Capítulo 4

Los Clark se trasladarían a nuestra casa de invitados esta misma noche. Alison me había escrito durante la tarde para contarme lo contenta que estaba sobre lo de dormir unos días en mi casa. Ella se quedaría a dormir conmigo, sus padres y sus hermanos se instalarían en la casa de invitados. Recogí mi habitación y la dejé impoluta para cuándo Alison llegara. Dejé espacio en mi vestidor para su ropa, no quería que la tuviese en la maleta todos estos días. Aunque ya me había dicho que traería bikinis y ropa para estar cómoda por casa. Le recordé que metiese en su maleta también algún que otro trapito para salir de fiesta, me apetecía volver a mover el esqueleto, necesitaba cansarme.

Tenía ganas de volver a ir a clases de baile o de Krav magá. La verdad es que eso hacía que mi energía se terminase de consumir para dormir como un bebé. En verano no hacía falta, pero durante el curso, me sentaría bien ir un par de días por semana.

Observé por la ventana como mi padre abría de par en par las ventanas y la puerta principal de la casa de invitados. Mi madre me había comentado durante nuestra mañana juntas, que papá estaba verdaderamente feliz de volver a vivir en Madrid. Ella también, incluso tenía pensado visitar a mis abuelos por sorpresa dentro de un mes. Ellos todavía no sabían que nos habíamos mudado, mi madre quería darles una sorpresa. Mis abuelos maternos vivían en Galicia, en una ciudad llamada Santiago de Compostela. Era un lugar que me llamaba la atención porque me parecía mágico. Allí había una catedral gigantesca y muy famosa, sin duda tendría que ir por allí, antes de acabar el año.

Al salir de la ducha, me sequé el pelo y me puse un vestido largo, de color verde oscuro con lunares blancos. Tampoco quería enseñar culo con vestidos cortos estando los señores Clark por aquí.

–– ¡Ya están aquí, Sara! –– esta vez era mi madre quien me llamaba. Al fin mi madre iba a enseñar la casa terminada y con una cena para sus invitados.

–– ¡Voy!

Escuché la voz de Alison y sonreí al verla abrazar a mi madre.

–– Muchas gracias por dejarnos estar aquí unos días, Andrea. –– Alison levantó la vista y agitó la mano, contenta al verme ––. Mi nueva compañera de habitación, será como vivir juntas ¿verdad?

Le agarré una de las maletas mientras ella cogía una grande y me miraba divertida.

–– Sí, ya que nunca hemos disfrutado de vivir en una residencia de estudiantes, al menos podremos decir que vivimos juntas durante unos días.

Ambas reímos a la vez mientras subimos las escaleras.

–– No os perdéis nada –– comentó mi madre antes de irse.

Me giré para responderle.

–– Tú conociste a papá en una residencia mamá.

–– ¡Eran otros tiempos! –– exclamó con una risotada.

Dejé la maleta en mi habitación y Alison asintió con los ojos bien abiertos.

–– Tú habitación es enorme –– dejó en el suelo la maleta grande y fue directa a mis estanterías.

–– ¿Te gusta leer?

–– Sí, leo cualquier cosa que me pongan por delante. Bueno, siempre y cuando la trama me enganche.

–– Aidan tiene estanterías así también. Llenas de libros, es un friki de la lectura.

Arqueé una ceja.

–– No le tenía por alguien así.

Ella se giró y me sonrió.

–– Mis hermanos guardan muchos secretos.

Ayudé a Alison a deshacer su maleta y a colocar su ropa en mi vestidor. Me dijo que estaba contenta por no tener que dormir en una casa donde no sabía en qué momento se quedaría encerrada o si el aire acondicionado funcionaría o no. La verdad es que ahora no me parecía tan exagerado que se trasladasen aquí.

Bajamos al jardín guiadas por el olor de la cena. Mi padre seguramente estuviese asando hamburguesas, le encantaba disfrutar de las visitas. Lo que no me esperaba era encontrarme con cuatro hombres cocinando.

–– Hola Sara –– saludó Alec con una amplia sonrisa.

–– Hola –– Aidan fue más simple.

–– Sara, tu padre no ha cambiado ni pasando los años. –– Jacob se separó del asador y vino a saludarme con dos besos ––. Sigue haciendo unas hamburguesas estupendas.