Madre Del Caos

Capítulo 17: La final

SIENNA

Día cuatro

Otro amanecer, otra noche sin poder descansar del todo. La pesadilla se repite una y otra vez, llenándome de frustración. Tengo el poder para cambiarlo, pero... ¿por qué no puedo?

—As, vamos, levántate. Es el último día de estos juegos macabros.

—Mmm... —responde dormida, enterrando más la cara en la almohada.

La empujo suavemente, pero cuando sigue sin moverse, le arranco la cobija y me le tiro encima.

—¡¿Qué te pasa, loca?! ¡Me puedes romper una costilla, Sisi! —se queja entre risas. Su risa me da paz.

—Vamos, vamos, que hoy nos llevamos esa copa.

Astrid me mira con los ojos entrecerrados.

—Tienes muchas expectativas, Sienna. Si no te conociera, diría que tienes un plan en esa cabeza.

Lo sabe. Me conoce mejor que nadie.

—Hoy tenemos dos pruebas: Corte Fuego y Penitenciario, que es la final. Bastian no nos ha dado muchos detalles sobre qué poderes usan en esa Corte, así que supongo que será la prueba más peligrosa.

—Sí, lo sé. ¿Y...? —responde, con su típica actitud despreocupada.

—Ellos entran en tu mente, As. Te doblegan a su voluntad. Pero no pueden hacerlo conmigo, de eso estoy segura. Y si intentan meterse en la tuya, solo tienes que seguir mi voz.

Astrid se incorpora un poco, apoyándose en un codo.

—¿Y cómo se supone que haga eso, Sisi? Me hablas de poderes y cosas que ni tú ni yo jamás habíamos visto.

Le sostengo la mirada.

—¿Reconocerías mi voz entre un millón de personas?

—A ciegas lo haría.

Sonrío.

—Bien, es lo mismo. Cuando ataquen, gritaré tu nombre, te diré cosas que solo nosotras sabemos.

Astrid entrecierra los ojos con sospecha.

—¿Como qué? —pregunta, fingiendo interés, lo que me hace reír.

—Que te gustaba comerte los mocos.

Estallo en carcajadas mientras ella abre la boca en indignación.

—¡Mentirosa! ¡Esa eras tú y tu mugre!

Se abalanza sobre mí para devolverme la broma, intentando hacerme caer de la cama. Nos reímos juntas, enredadas en la colcha, hasta que la entrada de Bastian interrumpe el momento.

—¿Interrumpo?

—Siempre, querido —le digo, aún riéndome.

Él sonríe levemente, pero su risa se desvanece rápido.

—Alístense. Deben desayunar, y hablaremos más sobre la prueba.

Ya listas y armadas, nos sentamos en la gran mesa junto con otros integrantes de la Corte Tierra.

—Y bien —le digo a Bastian, sentándome a su lado.

Pero como siempre, está más concentrado en observar a Astrid, que ahora mismo está subida a una silla, contando una historia como si esto fuera un teatro. Se nota que intenta aliviar la tensión con su energía contagiosa, pero él la sigue con la mirada de manera distinta: atento, vigilante.

Cuando nota que lo estoy observando, regresa la vista a su plato y luego a mí.

—Sabes que ellos entran en tu mente —dice con seriedad—. Juegan con ella.

—Sí, lo sé.

Bastian frunce el ceño y suelta un suspiro corto. Sé lo que significa: está preocupado. No lo dirá en palabras, pero lo demuestra en cada gesto. Su mandíbula está tensa, sus dedos tamborilean sobre la mesa, y de vez en cuando, su mirada se desliza hacia Astrid como si quisiera asegurarse de que sigue allí.

La prueba será brutal, lo sabemos. Pero yo no tengo miedo.

—Bueno —digo, tratando de aliviar la tensión—, tenemos una copa que ganar y tú un aumento de sueldo para nosotras que asegurar.

Le sonrío, intentando aligerar el ambiente. Él solo me observa por un segundo ante de negar con la cabeza, como si yo fuera una causa perdida.

Pero en el fondo, sé que él también tiene miedo.

No sé si es porque es el último día o porque en los tres anteriores no me había detenido a mirar realmente a mi alrededor, pero la arena está abarrotada. Criaturas de todas las Cortes, desde plebeyos hasta lords, observan con expectación. Es un espectáculo, y nosotros, las piezas de un juego cruel.

Caminamos hasta las plataformas que darán inicio a la prueba y, a lo lejos, capto una mirada asesina. Drosk. Me está fulminando con los ojos mientras sujeta a su hermano Zareth por el cuello, ladrándole órdenes.

Mierda, de verdad me odia.

Astrid se mantiene tranquila a mi lado, pero su mano aprieta mi brazo con firmeza. A nuestro alrededor, los demás guerreros se preparan, sus cuerpos cubiertos con trajes de batalla, sus miradas afiladas. No hay nervios, solo determinación.

El presentador avanza hasta el centro de la arena y su voz retumba en el aire.

—¡Bienvenidos al último día de los Cuatro Elementos! —Hace una pausa para sonreír con malicia—. Cuatro entran… pero solo dos, o quizá uno, saldrá.

Algunas risas estallan entre la multitud, pero no en los guerreros. Aquí no hay espacio para el humor.

—Primera fase: enfrentarán lo que el mundo del Fuego tiene para ofrecerles.

Si hemos llegado hasta aquí, tenemos la posibilidad de salir vivas. Estoy segura.

El sonido del gong retumba en el aire.

El juego ha comenzado.

Saltamos al interior de la prueba y corremos hacia la primera puerta. Al cruzarla, nos encontramos con un laberinto. Astrid reacciona rápido y saca una cuerda, marcando el camino para no perdernos.

—Sisi, trepa y dime qué ves.

No dudo. Escalo por la pared más cercana y observo desde lo alto. Todos los caminos llevan a un mismo punto.

—Al centro —le indico—. Debemos movernos rápido.

Escucho el eco de pasos en la distancia. No somos los únicos que han llegado a esta conclusión.

Nos dirigimos al corazón del laberinto y, justo cuando lo alcanzamos, el suelo tiembla. Las entradas se sellan tras nosotros, dejándonos atrapados en una mitad de la sala. Los demás guerreros también están allí, todos en posición defensiva.

Entonces los veo.

Cinco figuras emergen de las sombras, cubiertas con túnicas rojas. No es necesario que digan nada; el calor que emanan es sofocante, como si el aire mismo ardiera a su alrededor. Son de la Corte Fuego. Su presencia es abrumadora.




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