Cuéntame una historia

4.

"Flynn Ryder novato".

 

Capítulo 4.

—Arlene, necesito que sonrías. Espantarás a los clientes —bufo, lanzando de mala manera el trapo con el que limpiaba la barra.

—Me pregunto si vienen a comprarle bebidas o a verme sonreír —gruño entre dientes antes de girar a la persona nombrada mi jefe—. ¿Así o quiere una sonrisa más grande?

Él niega, como si yo fuera una causa pérdida. Y lo soy.

—Arlene —suspira, yo me enderezo al sentir aquel tono de regaño—. Entiendo tu actitud con la vida porque sé por todo lo que has pasado, y sabes más que nadie que agradezco la confianza que tuviste de haberme dicho cuando no confías ni siquiera en ti misma —trago saliva, dándole la espalda.

Tomando como apoyo a la barra, con sus palabras sentí como si me hubiera cruzado un cólico por el vientre. Tan fuerte para hacerme revolcar en el suelo.

Si supiera que lo que le he contado no es ni la mitad de lo que he pasado.

—Y yo le agradezco la paciencia conmigo —finalizo, no obstante, él pareció motivarse para seguir hablando.

Smith, así era su nombre. De apellido Lorence, el viejo conservado que tuvo la humildad o idiotez de confiar en mí y darme la oportunidad de trabajar cuando vine a vivir aquí.

La paga no era tan mala, me servía para algo que fuera más que los cigarrillos.

Agradecía como no tenía idea encontrarme con personas como él en ese momento de mi vida, que pudo darme una oportunidad sin juzgarme.

Él y Noah, la última sin saber la razón por la cual soy como soy, persona que está más que enojada conmigo por no contarle del todo lo que me dijeron en la policía, son las únicas personas que puedo decir que son buenas en su mayoría.

—Pese a todo eso, tengo que decirte que debes superar las cosas y olvidar, perdonar. Cambia de actitud porque mientras sigas así la vida no cambiará para bien, eres una chica hermosa y con miles de virtudes, entre ellas la inteligencia, la cual es difícil de encontrar en estos tiempos. Sácale provecho, cariño —me pone la mano en el hombro, llevo la mirada significativamente ahí. Después de unos segundos la retira, entendiendo, trago el nudo de mí garganta—. Sabes que eres como una hija para mí, jamás te diría algo si no es por tu propio bien.

—Entendido, sonreír más y menos actitud de perra fría y chica fuerte. Comprendo, comandante —hago la seña. Él ríe y yo igual, me despeina tal cual perro y me quejo—. No soy su mascota.

—Si te peinaras podría pensar diferente —grita encerrándose de nuevo en su "oficina".

Exhalo volteando el cuerpo, mi mirada encontrándose con un rostro delgado y demasiado bonito a través del cristal de los estantes en donde se guardan botellas de vinos y demás.

Unas cejas finas, nariz pequeña con la punta de esta ligeramente alzada y redonda. No la saqué de mi madre, ella tiene la nariz respingada, la nariz perfecta. Sin embargo, esa parte de mi rostro no molestaba en absoluto con mis otros rasgos ya que parecen que se acoplan perfectamente para hacerme ver bien.

Arrugo la nariz, sorbiendo por esta. Limpiando una lágrima escurridiza, tirando los risos que no me hice yo sino mi cabello que se enredó solo ahí. Por suerte pude hacerme una cola alta, lo cual odiaba porque mi rostro era más visible.

Trabajar aquí tenía sus puntos negativos, uno de ellos es que debo de maquillarme un poco. Lucir presentable.

Maquillarse es para acentuar más la belleza, sacar a la luz aquellos rasgos que se ven ocultos.

Yo no necesitaba que los míos sobresalieran más, así que con un poco de labial rosado y que no se notara tanto, junto con un poco de máscara para pestañas, tenía suficiente.

No obstante, con todo lo que pasé este fin de semana tan largo, tuve que pedirle a Noah que me pusiera el famoso corrector.

A lo que ella llamó "la mejor amiga de toda mujer u hombre". Aludiendo también aquellos chicos que se maquillan.

Y ella feliz de la vida aceptó, me ha pedido millones de veces que la dejara inventar con mi rostro y yo me negaba. Así que le requiriera eso fue una sorpresa a la cual accedió feliz.

Noah odia las sorpresas.

—¿Qué le sirvo? —digo lo de siempre al escuchar movimiento detrás de mí, limpio mis mejillas rápidamente para girarme hacia el cliente y atenderlo.

Mi rostro al verlo fue más que flojera e enojo.

—Arlene, qué sorpresa.

—Estoy segura de que no es así —debato, tomo un vaso y alzo la vista achinándola—. ¿Me está siguiendo?

Él sonríe burlón. Hago una mueca descansando las palmas en la barra, ahí es donde mis ojos deparan su vestimenta. Solo viste común, unos jeans que le quedan muy bien junto con una camiseta en cuello V color negra, lleva el cabello peinado como siempre pero eso no hacía que se viera menos atractivo.

Mmm, entonces al oficial le gusta vestir de negro.

—No estoy de servicio, como habrás notado.

—Bueno, ¿entonces qué le sirvo al hombre que no trabaja hoy? —decido no indagar más, total, que me sigue no cambiara nada.

Soy inocente.

Él frunce los labios, relamo los míos, sus ojos grises mirándome con sorpresa y curiosidad. Los míos seguramente pidiéndole que se jodan él y todos los de su departamento policial. Y no solo ellos, también el idiota besa desconocidos.

—¿No me preguntará la razón por la que no trabajo hoy?

—No me interesa su jodida vida ni lo que haga con ella con o sin uniforme. ¿Qué quiere que le sirva? —cuestiono nuevamente entre dientes, sintiendo la mirada de Smith en mi cuello.

El oficial Garret hace una mueca con los labios, como si ha encontrado el sentido de la vida.

Sin más, toma asiento delante de mí, la barra es quién se interpone entre nosotros solamente. Golpeo el vaso con poca fuerza en la solidez de la barra para no romperlo, impaciente.




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