Cuando nace una estrella

Capítulo 1. ¿Qué tal si el problema soy yo?

Via

Me pregunto qué se sentirá ser un “Sí”. Una simple expresión de confirmación. Dos letras que, por sí solas, parecen insignificantes, pero que, de cierta manera, se vuelven la palabra más deseada por las personas, en especial por mí misma.

La mayoría de las personas me dijeron que fuera paciente, que el rechazo sería algo normal. Mas nunca me advirtieron que, para algunas personas, el “No” sería nuestro sello personal. Me atreví a salir de mi zona de confort, a dejar mi seguridad, pero los miedos no se fueron. Y sé que no se irán.

Es curioso cómo, a pesar de siempre tener la misma respuesta de toda la vida, estoy aquí, sentada en este gran estudio, esperando mi turno para presentar mi audición.

Que pase lo que tenga que pasar. Lo que es para ti llegará. Repetía las palabras de mi abuela María una y otra vez en mi mente. Su agradable voz amenizaba mis tormentosos pensamientos y endulzaba la desesperanza que sentía.

—Si lo piensas mucho, no saldrá como esperas —comentó una linda chica a mi lado. Su postura segura me intimidaba, y su gran carisma me hacía sentir insegura.

—¿Cómo sabes qué es lo que estoy pensando? —respondí, alzando mi ceja sin despegar mis ojos de la pared frente a mí.

Mi pierna no se dejaba de mover, y mi espalda dolía. Intentaba mantener una postura recta, pretendiendo que sabía lo que hacía, cuando, en realidad, estaba aterrorizada y me gustaba estar encorvada.

Mi actitud disociada seguramente le dio la idea de que pensaba sin parar en la escena que interpretaría. Aun cuando, solo imaginaba las diligencias pendientes que me esperaban en casa. Sí, estaba siendo negativa, y creyendo que todo saldría mal. Este solo sería un casting más anexado a mi gran cementerio de fracasos.

—Soy Paty. Por cierto, lindo cabello —estrechó mi mano y me sonrió.

¿Me dijo algo lindo?¿Acaso es un cumplido? Es extraño que alguien me esté dando un cumplido. ¿Esperará algo de mí?¿Me está coqueteando? Raro que me digan algo lindo sin esperar algo a cambio o sin terminar con un insulto hiriente. Tal vez es eso, la chica se comenzará a burlar de mí. Si, solo es linda para después dejar soltar su veneno.

—Via —me presenté, ignorando su cumplido. Así no le daría la oportunidad de mofarse de mí—. Un gusto —forcé una sonrisa.

Esperaba que ella entendiera que quería estar sola. Mi intención nunca sería ser su amiga. Menos deseaba coquetear. Solo quería que ese incómodo momento pasara. Solo cumplir con la audición y después ir a casa a dormir.

—Si te preocupas de más, te sobre estimulas —volvió a hablar, buscando la manera de captar mi intención.

Para tener una voz tan dulce, sus palabras sonaban crudas. Ella conocía de lo que hablaba, y de no ser por mis nervios no habría problema. Podríamos hablar y compartir lo que sentíamos, pero no era momento de jugar a las amiguitas.

—Cierto —acoté, dejando salir un profundo suspiro.

<<Por favor, deja de hablar y vete>>

—Si sobre piensas, te dañas a ti misma.

Sus palabras me hicieron moverme en mi asiento, volteándola a ver.

—Sí, claro —expresé con la ilusión de que captara la indirecta de dejarme en paz.

La cual había funcionado por un segundo, hasta que escuché su parlanchina voz:

—Si me sigues ignorando y nada más fingiendo que me prestas atención, seguiré hablando. Así que, o hablas conmigo o no te dejo en paz.

Rodé los ojos y me crucé de brazos.

<<¿Qué quieres de mí? ¿Esperas que saque una taza de té y platiquemos de nuestra vida? No, mejor juguemos a las muñecas y nos convertimos en mejores amigas >>.

Al mirarla segura de sí misma y sin parpadear por un segundo, entendí que no tenía más remedio que hablar con la hermosa mujer a mi lado. ¿Por qué hablaba conmigo si técnicamente estamos compitiendo por lo mismo? Somos rivales que pelean por un lugar en esta producción.

—Está bien —admití, resignada.

—¡Andrés! —gritó Paty, casi reventando mis tímpanos—. Ven, ven —la chica no dejaba de agitar su mano, haciendo que el chico se acercara a nosotros—. Te quiero presentar a mi nueva amiga.

<<¿Amiga?>>

Enarqué las cejas y fruncí mi ceño al escucharla llamarme así.

El chico que, al parecer, se llama Andrés, se paró justo delante mío. La figura de un hombre alto, un porte musculoso y su postura recta me hicieron sentir una bolita pequeñita en el lugar. Analicé desde sus zapatos de vestir, negros y pulcros, hasta que logré observar sus lindos y verdosos ojos.

Yo conozco esa figura masculina, esos ojos, ese cabello y esos abrazos. Claro que reconozco ese torso trabajado.

¡Dios mío! Es Andrés. ¿¡Andrés!?

Tragué grueso y me quedé sorprendida, boquiabierta. ¿Cómo le hacía frente al mismo hombre alto, de cabello café claro, a quien miraba a través de mi teléfono?. Lo reconocía por las fotos de sus redes sociales y por sus proyectos. Es el actor que se ha convertido en mi amor platónico desde que lo vi. Quien me hace ver sus películas y sus series solo porque él sale en ellas. Aquel quien, al ver que ha subido algo a redes sociales, me hace entrar rápidamente solo para poder ver su rostro, escuchar su voz y obsesionarme con él. El hombre que interpreta en cada uno de mis sueños y mis escenarios ficticios a mi esposo, mi novio y el padre de mis hijos.

Nunca consideré que, yo siendo actriz, en algún punto podría conocer a personas de las que he estado enamorada/obsesionada toda la vida. Nunca formé un plan de emergencia en estos casos.

¿Qué se hace cuando conoces al hombre con el que te creaste una vida de ensueño antes de dormir?

Mi primer pensamiento fue bajar mi vista en el intento de ocultar mi nerviosismo o, más bien, ocultarme de él.

—Paty —habló con su grave voz, abrazándola.




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