El día histórico había llegado, atrás había quedado la monarquía absoluta y el pueblo miraba hacia el futuro por medio de una república. Todo el pueblo salió a ver a sus nuevos representantes. Ana y Braulio se habían vestido para la ocasión, y Kevin no era menos. Joan e Irina asistían para contemplar el debut de la primera ministra de la Historia de Nusquam, y Amelia y sus hijos para apoyar a Braulio en ese gran paso para el campesinado. Kevin del brazo de su esposa caminaba entre la multitud recibiendo felicitaciones y se subió a lo alto de los escalones de mármol, del antiguo palacio real. Ana y Braulio iban a seguir, junto a sus familiares, el discurso en primera fila.
Kevin Maug, soltó el brazo de su esposa, que se echó a un lado para dejarle todo el protagonismo. Miró todas las caras de sus ciudadanos llenas de orgullo y de esperanza, así que inspiró hondo y comenzó a hablar:
- Queridos ciudadanos, ¡Bienvenidos a la primera república de Nusquam! Tras siglos de monarquía absoluta, por fin, ha llegado el momento de que el pueblo elija a sus representantes. Unos representantes que elegirán a un presidente del parlamento y hablará conmigo. Todas las clases serán representadas en el parlamento, y como miembros fundadores ya tenemos dos ministros, Ana Flynch y Braulio Thomas.
La gente rompió a aplaudir y cuando el silencio volvió a surgir, continuó:
- Es muy importante trabajar unidos, para que nuestro país salga adelante, por eso cada opinión cuenta, así que quedan oficialmente convocadas las primeras votaciones para finales de este mes. Los que quieran presentarse como candidatos de este parlamento pueden hacerlo nada más que se termine este discurso, en la antigua portería de palacio. Recuerden, que todos pueden presentarse, sin importar su sexo, raza, religión o clase social, porque la diversidad es lo que nos hace grandes como personas y sin ello nuestra sociedad no avanza.
Más aplausos, cuando terminaron pasó a explicar su forma de gobierno, un poco cambiada por las propuestas de Braulio y Ana. Esta última y su mujer le habían escrito el discurso y estaba maravillado. No pensaba que su mujer fuese tan útil en política.
Mientras esto sucedía, Richard Blackmont escondido en el palacio real junto a sus afiliados, miraba el momento más oportuno para salir a escena. Su mejor amigo le miró y pensó en Clare, si eso salía mal, nunca más la volvería a ver. Al menos, ella estaba cómodamente en su casa, ajena al caos que iba a desatarse y esperaba que si caían siguiese estando segura.
La mujer encapuchada se paseaba por el palacio, mientras escuchaba el discurso de Kevin y veía a Richard. Miró a la multitud que se congregaba delante del señor Maug, con los ojos llenos de esperanza por un nuevo futuro. Que rápido será extinguido ese sentimiento y sustituido por el del horror y el temor. Bajó algunos escalones y se sentó sobre uno, para no perderse ningún detalle.
Entonces, Richard dio la orden de bajar y lo hicieron, apuntando con sus rifles firmemente a todos. Kevin, ante el cambio de expresión de su público se volvió y vio a Richard apuntándole con un rifle en la cabeza. La mujer encapuchada se levantó para ver mejor.
-Richard, ¿qué se supone que haces? –preguntó sin apartar la mirada de los ojos de Richard.
- ¡Guardias!
Toda la guardia real apuntó a la multitud, entonces el amigo de Richard, comprendió que los había comprado.
- Todo gobierno, que no respete el poder de Dios, va contra natura. El pueblo nunca puede gobernar y la burguesía debe de devolver el poder legítimo que se nos dio. Por eso, ante vosotros declaro una nueva monarquía, inaugurada con la dinastía Blackmont. –dijo. - Guardias, detened a todo aquel que contradiga el nuevo régimen y apresad a la Kevin Maug.
Los guardias retuvieron a Kevin y se lo llevaron, mientras este gritaba que el rey le había dado ese poder. Richard hizo un gesto para que se detuvieran. Dejo el rifle y sacó una pistola y disparó.
John, su mejor amigo, sintió que un líquido le recorría la sien. Una dulce voz, le envolvió y cuando abrió los ojos, era la mujer encapuchada.
-Me ha disparado –dijo entrecortadamente.
El cuerpo de John se desplomó en el suelo y la multitud chilló. Volvió a disparar, pero a esta vez a la multitud, como era un experto en tiro alcanzó a su objetivo. Joan gritó, mientras su esposa Irina, se desangraba entre sus brazos.
-Detenedle a él también. Ver lo que pasa, cuando alguien nos traiciona. Ahora yo soy el estado y vosotros debéis obedecedme.
La mujer encapuchada miro a las dos almas que venían con ella, y pensó que seguramente tendría que volver a por más.
El pueblo, había casi tocado la libertad por un día, con la república, pero ahora se avecinaban tiempos oscuros. La tempestad se había desatado y el pueblo recordaría lo que le fue arrebatado.
FIN DE LA PRIMERA PARTE