Sin palabras, señalé a Tania. La mujer fue rápida en verla, reacciono y con sus dedos en la nuca de mi amada, le midió el pulso. Con una fuerza que parecía de los dioses, la alzó.
-Acompáñame, Estela.
Al salir, vi cómo se llevaban a Adhara mientras esta no mostraba signo de conciencia. Más adelante se encontraba una ambulancia. Acostaron a Tania en una camilla y me dijeron que la acompañara. Todo pasó muy rápido.
-Estela, me llamo Maiá. Te acompañaré a ti y a Tania mientras contactamos con tus padres e investigamos la situación -exclamó la chica de ojos verdes.
-Está bien, Maiá.
Poco a poco se veía cómo Tania abría los ojos, delirante y con una voz de alguien que apenas acaba de levantarse pronunció: "¿Ya todo acabó?".
-Sí, Tania, nada de esto pasará otra vez.
-¿Dónde está tu mano?
-Aquí, mírala.
Mi hermosa chica tomó aquel conjunto de dedos y uñas.
Tania, con una sonrisa, cerró sus ojos.
Estaba deprimida y ardiendo de ira. No podía imaginarme que alguien pudiera tener la suerte de tener a tal chica en cada etapa de su vida y, aun así, machacar su espíritu, haciendo su cuerpo y alma un trapo lleno de moretones.
Con una mirada enternecedora, me observó fijamente.
-No te merezco, Estela.
-Es verdad, no me mereces. Nunca merecerás a alguien que tiene miedo de demostrar a quien ama, que puso en duda todo lo que siente, que ha cerrado su corazón al mundo y lo único que hace es vagar por el sendero del arrepentimiento. Es verdad, jamás lo merecerás, porque eres demasiado. Dudo que entre los 8 billones de personas alguna valga tanto como tú.
Otra vez aquellos ojos empezaron a derramar lágrimas.
-No es cierto, nunca nada de ello lo será. Soy pecadora, una que no valdría ni 4 céntimos. Guardo en mi corazón rencor y odio, he deseado el mal con tal de yo estar bien. Temó ser lo que aborrezco y la repulsión se vuelve un fantasma que me atormenta. Soy mentirosa, la máscara que llevo nunca ha sido mi verdadero ser, si fuera así, ¿alguien sería capaz de amarme? ¿Tú serías capaz de amarme? He ocultado tanto que soy incapaz de hallarme. Si el mundo me diera una etiqueta, sería la de villana. Estela, soy impura, cada centímetro de mi corazón se pinta de un color negro, sinónimo de la maldad. Deberías alejarte antes de hundirte, solo sirvo para ello.
-Así me repliques una y mil veces, e intentes alejarme con tus penurias, no lo harás. Yo no me enamoré solo de tu felicidad y fortalezas, también de tu torpeza y debilidad. No me importaría si la sociedad inmadura e inflexible te encasilla como 'villana', seguirás siendo mi heroína.
-Si lo que me dices es cierto y no solo palabras de consuelo... prométeme que nunca me dejarás.
-Así muera, volvería a la vida solo para estar contigo.
El ambiente era enternecedor. Me olvidé de que a nuestro lado estaba Maiá, su rostro no mostraba ni una pizca de emoción. Tal vez... solo tal vez había entrenado para ello.
Llegamos. A Tania la recibió un grupo de residentes. Intenté ir detrás, pero una mano me detuvo. "Estela, no puedes ir", Maiá se quedó a mi lado.
-Sé que no es de mi incumbencia, pero en mi vida he aprendido algo: los obstáculos pueden aparentar ser imposibles, pero el corazón puede superar lo que la mente no.
Aquella frase terminó con mi gratitud, antes de que un enfermero apareciera.
-Señorita Estela, por favor, venga conmigo.
Caminamos por aquellas paredes blancas y habitaciones que apestaban a enfermedad y sufrimiento. Al llegar, era una habitación donde no había camillas, solo un sofá y un asiento donde posaba un hombre de vestimenta blanca. Estaba confundida. ¿Por qué no estaba Tania?
-Hola, Estela. Toma asiento, por favor.
-¿Hola? ¿Por qué estoy aquí?
No era consciente de la gravedad de la situación. Mi mundo estaba encapsulado en aquella ilusión donde lo único que existía era Tania y yo. ¿Por qué habría algo más?
Editado: 15.11.2024