Cuarenta Semanas

EPÍLOGO

Catherine

Birretes rojos y amarillos.

A pesar de llevar unos tacones de infarto, únicamente veía los birretes de graduación pululando a mi alrededor. Jugué con el dobladillo de la túnica roja mientras observaba a los alumnos subir al estrado para recoger su respectivo diploma y realizar la fotografía con el director de la universidad. Mordí mis labios en un intento de calmar los nervios y suspiré.

Efectivamente, lo había logrado. Tras cuatro años, terminé mi carrera de Historia y conseguí mi titulación. Busqué una vez más el rostro de mi prometido y mi hija entre los presentes, pero no los encontré. Probablemente, él comenzaría a aplaudir y gritar cuando subiera a la plataforma. Restaban dos meses para mi próximo cumpleaños, aquel en el que alcanzaría los 23 años. Caray, el tiempo pasa mucho más rápido de lo que había imaginado.

La boda no se había celebrado todavía. Dimitri cumplió las palabras que dijo en el aeropuerto: esperaría lo que fuese necesario para contraer matrimonio. Además, estos últimos cuatro años habían sido tan maravillosos que creía que me encontraba en un sueño. Eso solo probaba que nuestro amor no había sido fruto del embarazo y que era verdadero. Cuatro años, amigos. Días y semanas repletas de risas, amor, alguno que otro llanto y felicidad.

—Catherine Marie Miller —dijo el director, aproximando su boca al micrófono.

Recé interiormente para no caerme al subir las empinadas escaleras y, una vez que mis pies estuvieron de nuevo sobre un terreno firme y equilibrado, sonreí. Me aproximé al director y estreché su mano, como el resto de los alumnos. Me entregó el diploma y miré al fotógrafo que nos esperaba. Había conseguido la nota más alta de toda mi promoción: un trece con dos sobre catorce. Había sido capaz de estudiar y sacarme una carrera al mismo tiempo que cuidaba de mi familia. Eso sin contar los sin fines de ánimos que mi prometido repartía.

Tal y como había supuesto, Dimitri se incorporó de una de las sillas junto a mis padres y aplaudió como si la vida le fuese en ello. Natalie también saltó en una de las sillas. Su cabellera rubia se balanceó con la suave brisa de verano y aguanté las ganas de echarme a llorar. Odiaba cuando me ponía tan sensiblera sin motivo aparente.

Mi hija era la viva imagen de Dimitri. A excepción de la forma de sus labios y nariz; el color de cabello, la forma en la que su mandíbula se curvaba y esos ojos caramelo, lo había heredado todo de su padre. Bajé por el otro extremo del escenario para encontrarme con mi prometido. Antes de ser capaz de bajar los tres últimos escalones, sus brazos ya me estaban atrapando por la cintura y me apretó contra su cuerpo.

—Enhorabuena, Cathy —susurró sobre mis labios—. Ya eres toda una historiadora.

—Gracias, mi amor —respondí y besé con lentitud y ternura aquellos labios.

Cerré los ojos mientras dejaba que la intensidad del beso me llevara lejos. Percibí que Dimitri sonreía cuando se apartó para darle la bienvenida a Natalie, la cual iba de la mano de mi madre. Se liberó al instante y me arrodillé para ser capaz de abrazarla. Suspiré su aroma y la tomé en brazos, haciendo equilibrios con el tacón.

—Eh, princesa —besé su frente y aparté varios mechones rubios de esta—. ¿Has visto a mamá en el escenario? ¿Qué te ha parecido? —le pregunté.

—Papá ha llorado —anudó sus brazos en torno a mi cuello—, pero él ha dicho que era sudor.

—¿De veras? —alterné la mirada entre su rostro y el de mi prometido.

—Oh. Has roto nuestro secreto —Dimitri se aproximó a ella al mismo tiempo que elevaba las manos en el aire—. Ya sabes el castigo que hay cuando no cumples con tu palabra. ¿O acaso te has olvidado de lo que sucede, pequeña?

Me vi obligada a dejar a Natalie en el suelo para que pudiese echar a correr. Como era de esperar, Dimitri la alcanzó cinco segundos más tarde y la atrapó entre sus brazos, comenzando a hacerle cosquillas. Nat se removió en sus brazos mientras las carcajadas emanaban de sus labios. Mis padres aprovecharon estos minutos de tranquilidad para abrazarme y darme la enhorabuena. Jacob todavía estaba sentado entre los presentes, esperando el turno de Alexia. Me apresuré a tomar asiento junto a él con la compañía de mi prometido e hija.

—Felicidades, Catherine —Jacob dijo nada más llegar—. Ahora ya puedes sumergirte de lleno en el mundo de los adultos trabajadores y cuidadores de niñas traviesas y risueñas —añadió mientras extendía una mano hacia Natalie.

—¡Oh, vamos! Sabes muy bien que toda mi adolescencia desapareció hace mucho. Me gusta como soy ahora, mucho más adulta y decidida a conseguir lo que quiero —crucé las piernas, acomodando el vestido rosado que llevaba bajo la túnica roja—. Aunque, aparentemente, mi objetivo número uno de la lista ya se ha cumplido.

Le di un pequeño codazo a Dimitri, mirándole de reojo.

Mi prometido deslizó un brazo por mis hombros y sacudió la cabeza mientras reía. Clavé la mirada en el escenario, esperando ver a mi mejor amiga. Alexia —entre el curso número tres y cuatro de su carrera—, se vio obligada a dejar los estudios. No, no se quedó embarazada ni nada por el estilo. Las industrias Ivanov iban mejor que nunca, por lo que Jacob se vio obligado a marcharse a Australia durante ocho meses. Obviamente, Alexia se negaba a estar todo ese tiempo alejada de su novio por lo que, simplemente, se fue con él.

Yo hubiera hecho lo mismo.

Natalie tomó asiento en el regazo de su padre y jugó con una de las muñecas que había traído de casa. Adoraba estos momentos, jamás me cansaría de estar acompañada por las personas que más quiero. El director mencionó el nombre de mi amiga y aplaudí conforme avanzaba hacia el centro del escenario. Hizo un saludo a todos, como si estuviera en un espectáculo antes de bajarse. Jacob fue el primero que se hizo paso a través del pasillo de sillas para alcanzarla.

¿Quién me hubiera dicho que ella y yo terminaríamos con los hermanos Ivanov? Pasados veinte minutos, la ceremonia acabó y la fiesta dio pie. Yo no tenía ánimos de pasar toda la noche acompañada de unos amigos de clase, borrachos como una cuba. Sin embargo, y tras las insistencias de mi prometido, acepté. Natalie se quedaría a dormir con mis padres en Houston. Ellos pasarían esta semana y la siguiente con nosotros.




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