Cuarenta Semanas

SEMANA 21

Catherine

El día menos querido había llegado. El tiempo parecía volar ante mis ojos. ¿Estaría soñando y, cuando despertara, sería principios de febrero? No, claro que no. Alexia intentaba peinar mi cabello enmarañado con los dedos, pues tenía planeado un perfecto recogido que iría a conjunto con el vestido que tanto nos había costado encontrar. Suspiré ante mi reflejo. Me gustaría esconderme bajo las sábanas de mi cama y no volver a salir.

Hoy sería la primera vez en mi vida que asistiría a un baile de cóctel. Bart Ivanov, el padre de Dimitri, quería regalarle a su hijo la mejor fiesta de compromiso que podría existir en la faz de la tierra. Así que usaría una de sus mansiones en Manhattan para celebrarlo.

Lo más curioso de todo el asunto —e increíble y romántico—, era que, durante toda la semana, había estado recibiendo una rosa junto a un mensaje por parte de Dimitri. A pesar de que no ponía ninguna indicación de quién las mandaba, con tan solo olerlas me era suficiente para saber que eran suyas. Quizá la esperanza no estaba tan perdida como creía. Si bien recordaba, su boda sería en tres días a partir de hoy. Mi corazón se encogió en un puño al darme cuenta de la realidad de los hechos.

Agaché el rostro en respuesta a mis pensamientos.

—¿No te gusta? —la voz de Alexia me hizo poner los pies en la tierra—. Siempre podemos cambiar el peinado. Yo ya estoy lista, como puedes ver.

Arqueé una ceja, contemplando su pantalón de chándal y el moño mal realizado. Sonrió con diversión e intenté relajar los hombros.

—Lamento que no te haya invitado —murmuré, jugando con mi anillo de plata—. Me parece extraño que Svetlana hubiera decidido invitarme a mí, pero no a ti. De nosotras dos, tú te mereces disfrutar de la noche. Yo, en cambio… No sé si seré capaz de soportarlo.

—Aunque yo no esté ahí, piensa que siempre estaré a una llamada telefónica de distancia. Iré a recogerte si es necesario, ¿de acuerdo? —respondió al instante.

—Gracias, de verdad lo aprecio.

No comentó nada sobre el asunto, pues realmente no había nada más que decir. Svetlana conocería la existencia de mi embarazo esta misma noche. Hoy mismo. No era capaz de creerme ni mis propios pensamientos. Tras unos largos e infinitos minutos, Alexia terminó con el peinado. Al final se olvidó del recogido y se limitó a ondularlo, dejando que cayera en mis hombros como una cascada.

Llevaba puesto un albornoz de color grisáceo, como si estuviera en una película de Hollywood y me estuviera preparando para una actuación.

En cierto sentido así era. Sonreiría y fingiría que todo estaba bien cuando lo único que necesitaba era huir durante una larga temporada. Esa opción todavía estaba en mente, pues no cabe olvidar la propuesta de mi hermano. Me levanté y con la ayuda de mi gran amiga, conseguí colocar el impresionante vestido amarillo en su sitio. Marcaba bien mi vientre, así que no tendría que estar preocupada por los estúpidos comentarios. Me veía, y sentía, más adulta. La chica del espejo no era yo, o al menos, eso era lo que sentía.

—Dimitri abandonará a Svetlana ahí mismo en cuanto te vea —se burló Lexi mientras giraba a mi alrededor en busca de cualquier mínimo fallo—. Después de todo lo que ha pasado entre vosotros estas últimas semanas, no me cabe duda.

—He dejado de hacerme ilusiones, Alexia —sacudí la cabeza con suavidad, apoyando las palmas de las manos sobre la mesa del escritorio—. Le di a elegir aunque no fuera lo más idóneo y optó por la opción incorrecta: él mismo. Siempre se ha elegido a sí mismo, y quizá ese es uno de los motivos por los que puede acabar solo.

—No puedes decir eso —me reprochó.

Me encogí de hombros con una actitud escalofriante, incluso para mí misma.

—Todo empezó hace unos años, Alexia. ¿Recuerdas?

»Era verano, y toda nuestra clase se preparaba para pasar el mejor mes de sus vidas. El campamento de Royal Young era sin duda alguna el más célebre de todo el estado. Y nosotros éramos los afortunados por haber encontrado un hueco. Lo conseguimos a tiempo, y fue gracias a un benefactor cuya identidad desconocíamos hasta que llegamos al campamento.

»El sol brillaba con tanta fuerza que se hacía imposible alzar la mirada, y la brisa cálida aumentaba las ganas de zambullirse en el lago de aguas cristalinas. Todo parecía un sueño.

»—¡No me puedo creer que estemos aquí! —Alexia gritó con emoción—. Es decir, hemos visto esto en un millón de revistas y ahora somos nosotras quienes pasaremos las próximas tres semanas aquí.

»—Creo que me desmayaré en cualquier momento —dije irónicamente.

»—Por favor, niñas —Svetlana, que por ese entonces trabajaba como colaboradora de la universidad, puso los ojos en blanco mientras rodeaba nuestros hombros con sus brazos—. Soy monitora aquí, afortunadamente, y no me gustaría tratar con bebés.

»Mi afinidad respecto a Svetlana no era tan buena como lo era hace unos meses, sin embargo Alexia estalló en carcajadas y se alejó, haciendo caso omiso a su tonta advertencia. Yo imité sus actos. Recogí nuestras maletas y las arrastré hasta el interior de nuestra cabaña. Compartiríamos habitación, por llamarla de alguna forma, con otra joven.

»No me desagradaba en absoluto, pero tampoco me hacía mucha ilusión. Quizá esa iba a ser la única pega que encontraría durante todo el verano. O eso creí.

»Un Porsche de color rojo aparcó en mitad del prado como si nada. De él se deslizó un hombre con traje y chaqueta. No comprendí como podía llevar aquello con este calor. El grupo de estudiantes se aglutinó alrededor del coche y Svetlana y el otro monitor se apresuraron a darle la bienvenida. Su nombre era Bart Ivanov, y su hijo, quienes todos conocemos demasiado bien, continuaba en el asiento del copiloto. Le vi bufar desde mi posición aunque tampoco estaba muy segura.

»—Os presentamos a Bart Ivanov, el maravilloso hombre que ha pagado nuestra estancia aquí. Bienvenido, señor, es un placer conocerle al fin —el chico de ojos oscuros se aproximó a Bart.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.