Cuarenta Semanas

SEMANA 12

Catherine

Domingo, 17 de mayo. Una semana después de los exámenes.

Mi corazón latió con fuerza y rapidez mientras mis manos temblorosas abrían el maldito sobre que marcaría mi futuro. Alexia estaba en la misma habitación que yo, no obstante, la pequeña pelea que tuvimos ni aún se había arreglado. La jornada de exámenes terminó el viernes pasado y después de una semana de espera, por fin podría saber si estaba aprobada o no.

—¿Lista? —Alexia se posicionó a mi lado con el sobre abierto—. Tres, dos, uno…

Extraje el papel del interior y dejé el sobre en el escritorio antes de apresurarme a leer la calificación:

 

Nombre: Marie Miller, Catherine.
Calificación: 12,7 sobre 14.
Modo: Apta.

 

Grité al mismo tiempo que Alexia. Intercambiamos las cartas para comprobar nuestras respectivas notas y la abracé mientras reía. Me estrechó entre sus brazos con fuerza pero sin hacerme daño realmente. Apoyé una mano en sus hombros y clavé mi mirada en la suya.

—Hemos aprobado, Alexia. ¡Primer año de universidad superado! —exclamé.

—No lo puedo creer. Ahora nos espera un largo e increíble verano —suspiró—. Aunque pasemos la mayoría del tiempo separadas, prométeme que no te olvidarás de mí.

Puse los ojos en blanco.

—¿Me ves capaz de hacerlo, tonta? Quiero conocer a ese misterioso novio tuyo, ¿de acuerdo? Tengo que llamar a Dimitri, también a Nate, para contarles esta noticia y… Vaya.

—¿Qué ocurre?

—No sé si estoy preparada para que su madre me conozca. Ni siquiera sé su nombre. Además, ¿qué imagen tendrá de mí cuando descubra mi edad y el reciente embarazo? No quiero que piense que soy como esas chicas que se acuestan con el primer hombre que pillan… —me callé.

—Seguro que le caerás bien. ¡Darás a luz a su primer y único nieto!

Dejé la carta doblada junto al sobre y saqué la maleta del armario. Era hora de evacuar la residencia hasta el próximo año. Aunque ahora que lo pensaba detenidamente, el año que viene ya no estaría aquí. Ni siquiera sabía si sería capaz de continuar con los estudios a pesar de mis buenas notas.

Eché la ropa bien doblada en el interior de la maleta mientras sentía la mirada de Alexia clavándose en mi espalda como cuchillos afilados. Daba escalofríos.

—¿Qué? —pregunté con cansancio.

—No quiero comenzar las vacaciones sabiendo que estamos así —se encogió de hombros, aproximándose—. Me gustaría disculparme por mi estúpido comportamiento. Sé que las cosas no han sido sencillas últimamente y lo único que hago es reprochar atención.

—Lo haces con razón, Lexi —le miré a los ojos—. He descuidado nuestra amistad por completo con el asunto de Dimitri y el bebé. Hay tantas cosas que me gustaría contarte…

—Entonces, ¿qué esperas? —se sentó sobre la cama tras apartar la maleta, y cruzó las piernas—. Todavía disponemos de tiempo para irnos, nos han dado varias semanas de plazo, así que no hay prisa. Puedes hablar de todo lo que quieras durante el tiempo que quieras.

Tomé la silla y la arrastré hasta que quedó frente a ella. Jugué con el dobladillo de la camiseta de tirantes —sí, el calor parece haber aparecido por arte de magia—, antes de alternar la mirada entre ella y cualquier objeto inanimado de la habitación.

—Dimitri va a continuar con el compromiso, y puestos a ser sinceros, me molesta que pase tiempo con Svetlana sabiendo que será padre. No quiero convertirme en la típica madre soltera que ve como el chico que le gusta es feliz con otra —dije de forma atropellada.

—¡Has dicho que te gusta! ¡Lo has admitido!

—¿A quién no? —me apresuré a corregir mis propias palabras.

Demasiado tarde. Alexia no iba a olvidarlo.

—Déjame explicártelo —aclaré mi garganta—. Las dos sabemos que se convirtió en mi amor de verano durante el campamento, y te juro que creí que jamás le volvería a ver. Y ahora es diferente, ¿entiendes? Sigue siendo el mismo tío egocéntrico y superficial pero se comporta como un romántico empedernido y me confunde.

—Vaya, estás realmente pillada por él. Me temo que eso no es lo único.

—Nate es un chico excelente. Sé que también es mayor que yo y no entiendo que he hecho para estar atrapada entre dos hombres, y no digo que me guste, no pienses mal —alcé las manos—. Me gustaría conocerle más sin que esto… —puse las manos en mi vientre—… le haga correr despavorido.

—No lo hará si se lo explicas. Yo no lo hice. Y misteriosamente Dimitri tampoco, que es lo que me parece más extraño. Fue como si se… alegrase de descubrir el embarazo —frunció el ceño.

Pasé las manos por mi cabello, echándolo hacia atrás mientras bufaba.

—Necesito ordenar mi vida y mis sentimientos. No puede gustarme Dimitri pero tampoco puedo poner la distancia que necesitamos pues regresaríamos al punto de partida y…, no por favor… Él sigue siendo el padre del bebé.

Alexia me acunó en sus brazos y apoyé mi barbilla en su hombro.

—Todo se solucionará con el tiempo, Cathy.

Terminamos de recoger la habitación y arrastramos las maletas escaleras abajo. Mis padres nos esperaban en la puerta de la residencia. Dejaríamos a Alexia en su casa y después nos dirigiríamos a la mía. Me era extraño regresar a casa después de que mis padres descubrieran el gran secreto, pues eso les daba a entender que yo y Dimitri… Instintivamente presioné una mano en mi barriga y aguanté la respiración para no tener otro ataque de ansiedad cuando le vi.

Patrick estaba de espaldas al coche y con el teléfono pegado al oído.

Su rostro se iluminó cuando me vio aparecer y, antes de ser capaz de pronunciar algo, guardó el móvil y me abrazó con fuerza; ese típico abrazo de oso que te dejaba sin respiración. Apoyé mis manos en su espalda y le aparté, buscando su mirada.

—¿Ya no estás enfadado conmigo? —murmuré.

—Nunca lo he estado, hermanita —removió mi pelo—. Tan solo estaba decepcionado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.