Nadie me estaba buscando, y empecé a leer el segundo capítulo de la vida de Tania.
"Ojalá pudiera ser un muñeco de nieve que se derrite cuando su infierno llega y deja de sufrir al desaparecer y en forma de vapor va al cielo, y desee ello cuando me miré al espejo y allí no vi a una niña que era alegre y amaba cada centímetro de su vida, sino una joven que había olvidado lo que verdaderamente era la felicidad. ¿Alguna vez lo sentí?".
Toda relación tiene altos y bajos, pero aquello que más me rompe el corazón es saber cómo se corrompía la mente de mi amada con el pasar de las semanas.
Los caos del interior se dan en forma de silencios, que provocan una atmósfera de inquietud. Tania en una época era especialista en guardar todo aquello que mataba su felicidad; era una mentirosa experta, donde las respuestas al preguntar sus sufrimientos se quedaban en evasiones constantes, mientras su falsa sonrisa se volvía convincente y las cicatrices aumentaban. Desde aquel día en el hospital, no me habría su corazón, todos los avances que había hecho para entrar a su mente, me despedían y cerraron las puertas, ¿ que había pasado?
Los días seguían y cada vez que hablábamos, el ambiente se sentía inquieto y abrumado. Ahora Tania era una desconocida; sus ojos ya no aguantaban sostener mi mirada y las evasiones constantes, donde "debía hacer otras cosas", eran más frecuentes. - "Emm, Estela, debo irme", - "La profesora de ciencias me llamó", - "Mi amiga me espera" - ya era inmune a sus mentiras. Me sentía vacía como si un ser amado me apuñalara con una espada que yo misma forjé. No soportaba que estuviese alejándome. ¿Acaso era culpable de algo? Mil ideas que se basaban en culparme por todo lo que pasaba estaban cayendo con gran fuerza sobre mí.
Las personas suelen creer que sus problemas se vuelven veneno para aquellos que están a su alrededor. Caen en el error constante de callar su sentir, mientras que los seres que los aman se envuelven en la preocupación de la desinformación. Si alguien te conoce bien, sabrá el significado de tus ojos y los momentos donde estás afligido. Que Tania se ocultara detrás de una cortina no me hacía ciega ante sus emociones.
Pero decidí ser paciente y esperar a que ella quisiera abrirse hacia mí, pero aún dándole días, nada mejoró.
No soporté ver que cada día sus ojos se veían más apagados y su sonrisa suplicaba ayuda; cada vez sus labios eran más pálidos y en un momento dejó de mostrar tan bella dentadura. En medio de mis reflexiones, llegue a la conclusión de que no quería perderla.
Así me acerqué a ella un día que estaba desprevenida, sentada en una banca con su mirada perdida en el horizonte. Lo único que hice fue contarle la primera historia que vino a mi mente, si dejaba que el tiempo pasara ella encontraría una escusa en medio del silencio y se iría otra vez .
-Tania, ¿alguna vez te conté la historia de mi hermano?
-No.
-En realidad, lo he llamado hermano desde hace muchos años por simple cortesía, pero aquel hombre desinteresado, que se queda absorbido en el mundo de la tecnología, es un simple conocido, hijo de los difuntos amigos de mi padre. Cuando él tenía 6 años, sus progenitores lo dejaron en la guardería y mientras estaban de regreso por la carretera, los frenos fallaron y allí, envueltos en rocas y el mar, ninguno sobrevivió. Pensaba que su vagancia era incomprensible y que no se debía acordar de tal accidente, pero un día estaba cerca de su habitación y por medio de una abertura vi que sostenía una foto donde una mujer delgada y de pelo rubio cargaba una versión infante de él, se escuchaba algo parecido a un sollozo, mientras pronunciaba - "Te extraño, mamá, ¿por qué tuviste que dejarme?
Editado: 15.11.2024