí― Acomodo a la pequeña en la cama que se ha quedado dormida en mis brazos.
Salgo de la habitación como si me hubieran encontrado haciendo algo malo.
En los pasillos no se habla más del apuesto hombre que se encuentra cuidando a su hija. Las enfermeras, doctoras, visitantes y hasta enfermeras tienen curiosidad sobre él. Yo no he dicho nada aún sobre mi matrimonio y mucho menos que ese hombre es mi esposo.
Observo el anillo y siento un gran peso sobre él. Tampoco mis compañeras lo han notado, pero si han notado el anillo que lleva Dorian preguntándose quién es su esposa y del por qué no ha venido al hospital.
Los días pasan y cada día la pequeña Sofía se recupera de forma satisfactoria. Las enfermeras hacen cola para atenderla para llamar la atención del padre, pero la niña no permite que nadie se acerque a no ser que sea Joselyn o yo.
A Dorian le ha tocado volver al bar para trabajar de noche, ya que le habían dado permiso, pero puesto que la niña se encontraba mejor le dije que podía irse y yo me quedaba al cargo de la pequeña. Sofía es una niña muy inteligente, presta atención a todo lo que le digo y le encanta que la arrulle y le cante. Le encanta que la cargue y recueste su cabecita en mi hombro hasta quedarse dormida.
Cierro los ojos con la pequeña en mi pecho y me recuesto sobre el sofá para descansar un poco. Después de terminar mis jornadas me quedo con la niña y aunque suelo dormir unas horas no es lo mismo.
Siento un pequeño movimiento y cuando abro los ojos me encuentro con Dorian, quien tiene a su hija en sus brazos y la acuesta en su camilla poniendo la reja de protección. La niña duerme y me levanto sintiéndome aturdida. Observo el reloj y son más de las 4 de la mañana y en unas horas empieza de nuevo mi turno. Dorian se sienta en el mueble y me jala para que mi cabeza descanse en sus piernas.
― ¿Qué haces? ― Le digo nerviosa.
―Debes descansar―
―Pero…―
―Nada de peros― Me tensiono cuando siento sus dedos, acariciar mi cabeza hasta cepillar mi cabello.
―No deberíamos…― Cierro los ojos al sentir que masajea el cuero cabelludo.
―Descansa Gaby―
No me toma mucho tiempo para quedarme dormida.
―Ella no puede estar ahí― Abro los ojos y me encuentro con dos enfermeras. Ambas han estado obsesionadas por Dorian desde que llegó.
― ¿Por qué? ― Le pregunta Dorian.
―Es inapropiado―Dice la enfermera en jefe.
― ¿Por qué es inapropiado? ―
Sigo con mi cabeza en las piernas de Dorian y puedo ver por la ventana que ya ha amanecido. Trato de levantarme, pero él me lo impide haciendo un poco de presión en mi hombro.
―Dorian, ya tengo que levantarme―Digo con voz soñolienta.
―Vamos a tener que hablar, señorita Thompson― Dice mi supervisora.