Cuarenta Semanas

SEMANA 23

Catherine

La casa no había cambiado en el más mínimo detalle en este último mes. Continuaba igual de bonita, elegante, y acogedora que siempre. Tal y como yo la recordaba. Pagué la tasa correspondiente al taxista y me apresuré a refugiarme del abrasador sol bajo el porche. Un coche de color negro esperaba junto al aparcamiento. A esa zona solo se podía acceder con el permiso de Dimitri.

No me aproximé. ¿Y si los periodistas habían conseguido pasar la valla de seguridad? Llamé a la puerta repetidas veces, a la espera de encontrarme con el rostro desenfadado de Dimitri. Sin embargo, los minutos transcurrían y nadie acudía a abrir la puerta. Extraño. Probé a girar el pomo con la intención de saber si había alguien en su interior, y me sorprendí cuando la puerta cedió sin esfuerzo alguno. No estaba el cerrojo echado, ni siquiera la llave puesta por detrás.

—¿Hola? —musité con un poco de temor.

Me adentré y cerré la puerta tras de mí. Tomé la libertad para asegurarla, para evitar que nadie más pudiera colarse en la casa. La chimenea estaba apagada y, conforme avanzaba, me iba encontrando con objetos rotos esparcidos por todo el suelo. El vello de mi nuca se erizó y tuve que abrazarme a mí misma ante la mala sensación que me invadía. Dirigí mi atención a las escaleras antes de subir por estas con rapidez, tomándome con las macetas resquebrajadas.

El cuadro de Dimitri junto a Mary también estaba hecho añicos. Era como si un terremoto hubiera pasado por aquí, arrasando todo a su paso. La única fuente de luz procedía de la habitación de Dimitri, por lo que supuse que se debía encontrar allí. La puerta entornada me impedía ver con antelación lo que sucedía, pero me imaginé a un Dimitri agobiado por la presión de la empresa ante la pantalla del ordenador.

No podía haber estado más equivocada.

Su habitación era la peor de todas las estancias. El portátil lanzado por los suelos, al igual que los cojines. Las sábanas de la cama tampoco estaban donde debían estar. Cuadros hechos añicos, las cortinas echadas para no filtrar la luz. Solo la lámpara de la mesilla emitía esos destellos. Dimitri, sentando en el lateral derecho de la cama, llevaba hacia sus labios lo que parecía ser una botella de Vodka. La barba le había crecido varios centímetros, poblando parte de su cuello.

Portaba una camisa blanquecina, manchada, y con los botones desabrochados. Pareció no percatarse de mi presencia, y si lo hizo, no se inmutó. Continuó bebiendo sin descanso. Las ojeras bajo sus ojos mostraban su falta de sueño, y parecía que su piel se había esclarecido por la escasez de luz. ¿Qué demonios le había sucedido? ¿Tendría esto que ver conmigo? Mi rechazo en la última fiesta debió dolerle demasiado, y ahora me arrepentía de no haber hablado con él cuando tuve la gran oportunidad.

—Dimitri —mi voz hico eco en la estancia—. ¿Qué haces?

Se encogió y, acto seguido, clavó su mirada profunda y penetrante en mí. No ocultó el asombro. Aparentemente, no se esperaba mi visita. ¿Realmente no me había escuchado entrar?

—El alcohol me está provocando visiones, sí —se dijo a sí mismo mientras estudiaba mi cuerpo con la mirada. Agachó la botella, apoyándola en su regazo y añadió—: Tú no quieres verme.

—Por primera vez en la historia, el señor Ivanov está equivocado —intenté gastar una broma con tal de subirle esos ánimos, no obstante, causé el efecto contrario.

No le agradó la manera en la que me había dirigido a él.

Abandonó su posición, tambaleándose a causa de la gran cantidad de alcohol presente en su organismo, y fue en ese entonces cuando me percaté de las lágrimas anegadas en sus ojos. Dios mío. Esta era, y sería con toda seguridad, la única ocasión en la que le vería llorar. Pero, ¿por qué? ¿Qué motivo le había llevado a este extremo?

—Dimitri, me estás asustando —permanecí inmóvil.

No estaba segura de si querría tenerme cerca.

—Me he quedado solo —su voz se mostró muy agotada, como si esta fuese la enésima vez que repetía las mismas palabras—. Ya no tengo a nadie más, Catherine. Debería de sentirme bien por ser el elegido de mi padre, por… Por tener la empresa bajo mi control pero… Yo… Yo siento que en cualquier momento voy a cometer una locura y terminar con toda esta…

—Eh —alcé las manos en el aire—. Si te refieres a lo sucedido durante la fiesta, soy yo quien tendría que disculparse. De una forma u otra te hice culpable de los hechos cuando, en realidad, tú no sabías nada acerca de Nathaniel o Jacob. Me enfadé debido a la rabia de haber sido engañada durante tanto tiempo, pero no quiero que pienses que te odio.

—No… No lo comprendes —volvió a aferrar la botella, prácticamente vacía—. Te perdí el día en el que me diste a elegir entre la empresa y tú. Lo hice… Ya no te tengo. De nuevo he efectuado una elección incorrecta y siempre me percato del error cuando es demasiado tarde. Yo… Catherine, lo siento tanto. Por favor —hizo el amago de no echarse a llorar, de nuevo—. Perdóname, necesito escucharlo por última vez.

—¿Cómo que por última vez? —creí que en cualquier momento me desmayaría. Mis rodillas temblaban tanto que parecían estar hechas de gelatina—. ¿Te marchas, Dimitri? ¿Es ese el motivo por el que estás así? Sabía que asumir ese cargo comportaría nuevas responsabilidades pero…

Sacudió la cabeza antes de que pudiera terminar la frase. Tantos gritos, el escándalo, no era propio de él. Jamás se había comportado así conmigo, ni siquiera cuando le encontré borracho el día de la pelea. Ahora era distinto. Hice un amago de aferrarle el brazo, pero se volvió con rapidez.

—¡No tengo nada aquí! —vociferó—. Ese es el motivo por el que necesito irme. El simple hecho de saber que estoy en Manhattan, a apenas unos kilómetros de ti y que tú no quieres verme. ¡Me está matando! Si tan solo supieras el verdadero motivo, si fuera capaz de pronunciarlo…

—¡Pues, dilo ya, maldita sea! —grité en respuesta, alterada—. ¡Estás sacando las cosas de quicio! No hemos hablado después de lo ocurrido así que no tienes derecho a reprocharme todo esto —no me detuve, a pesar de que él quedaba de espaldas a mí cara—. No sabes nada de mí, ¡nada!




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