Cuarenta Semanas

SEMANA 31

Catherine

Extendí una mano sobre las sábanas frescas, buscando a Dimitri. Abrí los ojos de par en par cuando no me encontré con la calidez de su cuerpo a mi lado. Me incorporé con suma rapidez, frunciendo el ceño, y contemplé la oscuridad presente en la habitación. Escuchaba su voz en la planta inferior. ¿Qué hora sería? Quité las sábanas de mi cuerpo, las cuales habían quedado pegadas a mi piel debido al sudor, y aparté las cortinas; dejando así que la luz entrara.

Descalza, bajé las escaleras. El bebé pateó enérgicamente y acaricié la zona exacta en la que había sentido ese movimiento.

Mi prometido se encontraba en el salón y con compañía: Jacob. Ambos parecían alterados pero no alzaban la voz. Estaban susurrándose entre ellos. Al verme, Dimitri cesó la charla y suspiró antes de esbozar una sonrisa lobuna.

—Buenos días, mon amour —me dijo, acortando las distancias.

Olvidándose de su hermano, me besó como si no hubiera un mañana. Confusa, adormilada y un tanto sorprendida por la intensidad del beso, logré apoyar el trasero contra la pared y le devolví aquel afecto como pude. ¿A qué venía esto?

Mmm. ¿Qué haces despierto tan temprano? —pregunté antes de bostezar.

—Nada de lo que debas preocuparte —acarició mis mejillas con los pulgares, sonriendo.

Su hombro ya estaba recuperado al completo tras tomar la medicación correspondiente y sin realizar esfuerzos. Yo me había asegurado de que no los hacía. Su accidente apareció en la televisión durante los dos primeros días, pero luego el asunto pareció calmarse de nuevo. Nadie era sospechoso del accidente, pues no se encontró el vehículo que golpeó el suyo.

—Hola, Jacob —dije, alzándome en puntillas para poder mirar sobre el hombro de Dimitri.

Me respondió con una amplia sonrisa y me invitó a tomar asiento, no sin antes recoger los papeles que habían esparcido sobre la mesa. Quise preguntarle a ambos sobre el asunto, sin embargo, me limité a dejarme caer sobre el sillón y a cruzar las piernas de tal forma que pudiera estar cómoda con mi vientre. Algunas veces deseaba tenerla ya en mis brazos. En otras, la idea me aterrorizaba. ¿Estaría preparada para ser madre?

Dimitri apoyó sus manos en mis hombros, desde atrás del sofá, y suspiró.

—¿Qué quieres para desayunar? —preguntó, comenzando con unas lentas caricias.

—No estoy hambrienta. ¿Qué haces aquí, Jacob? —no era estúpida.

Él no me distraería con tanta facilidad.

—Hablar acerca de asuntos económicos de la empresa. Ya sabes, temas que únicamente los hombres viejos y arrugados logran comprender tras muchos años de experiencia —bromeó. Sacudió las manos en sus pantalones y me miró—. ¿Cómo te encuentras? Dimitri me ha confesado que al final será una niña. ¿Cómo le llamaréis?

Jacob también cambió de tema. Oh. Algo me ocultaban.

—Todavía no lo hemos pensado —admití, mirando a Dimitri—. Pero disponemos de unas semanas antes de tomar la gran decisión. No tenemos que apresurarnos.

—Enhorabuena de nuevo, chicos —añadió y se incorporó—. Debería marcharme ya.

—Por supuesto —respondió mi prometido por mí.

Se apartó de mi lado y estrechó la mano de Jacob. Le acompañó hasta la entrada y les seguí con lentitud, apoyando el hombro contra el marco de la puerta que daba al recibidor. Tras desaparecer por el umbral de la puerta, arqueé una ceja, señalando a mi futuro esposo con el dedo. Este respondió alzando las manos en el aire, siguiéndome el juego. Supo que ya le estaba acusando de algo. Posicionó sus manos en mi vientre y dijo:

—¿Cómo has amanecido? —deslizó sus labios por mi mandíbula.

—Podría ser mejor si hubieras estado a mi lado —intenté mantener la cordura, pero el tacto de sus labios en mi piel conseguía nublar mis sentidos—. ¿Qué… Qué quería Jacob? Los dos estabais muy… Preocupados antes de bajar yo. ¿Sucede algo?

Noté como sacudía su cabeza y me aprisionó contra la pared. Apoyó las palmas de las manos a ambos lados de mi cuerpo, impidiendo así que realizara cualquier movimiento, y esbozó una de esas sonrisas que quitaban el aire. Acarició mi piel bajo la tela del pijama y se acercó, sin tocarla, a mi zona íntima. ¿Qué intentaba hacer?

—Solo hablábamos de la empresa —añadió sobre mis labios—. ¿Qué quieres hacer hoy?

—He… quedado con… Con Alexia —respondí casi sin aire.

Maldita sea. ¿Por qué tenía que distraerme de esta forma? Yo quería indagar en aquello que me ocultaba, pero mi cuerpo y él me hacían perder la razón. Su mano tiró de mis bragas hacia abajo y grité. Mi primer impulso fue golpearle antes de recolocarlas en su sitio. Sin embargo, me limité a dejarlas caer y crucé los brazos sobre mi pecho.

—¿Gusta mi prometido de sexo matutino? —pregunté con ironía.

—Puede. Sin embargo, sé que no deberíamos. Es arriesgado.

—No voy a romperme —desabroché su camisa y acaricié los tatuajes de su clavícula—. No soy de porcelana ni una muñeca de papel. Por si todavía no te has dado cuenta, soy toda una persona de carne y hueso.

—Catherine, has quedado con Alexia y sé que nunca te gusta llegar tarde.

Rio para sus adentros y se arrodilló ante mí. Comenzó a subir mi ropa interior con lentitud, acariciando mis piernas a su paso y plantó un beso en la cara interna de mi muslo antes de incorporarse. Mis piernas se hicieron gelatina mientras tanto. Le abroché la camisa de nuevo y le miré con cara de pocos amigos.

—Entonces, me temo que aceptaré su petición de desayuno —respondí.

Tras desayunar y tomar una ducha —Dimitri insistió en acompañarme en cada una de mis acciones. Por mi seguridad, había dicho—, me vestí con prendas azuladas que marcaban todavía más mi embarazo. Recogí mi pelo en una trenza y apliqué un poco de brillo de labios. Bajé las escaleras y me encontré con Dimitri abrochándose su chaqueta de cuero.

—Ey. ¿Adónde vas tú? —pregunté.

—Jacob —se encogió de hombros tras pronunciar su nombre—. Me gustaría tomar un par de copas con mi hermano ahora que estamos en buenos términos, por así decirlo.




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