Cuarenta Semanas

SEMANA 37

Catherine

Las luces penetraron en el interior de la casa tan pronto como giró el pomo de la puerta. Jeremy observó con un rostro impasible que ocultaba su miedo a los policías que aguardaban en el exterior. Me hubiera gustado incorporarme del sofá y echar a correr, empujarle de mi camino y llegar hasta los brazos de Dimitri. Sin embargo, y con toda seguridad, acabaría con una bala en mi espalda y alguna muerte a mi paso.

A pesar de los hechos, tenía que protegerme.

Svetlana estaba tan o incluso más nerviosa que yo. Toda la rabia se había disipado de su rostro y parecía que iba a vomitar en cualquier momento. Mientras tanto, presioné la herida del pie contra una vieja almohada con tal de frenar la hemorragia. Dolió mucho, y también escoció, pero no iba a dedicarle más minutos de mi atención en preocuparme por la herida.

—¡Las manos en alto, ahora! —gritó un hombre desde el exterior. Supuse que se trataba de uno de los policías. ¿Dónde estaba Dimitri?—. No pienso repetirlo, ¡vamos, ya!

Desde mi posición, vi como Jeremy aferraba con más fuerza el arma. Tenía los dedos puestos en el gatillo, como si estuviera buscando su objetivo. Pensé en mi prometido. Él estaría entre todos los presentes. Posiblemente también lo estaría Patrick o Jacob. Mis padres. Alexia. Ellos podrían estar aquí en este mismo instante, expuestos al peligro.

El policía y Jeremy mantuvieron una amena conversación. Básicamente, él se negaba a abandonar la casa sin hacer un intercambio. Como era de esperar, se negaron en un principio.

—Tienes que impedir esto, Svetlana —le dije en un intento desesperado—. Por favor, entiendo que estás asustada y que me odias. ¡Me acosté con el que iba a ser tu marido, lo sé! Pero, después de todo este tiempo, después de declararnos mutuamente… Vamos a formar una familia. Tienes que dejarme salir, necesito atención médica.

—Yo… No puedo hacer nada —musitó con voz temblorosa—, no ahora. Jeremy tiene el control de la situación.

—Es tu hermano. Ambas sabemos que no es Dimitri el culpable del asesinato —proseguí en voz baja con tal de no alarmar a Jeremy—. Bart te usó y te hizo creer que fue su hijo. Esta venganza es completamente inútil. Bart ya está encarcelado, no vais a tener más oportunidades para escapar. Por favor, Svetlana.

—Lo siento —dejó caer su arma al suelo y se sentó en una de las sillas, escondiendo su rostro.

La escuché sollozar y supe que había comenzado a llorar.

No quería sentir pena por ella; no después de todo lo que me había hecho pasar. Sin embargo, logré mantener una expresión entristecida. Quizá encontraba una oportunidad para salir de aquí sin más heridas. Jeremy obstaculizaba la salida, por lo que tendría que permanecer justo donde estaba ahora, es decir, atada en el sofá. El bebé pateó con fuerza y acaricié la zona con tal de tranquilizarla. Podía hacer esto.

—Me parece perfecto —Jeremy alzó la voz al instante. Sus pasos se alejaron de la puerta y apoyé una mano sobre la mesa situada a mi derecha—. Adelante, pasa y comprueba que Catherine se encuentra en perfectas condiciones. Está aquí mismo.

¿Qué?

¿Quién se había ofrecido para el intercambio?

No, no, no. Dimitri. Ha tenido que ser él. Por supuesto que arriesgaría su vida por salvarme. ¿Por qué lo había hecho? ¡No! Él no puede encerrarse aquí conmigo. Le matarán tan pronto como ponga un pie en el interior de esta casa. Mis pulsaciones se aceleraron y tuve que aferrarme a los laterales del sillón con tal de no caer a un lado.

Unos pasos muchos más ligeros ascendieron por las escaleras de la entrada. Clavé la mirada en la puerta, esperando ver su rostro, pero jadeé al ver que no se trataba de él.

○ ○ ○

Jacob pasó al interior con las manos elevadas, mostrando que no llevaba arma alguna. A pesar de que no era quien yo esperaba, quise echarme a llorar. Pero me contuve. Esto tan solo acababa de empezar, aún quedaba mucha noche por delante.

—No eres quien yo deseaba, pero también me eres útil —dijo Jeremy, sonriente—. Adelante, ¿quieres echar un vistazo a la querida Catherine Miller? Se encuentra junto a mi hermana.

Asintió levemente y manteniendo las manos en alto, caminó hacia mí. Su mirada se encontró con la mía y eché la cabeza hacia atrás, derrotada por el cansancio y agobio. Tenía que controlar mis emociones o acabaría desmayada ante todos.

—Catherine —mencionó mi nombre con suavidad y comprobó mi estado—. Estás sangrando.

—Tengo que… Tengo que salir de aquí —intenté incorporarme, pero no pude—. El bebé está bien, tan solo me he cortado.

Ejerció presión sobre mis hombros para evitar cualquier movimiento.

—Ni hablar. La ambulancia ya está en camino. Trasladarte a un hospital ahora mismo supera los límites del peligro. Tienes que quedarte aquí, ¿de acuerdo? Voy a distraer a Jeremy para que Dimitri pueda sacarte de esta prisión —me comunicó.

—No… Espera, espera —le aferré de la muñeca como pude.

—Sé cuidarme por mí mismo —esbozó una sonrisa a través de la cual intentó transmitirme una seguridad y esperanza que yo no compartía.

—¡Suficiente! —escuché a Jeremy gritar desde la entrada.

Svetlana había permanecido inmóvil hasta ahora. Levantó la vista, mostrando sus mejillas manchadas de negro —las lágrimas habían emborronado todo su maquillaje—, y se incorporó con suma lentitud. Jacob, sin ninguna otra opción, tuvo que abandonar la habitación. Creyendo que podría salir de la casa, se aventuró a deslizarse junto a Jeremy. No obstante, este le aferró del brazo y, frente a todos, le apuntó con la pistola en la cabeza.

Grité del horror y me levanté, tensando la mandíbula a causa de los dolores punzantes situados tanto en el pie como en las muñecas. Svetlana tuvo que sujetarme de ambos brazos para que no avanzara más. ¿Realmente le dispararía? No. No podía hacer eso. ¿Quería tener una muerte sobre su cabeza, incluso cuando estaba rodeado de policías?




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