Cuando te enamores de mí

CAPITULO 12

—Primo sí, pero político —aclaro.

El pelos largos me da una sonrisa torcida. 

—En realidad nuestras madres son mejores amigas, así que prácticamente nos criamos juntos. Como primos —aclara Liana y luego me lanza una mirada sutil. 

Empiezo a notar que ella quiere dejar muy en claro nuestra relación de "primos", así que me adelanto un poco a sus intenciones.

—Era su niñero.

El tipo ríe. 

—¿Su niñero? —me mira y luego a Liana. Ella luce avergonzada. Lo siento mucho por ella, pero es la verdad al fin y al cabo.

—Mis papás eran personas muy ocupadas... —murmura.

—No, no es eso. Es que se me hace muy extraño oír esa palabra, Clarita. Yo nunca tuve un niñero, ni niñera, ni nana. Yo pensé que esos seres no existían. Si mis padres y por suerte me dejaban algo de comida en el refri. 

—Ojalá yo hubiese podido disponer de la comida del refri —dice Liana. 

—Pues qué pena —estiro los brazos—. Pero aquí me tienes. Y una vez más estoy cuidando de ella.

—Theo, ¿podrías... —gruñe Liana y me da una mirada filuda.

—¿Y a dónde iban? —nos pregunta. 

—De regreso a nuestro departamento. 

—¿Viven juntos?

—Temporalmente —añade Liana—. Theo es muy bueno en ofrecerme hospedaje mientras conozco Procida.

—No te lo he ofrecido, Tigger —subo una ceja y la miro directo—.  Mi departamento es tuyo y lo sabes.

Liana me mira como si quisiera comerme entero y aprieta los dientes.

—Vale, ya veo. Clarita tiene un niñero en su viaje de aventura en Procida —Liana lo mira con las mejillas encendidas y él parece divertirse—. A mí me parece increíble que no estés sola aquí, dicen que el lugar es bello, pero que tiene un lado oscuro, así que me agrada saber que Clarita no está llevando sola esta aventura —me mira—. Y que tiene a alguien a su lado. Que además de eso parece preocuparse mucho por ella.

Sonrío sin gracia. 

Qué tipejo tan extraño tiene por amigo Liana.

—Creo que es momento de irnos —tomo del brazo a Liana y ella va conmigo. Me sorprende que no se ponga chinchosa. Y de hecho, creo que está avergonzada. Quizás haya metido la pata, pero me defiendo en que no fue mi intención. Y si lo fue, es por su bien. Todos deben saber que estoy a cargo de ella. 

Unos pasos más adelante, oímos la voz del tipo. 

—¿Se irán caminando hasta el pueblo?

—Claro que no. Mi motocicleta está en la playa. 

Idiota.

—¿En serio? No vimos nada.

—¿Cómo que nada? Si está... 

Dejo a Liana un momento y corro hacia la roca alta de donde hace un momento saltamos, me toma pocos minutos llegar a la cima.  Miro hacia el lado este, justo en la dirección donde la motocicleta. No está. Pero a su lado, está aparcada la camioneta del pelos largos y sus amigos.

Mierda.

Cuando estoy abajo me voy con toda la intención de cuestionarlo. Nadie pudo haberse robado esa motocicleta. Debieron ser ellos. Estoy seguro de que se le han cargado en el auto. 

Paso de Liana con los puños apretados y me acerco furiosos hacia el tipejo. Liana trata de tomarme de la camiseta. 

—Theo, Theo, ¿qué estás haciendo? No creerás que él fue.

El tipejo retrocede un par de pasos. No sé qué me ocurre, pero lo tomo del cuello de la camiseta y lo atraigo hacia mí. 

—¡¿Qué paso con la motocicleta?!

—¡Theo, por Dios, basta! —chilla Liana.

—Oye, oye —dice él con una calma me hace sentir más desconfianza—. Yo solo te advertí que la moto no estaba. 

Siento la mano de Liana en mi brazo y lo suelto. 

—¿Qué crees que haces? —me regaña Liana.

—La moto no puede haberse desaparecido así como así.

—Se la llevaron —dice una chica de  cabello negro tras del rubio—. Cuando llegamos vimos que unos tíos se la llevaban en un coche. Así que no fuimos nosotros.

—Tal vez fue Carlo quien se la llevó porque la necesitaba.

—Me lo hubiese dicho —aclaro.

Ya sé quiénes pudieron haberse llevado la motocicleta, pero no voy a decírselo a Liana.

El tipo acomoda el cuello de su camisa y luego inclina su cabeza de lado a lado.

—Tengo un lema de amor y paz que cumplir, es por eso que no te contesté a la agresión. No creas que no he quedado con las ganas de darte unos buenos golpes.

—Lo lamento —me disculpo.

Es la costumbre.

—Ya me habían dicho que aquí no tratan bien a algunos turistas, pero no creí que la demostración sea tan rápida. 

Miro hacia el cielo. No es tarde, pero nos llevará mucho tiempo caminar hasta el pueblo. 

—Será mejor que nos vayamos, Liana. Tenemos mucho camino que recorrer.

Liana asiente, pero no parece muy a gusto con la idea. 

—Liana —pronuncia el rubio. La miro y ella sonríe.  De oreja a oreja. 

Pero qué condenadamente coqueta es tu hija, Landon.

Adrián.

Santiago.

Luca.

¿Cuántos más?

Me guardo mis pensamiento para mí mismo y me alejo un poco.

—Oh, no. Ahora sabes mi nombre. Probablemente vas a soñar con él toda tu vida —dice ella.

Escucho su voz hasta más chillona de lo normal. Sonrío y giro, con la vista hacia al mar. 

Ay, Liana. Así solo harás que él se enamore de...

Giro.

—¿Nos vamos o qué? 

Liana me da una mala cara. 

—¿Caminando? —me cuestiona el rubio—. Estás loco, tío. Llegarán en varias horas.

—Es por eso que quiero irme —tomo de la mano a Liana. Ella me mira con disgusto y sorpresa—. Andando o nos agarrará el frío y la noche. 

—Hey, hey, pero si yo puedo llevarlos.

Liana suelta mi mano.

—Es una gran idea. 

Suelto un resoplido.

—Mi grupo solo vino a tomarse un par de fotografías aquí y luego nos iremos de regreso al pueblo. Podrían esperarnos unos minutos y luego nos iremos todos.

—Me parece perfecto —Liana me codea—. ¿Verdad, Theo?




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