Tania se detuvo repentinamente debajo de uno de los árboles de catalpa. Allí, todos desaparecían y el ruido dejó de existir. Solo éramos ella, yo y nuestro futuro asomándose. Nos miramos fijamente. Aquella chica no podía ser de este mundo lleno de maldad y codicia; el aura llenaba de color la oscuridad de mi interior. Nuestros labios eran polos opuestos que se acercaban lentamente hasta tocarse y besarse suave y gentilmente. Solo sabíamos nuestros nombres, pero parecía que había pasado toda una vida a su lado. Las tensiones y nerviosismos se fueron.
Al separarnos, nos sentamos en el césped húmedo, tocando nuestras manos, mientras yo me recostaba en su hombro. El silencio era todo lo que debíamos escuchar para saber qué estaba pensando la otra. Como solía hacer, me quedé dormida.
- Estela, Estela, despierta - dijo Tania mientras acariciaba mi cabeza.
Estaba un poco avergonzada, pero la felicidad de tenerla a mi lado eliminaba cualquier otro sentimiento.
- Ay, ¿qué hora es? - dije con una leve preocupación al ver todo vacío.
- Hace 15 minutos tocaron el timbre, pero no quería despertarte - Tania dijo con una voz que mostraba alivio.
Mi chica de pelo castaño se levantó y se limpió la tierra que había quedado en su pantalón. Ella extendió una de sus delicadas manos.
- Levántate, vamos a clase.
Yo reí levemente y acepté. Al estar de pie, Tania me abrazó y me dio un beso en la mejilla, susurrando con voz seductora: "Nos vemos a la salida". Vi cómo se alejaba, saltando y riendo, mientras llenaba de alegría todo el ambiente. Creí que era imposible, pero en ese instante me enamoré aún más de ella.
Las horas transcurrieron hasta poder volver a vernos. Al encontrarnos, Tania corrió hacia mí, se detuvo e hizo una pregunta que hizo que mi corazón se detuviera por un instante: "¿Puedo abrazarte?" Mi cuerpo se movió antes que mi mente y entrelacé mis brazos en su torso. Las miradas estaban a nuestro alrededor. Veía cómo ciertas personas susurraban y nos miraban con cara de desaprobación; otras estaban a punto de gritar de emoción, pero todos trataban de camuflarlo.
Los días transcurrían reuniéndonos, saliendo al receso juntas y llamándonos todas las noches. El reloj que antes era lento y monótono empezaba a correr cada vez más veloz, tanto que era incapaz de detenerlo. Aquel beso parecía solo un lejano sueño que ninguna mencionó, pero siempre teníamos presente. Aquella chica tímida, en realidad era feroz y carismática. Nunca se rompía; todo en su vida parecía perfecto, excepto por aquella extraña torpeza que hacía que se cayera y perdiera el equilibrio, nunca lo presencié pero siempre mencionó con confianza y una dudosa honestidad, convirtiendo su piel en el hogar de hematomas y cortaduras. Cuando menos lo esperé, ya habían pasado dos meses.
En una de nuestras llamadas, se escuchó un estruendo en la casa de Tania. Ella con calma dijo: "Estel, espérame un momento, colgaré pero enseguida vuelvo, no te librarás tan rápido de mí". Sin embargo, después de unos segundos, la llamada continuó. En el fondo, su madre la estaba maldiciendo. "Mi vida sería mejor sin ti." "¡Eres una desgracia!" Los corté y moretones que eran de supuestas caídas los escuchaba en forma de golpes y maltratos. La dulce voz de Tania parecía inexistente. La chica que nunca se quedaba quieta frente a una injusticia se volvía diminuta y frágil.
Nunca me imaginé que alguien con esa alegría podría ser tratada con tal crueldad. Mi sangre estaba hirviendo y mis ojos se aguaron al tener la maldición de no poder hacer nada en aquel instante. Todo era muy claro. Era imposible que una persona que nunca se caía fuera tan torpe. ¿Por qué no pude verlo antes? Tal vez... Solo tal vez estaba cegada al solo enfocarme en la perfección de nuestro alrededor.
Editado: 15.11.2024