Cuéntame una historia

3.

"Cenicienta no dejó una zapatilla."

 

Capítulo 3.

En las malditas noticias no había nada. Duré toda la noche buscando algún noticiero que este diciendo algo respecto a lo que ocurrió.

Para este punto, tenía los ojos hinchados, la cabeza explotándome del dolor, sueño y fatiga. Me sentía como una madre recién parida.

—Mierda, ¿te enteraste? —caigo ruidosamente en el suelo por culpa de su grito, Noah frunce los labios con desagrado—. Te dije que no te acostaras en el sofá sin bañarte.

—Jodete, Noah —me dejo ahí, tirada como basura, como mierda pisada que pasó a ser regada en el pavimento, la cual intentaron quitar del zapato.

Lamento colocándome boca arriba, mi trasero aplastándose contra el suelo. A pesar de lo incomodo que es, no me muevo para nada. La flojera puede más conmigo.

Aparte de que no dormí buscando algún jodido noticiero, no dormí también porque ojos violetas, alias, desconocido besa desconocidos, no salía de mi mente.

—Mataron a alguien por la discoteca a la que sueles ir —me reincorporo tan rápido, que la cabeza me dio giros internamente.

—¿Qué dices? —investigo levantándome con rapidez. Acercándome a ella.

Afirma tomando mi lugar en el sofá, acostándose tal como lo hago. Con los pies apoyados en el porta brazos y la espalda en donde va el trasero. Su celular alzándolo frente a su cara.

—Lo que escuchaste, asesinaron a alguien por la discoteca que frecuentas. La nota dice lo siguiente: "horrible muerte en los callejones de la tan conocida discoteca otra noche. Se dice que fue un ajuste de cuenta, al parecer encontraron pruebas que pueden dar con la persona culpable de tal tragedia. Hasta aquí la información, la policía no da más detalle".

Pruebas... pruebas...

Maldición.

—¿Pruebas? ¿Qué tipo de pruebas? —la echo a un lado arrebatándole el celular, la oigo quejarse, pero no hago caso—. ¡No dice nada! ¡Ni siquiera a quien mataron!

—¿Por qué te interesa tanto? Y dame mi celular —me lo quita, bufo, ni siquiera dice a quién mataron. ¿Quién da las noticias en estos tiempos?— La droga ya te está haciendo efecto en la vista ¿no?, dice a quién mataron —giro con los ojos abiertos, tiene que ser mentira, yo acabo de leer esa basura, Noah deja de mostrarme el celular con seriedad para luego leer nuevamente—. Samuel Jean ¿Qué clase de nombre es Samuel Jean? —gruñe desconcertada.

Rasco mi cabeza llena de mechones castaños y miel, una rara ligación de colores. Suspiro dejando caer mi espalda en el espaldar del sofá.

Los nervios acaban de aumentar junto con el miedo. Encontraron pruebas, ¿mi celular podría ser uno? Pincho la palma de mis manos con mis uñas mirando a los lados, sintiéndome insegura, mi pierna temblando.

>> ¿Arlene? —la escucho decir, sin embargo, se oye lejos—. ¿Estas bien?

Asiento levantándome, el pecho se me oprime a cada paso lento que doy hacia mi habitación, mi mente traslada miles de escenarios en donde soy arrestada por haber estado ahí esa noche.

Inhala.

¿Y si resulto ser culpable?

Exhala.

¿Y si la persona que sí lo mató aprovecha eso y me incrimina?

Inhala.

No puedo ir a la cárcel, no. Al menos no por algo que no hice. ¡No necesito que alguien me joda la vida, yo puedo hacerlo por mí misma!

—¡Arlene, reacciona! —me grita, no había notado que he dejado de respirar y mi corazón palpita con rapidez.

Un ataque de pánico.

Las lágrimas humedecen mis mejillas, las suaves manos de Noah me acarician la cara mientras sus ojos me miran con inquietud, mis labios curvados hacia abajo en una forma de mueca que mostraba dolor y las cejas fruncidas por igual, como si mi mente no procesara lo que acaba de ocurrir.

—Respira —murmura, asiento abrazándome a ella, sorbiendo mi nariz—. Respira...

Trago saliva duramente, descansando mi mejilla en su hombro y aspirando aquel olor a durazno que tiene. Aquel olor que con solo olfatear en la calle me recordaba a ella, ese olor por el que me cuestiono algunas veces por qué lo tiene.

Yo no llegaría a oler así de bien, aunque me bañara tres veces al día.

Noah da leves caricias a mi espalda mientras lloro en silencio, sin emitir sonido, solo dejando que las lágrimas caigan.

¿Qué haría desde ahora? ¿Cómo enfrentaría esto? Estoy tan asustada, sola.

¿Y si soy culpable y no lo recuerdo? La mente es poderosa, te puede hacer creer algo cuando no es así. Y es protectora.

Nuestro cerebro nos protege de un trauma al hacernos olvidar todos los sucesos que pueden marcar un antes y después en nuestra vida.

¿Y si lo maté, pero mi mente me hizo olvidarlo para protegerme? Debía de buscar una solución, sea o no excesiva.

A grandes males, grandes soluciones. Y esto era un gran mal, un mal que podría costarme quince o vente años de mi libertad.

—¿Qué sucede? —pregunta sin abandonar su preocupación, me aleja de ella solo para mirarme—. Sabes que nada de lo que digas saldrá de aquí.

No hago ningún movimiento, solo cuando la puerta se escucha es que ambas apartamos la mirada de una a la otra cortando la conexión. Yo quedo quieta pegada a la pared mientras Noah se acerca a la puerta y abre, después de unos segundos ella entra acompañada.

—El oficial Garret te busca —presenta, sin dejar de mirarme. Preguntándome con la vista qué ocurre, yo en cambio limpio mis mejillas disimuladamente.

—Arlene, un placer saludarte —sonríe.

—Lamento no decir lo mismo —sonrío hipócrita. Su sonrisa se ensancha y por más que quiero parecer fuerte ante él, flaqueo—. ¿Qué quiere?

—Siempre tan educada, Arlene —usa el sarcasmo, carraspea y se acerca. Mi vista va a su placa que tiene en la camisa. Me tenso—. Debe de acompañarme al departamento de policía.




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