Cuatro Gobiernos

Capítulo 3

Los burgueses temerosos de la ira del rey, dieron todas sus pertenecías a los nobles que ocuparían sus vidas. Se retiraron a un barrio, que sería conocido como el barrio burgués para las generaciones futuras; aunque no tenía nada que ver con las ostentosas casas que antes habitaban, eran un buen cobijo contra las fuerzas de la naturaleza. Conseguir trabajo era más difícil, muchos se tragaron su orgullo y trabajaron para los nobles, mientras veían como sus bienes más preciados eran utilizados por ellos o quemados; otros, en cambio, intentaron trabajar con el campesinado, pero estos últimos todavía recordaban que habían sido sus patrones y los miraban con recelo. Así, que la burguesía que ahora formaba parte del campesinado no se llegó a integrar con estos, lo que a menudo llevaba a peleas, que rápidamente eran solucionadas por los agentes del estado.

Pero no solo la burguesía pasaba por apuros, el campesinado fue fuertemente arrebatado de todo derecho. En comparación con un noble, ellos siempre tenían las de perder. Se aumentaron las jornadas de trabajo y se aumentaron los impuestos, pero los salarios se bajaron, por lo que los niños entraron a trabajar a una edad demasiado temprana. Las reuniones de Braulio y Ana aumentaron, e incluso algunos burgueses participaron, hartos ya del nuevo rey. Pasaban los meses y el aire de revolución se palpaba en el aire, tanto que llegaba hasta al hogar de los nobles.

- Clare no aparece por ningún lado, por lo que la dinastía Blackmont, está más que acabada.

- El rey necesita un heredero que nunca va a llegar.

Estas eran las palabras que se oían, hasta que un feliz y funesto a la vez día, Richard llegó con una gran noticia.

Reunió a todos los nobles en el gran salón y con una gran sonrisa anunció:

-Les presento a mi vástago, Richard II de Nusquam.

Moria, entró con un pequeño bebé de apenas tres días entre sus brazos, su hijo, un muchacho que un día reinaría y ella era su madre. Estaba orgullosa, pero rezaba que careciese del carácter de su padre.

Los nobles se acercaron al pequeño para inspeccionarlo con sumo detalle.

- ¿Dónde está la feliz madre?

- Muerta. Mi joven esposa, murió en el parto, por eso esperé a anunciar esta feliz noticia, para honrar a tan valerosa mujer.

Palabras de enhorabuena y de pésame se cruzaron en la sala, mientras Moria llevaba a su pequeño a la cuna.

- Mi pequeño, quizás nunca sepas que no soy tu nodriza, sino tu madre. No sé, si tu padre, me dejará con vida para verte crecer, pero una cosa si sabré, que tu futuro está asegurado, tanto si sigues siendo rey como si estalla en la revolución. Tu crecerás y te convertirás en un gran hombre.

Cuando estuvo segura de que el pequeño dormía, salió de palacio con el pretexto de comprar hilo para bordar y se dirigió a casa de Ana.

Los rostros llenos de esperanza de los ciudadanos se habían remplazado por rostros amargados y llenos de temor. Llamó a la puerta de madera carcomida por la polilla, y una envejecida Amelia, se la abrió.

- ¿Puedo pasar?

- Adelante.

Entró en la humilde morada de Ana y se encontró a Lydia y a quién buscaba cosiendo.

- He tenido un hijo –dijo sin saber muy bien que decir.

Lydia y Ana levantaron la vista de su labor y la miraron, mientras intentaban descifrar el sentido de sus palabras.

Amelia le dio la enhorabuena y le pidió que se sentase.

- Vengo a pedir protección en caso de que se desencadene o triunfe la revolución.

- Siempre intentaremos que haya las menores víctimas posibles –dijo Ana y volvió a coser.

- No para mí, sino para mi hijo.

- Te vuelvo a decir lo mismo, no podemos garantizar nada – Ana no la miraba mientras decía esto, y temerosa de que no protegiesen a su hijo confesó.

- Me llamo Moria, serví durante muchos años al rey Jorge, yo misma entregué los informes a su majestad.

- ¿Quieres un trato de favor por eso? –preguntó Lydia.

- Por favor, déjame terminar –el rostro de Moria fue surcado por lágrimas -. Cuando Richard dio el golpe de estado, volvió a su casa y estoy más que segura que mató a Clare. Al hacerlo no tendría descendencia por lo que yo pase de criada a amante del rey. Hace tres días he dado a luz a un niño precioso, que quizás un día sea rey, no sé si me matará a mí también, solo quiero que mi hijo esté a salvo.

Lydia se levantó de un salto enfurecida.

- ¡Quieres que protejamos al hijo de ese monstruo! –le chilló.

- No, quiero que protejáis a mi hijo.

Amelia se apiadó de ella y contestó que lo harían. Ana también dio su palabra y convenció a Lydia para que también la imitase.

Cuando se hubo calmado lo suficiente, salió de la casa, compró hilo y regresó a palacio.

Seguramente el lector, esté al borde de los nervios con tanta emoción, así que le recomiendo que haga honor a Kevin Maug y se tomé una tila en su honor.

Más calmados, doy por hecho que el lector recuerda que Richard tuvo una aventura con un guardia real en el capítulo ocho. ¿Lo ha matado?




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