Toda batalla es como un juego de ajedrez, y toda forma de gobierno es un bando que quiere ganar esa batalla. Una nación puede ser dirigida de múltiples formas, algunas más o menos acertadas, puede entrar en guerras para expandirse, pero si su forma de gobierno no es lo suficientemente fuerte, caerá como un castillo de naipes. Dejemos por el momento de decir cosas obvias, y vayamos a lo que de verdad nos interesa: nuestra historia.
El reino de Nusquam, cuya capital es Ciudad de Nusquam, ha sido durante años gobernado por una monarquía absolutista, que a veces ha sido alabada por su profesionalidad y ha sido merecedora del poder divino, y otras ha sido catalogada como el poder del diablo. Como en toda sociedad, se hallan tres clases sociales: la nobleza, la burguesía y el campesinado (recuerden esto, será importante para la historia).
En el año 1902, pasó algo inusual en el reino de Nusquam, el rey tenía ochenta años y no tenía descendencia. ¿Cómo había sido posible olvidar ese rito tan importante para la continuidad de la monarquía? La respuesta era bien sencilla: nunca se casó, no porque no quisiese, sino porque a las demás naciones no les interesaba nada de su reino; por lo que, ¿para qué desperdiciar a sus bellas princesas cuando podrían ser una perfecta moneda de cambio para unirse a una gran nación más poderosa que Nusquam?
Por lo que el rey, en su infinita sabiduría otorgada como su poder por el todopoderoso, convocó a sus ministros.
-No tenemos mucho tiempo para buscar el rey perfecto, ni para educar a uno nuevo. Por lo que he tomado la difícil decisión de dejar que cualquier persona, de cualquier clase social, me exponga una nueva forma de gobierno. Dejaremos un plazo de una semana y luego, decidiré cual me gusta más.
La mitad de los ministros lanzaron sus gritos al cielo. ¿Dar poder al pueblo? ¿Una nueva forma de gobierno? El rey estaba demente, no cabía duda. La otra mitad, sin embargo, lo vio como una oportunidad de alcanzar el poder más rápidamente.
A la mañana siguiente, todo el reino se había hecho eco de la noticia. No tardaron mucho en aparecer posibles candidatos con suculentas propuestas, pero, a poco que uno investigaba, se descubría que eran meras especulaciones.
El rey había dicho que para que tomase en serio la propuesta, debería estar presentado en el palacio real un pequeño informe que el mismo miraría y, si le parecía interesante, haría llamar a su autor para una pequeña entrevista. Miles de jóvenes se dedicaron a pensar en nuevas formas de gobierno, no por el bien común sino para ganar la fama que indirectamente eso conllevaría.
Pero al lector, lo que le interesan no son esos datos insulsos, sino que quiere conocer a los protagonistas de esta historia. Les voy a hacer un pequeño tour para que los conozcan.
Empecemos por la nobleza:
En una de las casas más costosas del reino, vivía el descendiente de sir Richard Blackmont, cuyo nombre hacía honor al de su padre. El joven creía fielmente en el poder de la monarquía absolutista, el pueblo necesitaba un líder que gobernase con mano de hierro y que respetase las diferencias de las clases sociales. Le repugnaba pensar que podía ser algún día comparado con alguien del campesinado.
Continuemos con la burguesía:
Hijo del mayor comerciante de carbón del reino, Kevin Maug, abogaba por el socialismo, la igualdad tanto en derecho como en la economía.
Y ahora detengámonos en el campesinado:
Acostumbrado a compartir lo poco que tenía, se maravilló con las ideas de Marx y Engels. Braulio Thomas, defendía que todos deberíamos tener igualdad de condiciones y que la propiedad privada debería dejar de existir.
En cambio, Ana Flynch creía que la libertad era un derecho fundamental, y que nadie necesitaba líderes, pues si todos cooperábamos podríamos llegar al bienestar común, por ello defendía la anarquía.
Tenían una semana para trazar un nuevo gobierno. Tendría que ser convincente, por lo que los cuatro pensaron respectivamente que hacer. Tendrían que crear un informe que explicase claramente cómo sería el futuro del país si seguían sus indicaciones.
Richard Blackmont se paseaba de lado a lado en su majestuoso salón, mientras tomaba una copita de coñac, llamaba a las musas para que le ayudasen a crear un documento digno de su condición. Sabía perfectamente, que sería su forma la que ganaría ese concurso. Los derechos de la nobleza debían siempre estar ante puestos a los de la burguesía y el campesinado. Además, ¿qué otra forma había? El rey era el rey, y punto. El pueblo debía de someterse al poder que él tenía.
Las musas habían respondido a su llamada. Recogió, de la mesa de nogal, una pequeña campana de oro y llamó a la criada. Papel y pluma, pidió.
En la otra punta de la ciudad, en una adorable casa burguesa, con menos criadas que la mansión de sir Richard, encontramos a Kevin Maug rompiendo hojas a medio escribir. Su esposa le da ánimos, pero este, exasperado, le ordena que se vaya. Al fin en silencio, coge de nuevo una hoja en blanco y moja en tinta su pluma de plata.
Después de sembrar todo el trigo, Braulio Thomas regresa a su humilde hogar junto a su esposa. Besa a sus tres hijos, y come sin cesar la sopa de verduras que le ha preparado su mujer.
- ¿Has pensado ya en el informe que vas a escribir? –le pregunta esta.
- Claro, mientras sembraba.
- ¿Lo vas a escribir ahora?
- ¿Hay papel? –levanta la vista de su cuenco y mira a los salvajes ojos dorados de su esposa.
- Lo he comprado esta mañana, son unas pocas hojas –repuso –así, que más te vale no desperdiciarlas.
- Menos mal que se escribir, quizás sea convincente y las aguas cambien de tornas.
- Ojalá.
Su esposa le coloca las suaves hojas en blanco y una pluma con tinta, que le ha prestado el farmacéutico, a su derecha. Braulio comienza a escribir.