Cuarenta Semanas

SEMANA 27

Catherine

—¿Que ha hecho qué? —Alexia no ocultó su asombro.

Anduve de un lado a otro, procurando no chocar contra el mobiliario situado a ambos lados de mis caderas. Mordisqueé mis uñas en un acto de nerviosismo y eché un vistazo en dirección a Alexia. Dimitri y yo habíamos vuelto a discutir. Lo peor del asunto no era la disputa en sí: desde hace dos días no sé nada acerca de él. Mi amiga constituía mi mayor apoyo en estos momentos, por lo que acepté gratamente la oferta de pasar la noche en su casa. No deseaba pisar la mía hasta que el problema se hubiera solucionado. ¿El motivo?

Me negaba a que me vieran de esta manera.

—No soy capaz de vivir sin saber qué nos sucederá mañana —dije súbitamente—. Un día estamos bien, y al próximo alguien procura derrocarle del poder; amenazándole con arrebatarle lo único que posee, es decir, a mí. Me da tanta impotencia saber que yo no puedo hacer nada. ¡Nada!

—Parece que el destino no quiere que estéis juntos.

—¡Eso no me sirve de ayuda, Alexia! —bufé.

Pasé las manos por mi rostro y me senté en la esquina de la cama, afligida. No sabía qué más hacer, ni cómo contactar con Dimitri. Él no había bromeado en ningún momento: necesitaba un tiempo para pensar sobre sus dos opciones, las cuales me incumben a mí y, en mi opinión, yo también debería participar en ellas. Me negaba a perder a quién podría convertirse en el único amor de mi vida, y el padre de mi hijo.

Jamás me rendiría con él.

Golpeé el talón con el suelo repetidas veces, presa de los nervios. Ya era agosto, lo cual significaba que apenas quedaban un par de meses para dar a luz. Mis cálculos —si estoy en lo correcto—, alegaban que el nacimiento sería durante mediados de noviembre. Y no teníamos nada preparado. Ni un hogar, ni siquiera éramos una familia.

Había realizado un breve resumen de lo ocurrido para aclarar las ideas: Svetlana, por un motivo que tanto Dimitri como yo desconocemos, ansiaba el matrimonio más que el dinero. Ella y Bart extorsionaron a mi novio con el asesinato. Bien. Hasta ahí, las cosas estaban más o menos claras. Sin embargo, tanto él como yo nos preguntábamos lo mismo: ¿por qué Svetlana no quería confesar la verdad? ¿Quién chantajeaba a Bart? ¿Qué ocultan esos dos?

—Catherine, hay alguien que podría ayudarnos en todo este asunto —aferró el móvil mientras se aproximaba a mí—. Sé que no te gustará la idea, y al principio a mí tampoco me agradaba, sin embargo, tras hablar con él y aclarar varios asuntos, me parece lo mejor.

—Dime que no es quien yo creo.

—Jacob y yo continuamos juntos. Sé que debería haberle dejado después de todo lo que te hizo; nos hizo —rectificó—. Pero me enamoré de él y no puedo sacarlo de mi cabeza. Di con él en California, sí. Mantuvimos una larga y entretenida conversación y he decidido darle una segunda oportunidad. Jacob está al tanto de lo que sucede en la empresa, y ha ideado un plan.

—¿Eso es lo que has estado haciendo todo este tiempo? ¿Idear planes a mis espaldas?

—Intento ayudarte.

Presionó en el botón de llamada y puso el manos libres. ¿Hablar con Jacob? ¿De nuevo? Intenté calmar mi respiración y descansé las manos en mi vientre, esperando a escuchar su voz. Cuando lo hice, mi corazón latió con más brío. No ocurrió este hecho porque sintiera algo hacia él, si no porque una parte de mí le extrañaba. A pesar de los hechos, Jacob se convirtió en mi amigo, y si no hubiera sido por todas las mentiras, algo más hubiera podido suceder entre nosotros.

Alexia puso el manos libres.

—¿Sucede algo? —su voz sonó desconcertada—. Hemos hablado hace unos minutos.

—Se trata sobre Catherine —supe que se sentía incómoda por la forma en la que apartaba su mirada—. Ha accedido a conocer tus planes. Necesitamos hundir a tu padre de alguna forma, y no podemos permitir que Svetlana regrese y destroce su vida. ¿Sigues en Manhattan?

—Por supuesto.

—Entonces, pasa por casa tan pronto como puedas.

Mi amiga me miró primero antes de mencionar aquellas palabras. Asentí, dispuesta a hacer lo que fuera con tal de ayudar. Alexia se despidió de su novio y depositó el teléfono sobre el escritorio. Dimitri creía que era el único que podría salvar nuestra relación.

Pero también podía hacerlo yo.

○ ○ ○

Jacob llevaba puesta una camisa blanca y unos pantalones oscuros. Debido a que no portaba una chaqueta o corbata consigo, me dio miedo preguntar a dónde se dirigía. Su semblante había cambiado a uno mucho más serio. No parecía el mismo de siempre. A pesar de todo, al mismo llegar, se las apañó para mostrar una sonrisa conciliadora.

—A ver si todo me ha quedado claro —repetí—. Tú le propones a Bart la presidencia de la empresa, él desconoce tu relación con Alexia por lo que creerá que te podrá manejar a su antojo. También eres joven y otorgarás una buena imagen a la empresa.

—Efectivamente.

—Una vez que tengas el poder, y te asegures de que realmente lo tienes —proseguí—, tendrás acceso a la red privada de las industrias. Además, sabes manejar muy bien el tema de informática, podrás incluso hackear las cuentas. Sea lo que encuentres, lo utilizarás en contra de tu padre. Mientras tanto, Dimitri y yo fingiremos una ruptura cuando, en realidad, saldremos de Manhattan. Bart se creerá ganador, conservando así las acciones, y…

—…Le pondremos entre rejas en cuanto se haga público aquello que oculta —Jacob finalizó por mí, asintiendo levemente al mismo tiempo que aferraba una mano de Alexia.

Según lo que él había dicho, Bart ha estado manteniendo reuniones privadas con otros compradores. No había constancia de esas reuniones, ni siquiera en la agenda principal de la empresa. Era como si estuviera tratando con fantasmas. El secreto tan oscuro de Bart que involucraba tanto a Dimitri como a Svetlana estaría fuera en cuestión de días. Tan solo teníamos que atraer las cartas a nuestro lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.