Cuando nace una estrella

Capítulo 3. Tú nunca serás el error en los ojos correctos.

Andrés.

¿Desde cuándo me empezaron a importar los días? Nunca le hice caso a mi calendario, ni siquiera me gusta ver el reloj. Simplemente he odiado el paso del tiempo. Todo porque detesto creer que lo estoy perdiendo.

Al ver los días pasar, pienso en el tiempo que he perdido y en las malas decisiones que he tomado.

Extrañamente, sabía perfectamente cuándo había sido la última vez que la ví. El último minuto que pasamos juntos. De eso ya había pasado una semana. 7 días, equivalentes a 168 horas, en las cuales no hablé con ella. No la conocí más. No vi su lindo rostro. No tomé su mano. Simplemente, no la pude apreciar.

Pero lo que más me preocupa es que no pensé en ningún momento en Dany, mi novia. No estaba siendo infiel físicamente, pero mentalmente era como una prostituta de dudosa moral.

Digerir la noticia de que habían elegido a una persona con más fama que Via para el protagónico carcomía mis pensamientos, y odiaba eso.

Si Via es genial, linda, tierna, fuerte, teníamos química, es dedicada y la descripción perfecta para el personaje…. ¿Por qué no ella?

Sé que es la correcta, me lo dice algo en mi interior.

<<¿Ya habrá vuelto a su ciudad?¿La volveré a ver? Es muy dulce y amigable. Me genera esas ganas de querer protegerla, quererla y cortejarla.

Nunca imaginé que me interesaría alguien además que Dany, solo que, por alguna razón, esos labios carnosos con pintalabios rojos no dejaban de aparecer en mis sueños, dejándome deseoso de volverla a besar.>>

—Necesitamos hablar, Pablo —ordené seriamente al director de casting.

—No puedes esperar, tengo que ir por Paulina, la protagonista.

—Ese es el problema. —Me crucé de brazos y erguí mi postura, según yo, para demostrar autoridad—. Si no es con Via, no haré la adaptación.

No quería sonar prepotente o una diva, pero debía hacer mi deseo realidad, y la única manera de volverla a besar sería con ella de protagonista.

—¿De qué hablas? Tú no eres el que elige a los actores —acotó ásperamente.

—No, pero soy uno de los protagonistas, y yo creo que la prueba de química salió muy bien con Via —me excuse para no demostrar mi desesperación.

Solo debía volver a probar esos labios. Unos besos más, y serían suficientes para poder acomodar mis ideas y mis deseos impuros.

—Si —aceptó y, por primera vez, me dio la razón—. Pero ella no es lo suficientemente famosa.

—Pero es perfecta para el papel —supliqué.

<<Y perfecta para mí>>

—¿Por qué tanto interés en esa muchacha? —cuestionó, tratando de entenderme. Solo que ni yo me entendía a mí mismo.

—Porque… porque… —buscaba excusas, razones o alguna manera de sobornarlo—. Tengo una corazonada de que ella es la indicada. —Fue lo mejor que se me ocurrió.

Pablo siempre fue mucho de intuición. Debía, o al menos esperaba, que funcionara.

Estoy acostumbrado a que me rueguen; nunca había tenido que rogar.

—¿La indicada para el proyecto o para ti? —preguntó con notas de sarcasmo.

<<Ambos>>

—Para el proyecto —mentí—. Yo meto las manos al fuego por ella. Yo respondo. Confía en mí. Ella es.

Si volvía a rogarle una vez más, lo terminaría golpeando hasta que accediera, o hasta que quedara inhabilitado de hacerlo. Entonces buscaríamos a otro director al cual podría sobornar.

—Andrés… —Hizo una pausa larga y se tomó su tiempo analizándome—. ¿Qué viste en ella que yo no?

—Pureza, sinceridad en sus ojos —comencé a decirle la verdad y a abrir un poco mi corazón—. Vi reflejado sus sueños, sus anhelos. Ya ha pasado por muchos “no”, por el simple hecho de lo injusta que es la industria. Es una mujer real, con matices que ve lo bueno y lo malo, y aún así es delicada, atenta y preciosa. Se esfuerza por las cosas y no se ha rendido ante nada. No se deja de nadie y ama lo que hace. Incluso más que yo.

—¿Desde cuándo la conoces? —enunció, confundido, como si fuera difícil de creerme.

—Hace una semana. Y antes de que me juzgues, ha sido la mejor semana de mi vida.

Pablo enarcó sus cejas, incrédulo.

<<Acepta rápido, antes de que mi paciencia se acabe y mis puños tomen partido de esta conversación>>.

—Recuerda que tienes novia —me amenazó—. Andresito —enfatizó su rudeza.

—Ya lo sé —afilé mi mirada y me contuve a los golpes—. Y no me digas así. Solo Via me puede llamar de esa manera —le advertí.

—Lo pensaré, pero piensa que tú estás apartado por tu novia —me aconsejó. Esta vez como amigo, no como amenaza.

Me dio una palmada en la espalda y salió de mi camerino.

<<Ya lo sé, ya sé que tengo novia. Y la respeto. Solo que Via es un punto y aparte.>>

——-

Gracias.

Fue la palabra que leí al abrir el mensaje que había recibido de un número desconocido.

—?? —respondí sin tener idea de quién era.

—Gracias. Pero no tenías que hacerlo. No tenías que interceder por mí. ¿Qué tal si te despedían? Nunca olvidaré esto

De: Via.

Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro. Suspiré profundamente, como si esas letras significaran lo más lindo que había leído en todo el día.

—¿Quién es? ¿Por qué le sonríes tanto al teléfono? —me cuestionó Dany.

—Nadie. —Bloqueé rápidamente mi teléfono y lo intenté meter en mi bolsillo.

—A ver. Enséñamelo —exigió, acercándose con todas las intenciones de tomar mi teléfono.

—Nunca antes me habías pedido ver mi celular —inventé para evadir una pelea.

Dany estiró su mano y frunció su ceño. Sin tener alternativa, le di el teléfono.

Molesta, lo desbloqueó para buscar en mis mensajes.

—Nunca antes le sonreías tanto y, mucho menos, te enviaban corazones —me reclamó, señalando el mensaje de Via abierto.




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