Cuando todo acabe, te seguiré esperando

No me veas

El sendero del pasado se interrumpió abruptamente.

-¿Estela? - una enfermera esbelta está parada en mi habitación.

-Hola - pronuncié con una voz que refleja arrepentimiento.

-Es hora del chequeo rutinario, ¿estás lista?

Asentí levemente con la cabeza. La mujer esbelta se acercó.

-Debo sacarte un poco de sangre - dijo con una delicada voz.

Siempre le tuve miedo a esas escalofriantes jeringas provenientes del terror, pero en mí no hay ni una sola partícula de espanto o ansiedad. Aquello me genera curiosidad. ¿Por qué? Tal vez... solo tal vez la pesadilla viviente de mi existir ya lo había agotado. Un pedazo de plasma dejaba mi cuerpo para irse a aquel contenedor que más tarde sería estudiado.

La enfermera salió del cuarto, dejándome totalmente desolada. Solo tenía las memorias de mi amada. Con leve cuidado acaricié el cofre. Aun no me siento preparada para leer aquel diario, pero quería volver a tener un pedazo de ella, tomando así otro pequeño trozo de papel, este era fino y estaba escrito en una hoja grisácea.

"Ámame: la avaricia llena mi ser. No solo quiero compartir esas tiernas y dolorosas memorias a tu lado, o dejarlo solo en caricias y la unión de aquello que llamamos cuerpo. Yo deseo más... que nuestras almas seducidas por el afán se unan y, aun a millas de distancia, sentirnos tan adentro que nunca nos olvidemos. Porque la magia es sinónimo de estar contigo, así que no te vayas nunca, porque te necesito más que el oxígeno. Con él puedo respirar y existir, pero contigo logro vivir. No te vayas, porque eres mi cura, mi Estela de luz. Te convertiste en mi todo, mi corazón dejó de pertenecerme para irse a tu lado, así que no, no quiero latidos de tristeza o euforia, solo unos que digan tu nombre."

Este fragmento ya lo conocía. Era uno que ella dejó abiertamente en el escritorio de su habitación. Aquel día fue la primera vez que logré ver donde habitaba mi amada. Ya habían pasado 3 meses desde que Tania visito mi hogar. Las tensiones eran más fuertes que nunca, y la confianza ya había tomado nuestras mentes.

-Estela, Estela -Vino eufórica y tomó la manga de mi buso gris jalando con delicadeza.

-¿Qué ocurre, Tania?

-¿Quieres venir hoy a mi casa?

Todo parecía dar vueltas, pero no de aquellas que te marean y pierdes la compostura, sino de las que hacen parecer un sueño la realidad. Sin embargo, un pequeño escalofrío pasaba por mi espalda.

-¿Estás segura de que está bien? -dije teniendo en cuenta la llamada que hizo de mi esencia la cobardía.

-Sí, ma... Madre no estará hoy. -la felicidad que mostraba aparentaba volver a la realidad. Sus ojos se apagaron y la culpabilidad carcomió mis pensamientos.

Solo le di un beso en la mejilla y le susurré al oído: "Tania, todo va a estar bien, yo estoy aquí". Sus cachetes estaban colorados y sus labios aún más provocativos. Ella me tomó de la mano para ir a su hogar.

El camino por el sendero de la divinidad visitaba mis ojos. Las calles se tornaban de un verde enternecedor y el sol estaba en soledad. Tania se detuvo.

-Estela... Gracias.

No me miró a los ojos y, como solía hacer, arrastró mi cuerpo, acelerando con ferocidad. Allí tropecé, a mi lado yacía Tania.

-No sabía que te gustara tanto tenerme a tu lado -dijo con un tono vacilante.

La vergüenza hizo que mis palabras se entrecruzaran.

-No digas...  digas no. Ay ya mejor no hablo -me tapé la cara con las manos, sentía que esta ardía.

Tania me tomó de los brazos descubriendo mi rostro.

-Así también te ves hermosa, con tus mejillas a punto de estallar. Lo hace más magnífico el hecho de que fui yo quien lo provocó.

Desde que nuestra amistad se fortaleció, sus vacilaciones crecían, y aquella personalidad divertida y atrevida florecía.

Entre miradas y coqueteos disfrazados en comentarios, llegamos a su hogar. Poseía un tamaño promedio. Al entrar, nos dirigimos al tercer piso. La escalera para dirigirse allí era en espiral, siendo la única habitación de aquel piso. La puerta tenía golpes y aberturas. Tania sacó una llave de su bolsillo y entramos. Era pequeña, con una ventana grande que hacía ver todo iluminado. No tenía mucho, pero todo relucía de limpieza.

-¿Estela, cuál es tu sueño?

No tenía la valentía para decir que mi fantasía más utópica era estar toda una vida a su lado, besarla y bailar aquellas canciones que mueven el alma, en un invierno donde solo podamos calentarnos con nuestros cuerpos.

-Emm... Es difícil, tengo muchos sueños.

-Dime el que más te llame.

-Quiero ser feliz. ¿Y tú, Tania?

-Quiero casarme, en un lugar rústico donde la naturaleza sobresalga, que aquella persona que esté a mi lado me anhele tanto como yo y pueda besarla profundamente cada vez que lo desee.  Estela, tu eres esa persona.

-Ta... Tania, no juegues así conmigo -dije con incredulidad.

-No es una broma, en serio te anhelo, y no sé si esto sea mutuo, pero ya no puedo soportar ocultarlo y perderte en los brazos de otro .

 




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