—Perdona, perdona, perdona —me cubro los ojos. Retrocedo varios pasos y luego siento el golpe fuerte de mi cabeza contra la pared.
Mierda, qué vergüenza.
Escucho la risa de Theo. Es fuerte y jocosa.
—Eso te pasa por entrar sin tocar la puerta, Tigger —dice, con un toque de diversión que me hace enrojecerme mucho más.
—Cierra el pico y guarda todo eso en tus pantalones.
—Ah, sí que tienes una vista rápida.
—¡Theo!
—Solo estoy bromeando.
—¡No vi nada! —miento.
La imagen se reproduce en mi mente. Es bueno saber que nadie más que yo puede ver lo que estoy recordando ahora mismo.
—Vale, estoy listo, puedes abrir los ojos.
Descubro un ojo y luego el otro cuando veo que ya está con shorts, pero aún con el torso desnudo. Inclino la cabeza hacia un costado y acomodo mi cabello.
—Yo... venía a decirte que...
¿A qué venía?
Lo miro y me sonríe de lado. Quiero que borre esa cara que tiene ahora mismo.
—Venía a... no hagas eso —digo molesta.
—¿Hacer qué? —cuestiona, con una inocencia que no se la cree nadie.
—Esa cara que tienes ahora —extiendo las manos delante de él.
—Es mi cara de siempre, Tigger.
—No, esa es la cara que usas para... eso.
—Eso —pronuncia antes reír ligeramente—. Jamás usaría esa cara contigo, Tigger.
Sus palabras lejos de tranquilizarme, me ofenden.
—La tienes justo ahora.
Niega con la cabeza y pasa por mi lado. Camina hacia su ropero, escoge una camiseta negra y se la coloca. Me quedo mirando como tres segundos las líneas marcadas de sus oblicuos, hasta que su cara sale por encima de su camiseta. Giro y finjo estar muy atenta observando como un mosquito se posa en su mesa de noche.
Hola, mosquito.
Sexy y caliente mosquito.
—Me causa gracia lo nerviosa que te has puesto.
Giro de inmediato.
—¿Nerviosa?
—Uhmjum.
—¿Yo? Para nada. Estoy muy tranquila —agito una mano y sonrío.
No sé que cara he puesto, pero a juzgar por las cejas fruncidas hacia arriba y la sonrisa boba de Theo, debo tener un gesto un poco penoso.
—Nunca habías visto a un hombre desnudo, ¿cierto?
Me muerdo el labio.
—Ay, claro que sí.
Theo sube una ceja.
—¿Ah sí?
—A Octavio.
—Tú y él... —no dice más, pero yo lo completo.
—Pues claro que sí, ¿qué pensabas? Tuvimos una relación de un año antes de acabar la escuela.
La sonrisa de Theo se difumina.
—¿Y eso quiere decir?
—Que me perdí cientos de buenas películas de Netflix.
Theo aclara la garganta, camina de regreso hacia su cama, toma asiento y empieza a colocarse un par de zapatillas.
—¿Por qué lo preguntas? —me apoyo en una pierna y me cruzo de brazos.
—Por nada, solo era curiosidad —dice.
Asiento, pero me quedo pensando en por qué estoy siendo tan mentirosa con respecto a mi relación con Octavio cuando a duras penas lo dejé llegar a segunda base.
—Liana...
Cuando reacciono, Theo está parado justo frente a mí.
—¿Por qué entraste a mi habitación?
—Porque ...
El móvil suena en mi mano.
—¿Qué haces con mi móvil?
La llamada es insistente, Theo lo toma de mi mano y contesta.
Luego de eso, solo escucho que está charlando con un tal señor Ricci. Theo se aleja un poco y se alborota el cabello una que otra vez y asiente a modo de trabajador reñido. Cuelga la llamada y se deja desplomar boca arriba sobre la cama.
Aprovecho para hablarle sobre la moto, pero me detiene con su voz.
—Ah —se queja—. Esto de ser adulto es una mierda total.
—¿Ha pasado algo malo?
—Cuentas y más cuentas. Y ahora parece que debo un par de meses de renta y a eso le sumo que el recibo de agua ha subido.
No había pensado en los gastos de Theo antes de venir aquí.
—Eso suena mal.
Gira la cabeza y me mira. Me gusta la sonrisa tierna que lleva ahora.
—Tú no tienes de qué preocuparte, tigger. Son cosas que pasan aquí de vez en cuando, pero me las he sabido arreglar bien. Mañana hablaré con el viejo Ricci para que me espere un mes más.
—¿Qué pasa con tu dinero? ¿No te alcanza?
—Llevamos un poco retrasados con las entregas de los gráficos e ilustraciones, así que sin dibujos, el cliente no paga y por lo tanto no hay buenas comisiones.
Me encojo.
—Siento que te estoy quitando el tiempo...
—No, de eso nada —dice, levantándose de un salto de la cama—. ¿Vamos a cenar?
Le echo una ojeada al móvil en su cama.
—Voy a usar el baño primero.
—Vale —dice, arrastrando la palabra.
Luego, pasa por mi costado y cierra la puerta de la habitación, entonces tomo el móvil y busco el mensaje extraño y misterioso. Lo leo otra vez, pero ahora con más atención.
"¿Quieres la motocicleta?"
Att. A
¿A?
Podría desconfiar de Huk porque me trae una vibra muy negra y espinosa, pero definitivamente no se trata de él.
O puede que sí.
Miro hacia la puerta.
Me memorizo el número telefónico y luego borro el mensaje de la bandeja de Theo.
Theo no necesita más problemas y quizás yo pueda solucionarlos. Si quieren dinero, yo tengo mucho. Papá se aseguró de darme más del suficiente para el tiempo que debía pasar aquí. No quiero ser una carga económica para Theo. Se nota que la está pasando fatal y encargarse de mí debe ser una preocupación más con la que tiene que lidiar.
—¡Liana! ¡Apresúrate! ¡La comida se está enfriando!
Vuelvo a dejar el móvil sobre su cama. Abro la puerta de la habitación y lo encuentro sosteniendo un plato de comida en cada mano. Sonrío.
Tomamos asiento en el sofá. Me acomodo cerca de él y empiezo a devorar la pasta con queso.
—¿Qué tal me quedó?
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Editado: 02.11.2021