Cuéntame una historia

6.

"Como los enanos de Blanca Nieves."

 

Capítulo 06.

A veces sucedía que mi mente se apagaba, por así decirlo.

Que todo a mí alrededor parece pasar a segundo plano, de pronto no escuchaba nada, y de pronto escuchaba todo.

De repente no sentía nada, y de repente sentía de más.

Ocurría que mis pensamientos tomaban un descanso, que se disipan y dejaban de atormentar mi tonta cabeza. También pasaba que no me dejaban respirar un momento porque son tantos que inquietaban.

—Arlene —salgo de mi trance, esos breves segundos en los que quedo en una clase de sueño—. ¿En qué pensabas?

Eso es una pregunta que tiene una respuesta fácil: en todo y nada a la vez.

—Nada. ¿Qué decías? —me acomodo en su sillón, sonriendo falsamente.

Tan falsa que me sale natural.

Garret, porque no me atrevía a llamarlo por su nombre, se sienta a mi lado con un botiquín de primeros auxilios.

—Creo que deberás de quitarte el vestido para ver si tienes algún raspón por ahí —señala, entrecierro los ojos al notar sus mejillas y nariz enrojecer como en esos personajes animados que ve Noah—. Si gustas te presto algo para que te cubras...

Ignoro lo último porque toda mi atención se encontraba en su sonrojo, cosa que me sorprende, e incluso causa cierta ternura. Bajo la cabeza sonriendo distraída, vuelvo a mirarlo. Esta nervioso para comentar algo tan simple como eso, achino los ojos analizándolo.

¿Por qué me mira tanto a los ojos?

—Acabas de recordarme desnuda ¿es así? —para mi sorpresa, sus mejillas se calientan más y en su tono de piel, tan pálida como un papel, es muy notable.

Incluso sus orejas van en ese paquete. Muerdo mi labio ocultando una sonrisa y procedo a quitarme la chaqueta. El gorro lo tiene él ya que me lo quitó cuando me retuvo.

Ojeo la casa mientras me quito la chaqueta, su casa es hogareña, cosa que no esperaba en lo absoluto. Al entrar fueron colores entre marrón y piel, que me recibieron, colores otoñales por así decirlo.

Y los muebles eran de igual color, un gris hermoso con cojines marrones en tonos claros, incluso uno de ellos tiene la figura de una hoja en ella. Era hermoso, me gustaba.

Quedando solo con el vestido de tirantes, los ojos de Garret van a mis clavículas, donde en una de ellas tenía cierta cicatriz que intentaba ocultar siempre.

—¿Qué te paso ahí? —investiga, suspiro recogiendo mi cabello.

Comenzaba a hacer calor, me tenso un poco ante su pregunta y la de mirada tan arrebatadora.

—Era muy inquieta —corto la respuesta, mintiendo.

Mentiría si digo que esa es la respuesta, esa cicatriz es un amargo recuerdo de mi adolescencia, la consecuencia de ser cómo era a esa edad, mordisqueo mi mejilla apartando esos recuerdos.

¿Cómo podía una persona causar tanto dolor e inseguridades en otra?

—Sigues mintiéndome, Arlene —murmura, cruzo los brazos dándole una sonrisa leve.

Intenté amarrarlo y no pude.

—¿Qué te asegura que lo hago? —interrogo interesada.

Es la única persona que parece darse cuenta de que miento o al menos me dice en la cara cuándo lo hago.

Garret alza los brazos, sentándose justo a mi lado. Nuestros cuerpos rozan entre sí, por lo que me tenso un poco.

No obstante, no demuestro tal incomodidad. En sus manos tiene alcohol y algodón, mis ojos van al anillo que tiene en la mano derecha, el de bodas.

Relamo los labios, dirigiendo la mirada a la chimenea frente a mí, frunzo las cejas al percibir una melodía.

Si sabía cuándo miento, significa que sabe que le mentí respecto al chico roba bolsas. El cual había olvidado y seguía sin recordar el nombre de él. Era pésima para recordar nombres, por suerte espero no verlo nunca más en mi vida.

—Ocultas las manos, tus mejillas están un poco sonrojadas, te tocas ligeramente el cuello. Aprendí a leerte un poco —finaliza humedeciendo sus labios.

—Eso o está obsesionado conmigo —bromeo riendo, él sonríe de lado sin dejar de mirarme. Mi sonrisa desvanece hasta formar una pequeña—. No lo juzgaría, soy muy hermosa.

—No estoy obsesionado contigo, Arlene —carcajea, lo imito.

—Es un alivio —junto mis manos, apoyo mi barbilla en estas mirándolo de lado y sonrío levemente—. Lo último que necesito es lidiar con un policía obsesionado.

Él muerde su labio inferior levemente, mis ojos en los de él y por inercia, imito su acción. Segundos pasan en los que nos mantenemos observándonos, la intensidad de la suya abrumándome por momentos, expulso aire apartando la mirada.

—Déjame revisarte —carraspea, asiento deprisa.

Me levanto y me quito el vestido mientras él busca cosas en el botiquín, cuando alza la mirada, unos ojos grises y brillosos me miran con asombro.

—¿Qué? —interpelo, sentándome en su sofá de nuevo, cruzándome de piernas con curiosidad—. ¿Qué es lo que suena?

—Hold Me While You Wait —asiento, no sabiendo cuál es.

—Suena que es una canción triste —respondo, a pesar de que la tiene en volumen bajo, podía escucharla perfectamente.

Garret comienza a curar los raspones de mis piernas. El contacto de sus dedos en mi piel me desconcierta por unos minutos.

—Lo es, ¿nunca las has escuchado? —me mira con curiosidad, me encojo de hombros.

Tomo unos de sus cojines y lo coloco en mi pecho, para taparme dicha zona.

—Creo que las canciones de desamor no van conmigo —comento, él termina.

Se levanta y se coloca a mí lado. A pesar de que probablemente la canción no trate sobre un corazón roto, hay miles de canciones que sí. ¿Quién me dice que esa melodía no pertenece a una canción de desamor?

—Date la vuelta, revisaré tu espalda —pide, le doy la espalda sintiendo un escalofrío en la columna—. ¿Entonces qué va contigo, Arlene?




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