Cuéntame una historia

8.

"Anastasia sin memoria."

 

Capítulo 08.

La música me molesta.

Pero no podía apagarla porque era parte de mi trabajo.

—¿Puedes sonreír un poco? Espantas a los más guapos —bromea Gigi con la bandeja de tragos en la mano.

Alzo el dedo del medio y sonrío.

—Búscate una App si lo que quieres es ligar y a mí déjame en paz —demando con el mismo tono neutro que llevo desde hace días.

Gigi se va no sin antes rodar los ojos fastidiada. Suspiro mirando el lugar, las luces cambiando de colores, personas bailando y embriagándose hasta el culo.

Bufo, a algunos individuos le apasiona su trabajo y lo hacen feliz, otras trabajan por necesidad.

Pertenezco al último grupo, necesitaba dinero para pagarle a Noah ya que le ayudo con el gasto del departamento y lo que conlleva vivir con alguien.

También necesitaba ahorrar para comprar un celular, si bien este no era tan necesario, uno nunca sabe qué puede suceder.

—Hola, linda —alzo la vista—. Sírveme un trago de lo más fuerte que tengas.

Lo habría hecho si no fuera por la chica que sostiene, ni siquiera puedo verle el rostro porque esta aparentemente ebria y se agacha como si vomitara en algún momento.

—Claro —murmuro mirando a la chica, él la ayuda a tomar asiento y lo que sucede después me pone más preocupada.

La chica intenta apoyarse de la barra, pero no lo logra, no miró bien así que cuando quiso poner una mano en esta lo hizo al aire, causando su caída.

—Mierda, Anya —bufa el chico con la voz algo gruesa y despreocupada.

Lo miro desconcertada ya que no parece alarmarse por su estado, doy la vuelta a la barra avisando a una compañera para que se quede en mi lugar y reviso a la chica.

La ayudo a levantarse a dura penas debido a que es pesada.

—¿Te encuentras bien? —era obvio que no, sin embargo, debía de preguntar.

Quería saber si por lo menos sabe dónde se halla.

—Ay, sí. Ella está bien, Anya se embriaga con solo dos tragos. Tranquila —me tenso cuando pone su mano en mi hombro, por lo tanto, no evito mirarle mal.

—Quítame las manos de encimas —advertí, él la retira. Sonrío falsamente—. Gracias.

Vuelvo la atención a la chica, dispuesta a ayudarle si lo que pasaba aquí es lo que pienso. La tomo de la barbilla y noto que la tiene lastimada, seguramente cuando se cayó sucedió eso.

Frunzo las cejas, intranquila por su estado. Ella balbucea algunas cosas, miro sus ojos, lo que confirma mi sospecha.

Estaba drogada.

—Anya —la llamo, sin saber si ese es su nombre o no—. ¿Puedes oírme?

El primer pensamiento que formulé fue no dejarla sola con el idiota ese, trago saliva nerviosa, mirando a los lados sin quitar mis manos de sus hombros, cuidando que no se caiga de nuevo.

Ella se pega a mí, descansando su cabeza en mi pecho, al estar sentada quedaba a esa altura de mi cuerpo.

Acaricio su cabello sintiendo mi cuerpo vibrar de los nervios y sudar, entonces la escucho murmurar algo.

Me adoraban con fervor —miro su cabeza cabizbaja llena de mechones negros, atenta, escuchando la letra—. Como extraño sentir amor...

La cantaba como si la letra fuese para ella, de manera nostálgica y triste, por lo que prontamente sentí su pesar.

Con la voz temblorosa y los ojos llorosos, entreabro la boca.

—¿Quién gozaba al bailar un Vals inmemorial? —sigo la canción, recuerdos abrazándose a mí con la misma fuerza que la chica.

Conozco la canción, es de mi princesa Disney favorita.

Pestañeo alcanzando a que las lágrimas de mis ojos salgan, ¿cómo es posible que una simple desconocida traiga recuerdos que creía olvidados con solo una canción?

Los creía olvidados porque no volví a escuchar esa música jamás, hasta esta noche.

—¿Qué demonios ocurre? —giro la cabeza, Gigi deja el semblante serio para cambiarlo por uno turbado—. ¿Te encuentras bien?

Asiento, carraspeo mirándola. Ella está por dormirse, busco al chico que la acompañaba, pero no lo encuentro por aquí.

—Se fue.

—¿Quién? ¿Y quién es ella? —suspiro, procedo a contarle todo.

—No sé quién es, la chica venía con un sujeto. No obstante, él se fue y la dejó aquí, creo que esta drogada —relamo mis labios, buscando su ayuda con la mirada.

Gigi cierra la boca pasmada por unos largos segundos, luego exhala. 

A pesar de la situación que se presenta, las personas en el bar seguían en lo suyo, la chica flojamente pasa sus manos por mis caderas causándome un poco de incomodidad ante el contacto repentino. 

—¿Qué quieres que haga? —cuestiona, exhalo.

—No podemos dejarla sola.

—Pensaba lo mismo —se acerca, suspira ladeando la cabeza, algo parece traer recuerdos a su mente porque de pronto torció el labio—. Quisiera que fuera mentira que debemos cuidarnos hasta cuando queremos pasar el rato.

Comprendí entonces que no eran recuerdos tristes que acompañaban su rostro desconsolado, era la angustia que lleva presenciar la situación. Y pronto me sentí así, miré la situación con otra perspectiva y fijé la vista en la chica.

En otro momento, ella podría ser yo. Ella podría ser Gigi, podría ser Noah, y podría ser otra chica que salió a divertirse sola.

—Entre nosotras nos cuidamos —intento, sonrío mirándola—. Es nuestro turno de darle una mano a ella —la señalo con la cabeza.

Gigi asiente sonriendo levemente, sin verse motivada del todo.

—¿Qué hacemos? —pienso unos segundos, mordisqueo mi labio sintiendo sus ojos en mí—. Arlene.

—Estoy pensando —gruño algo presionada, miro a la chica nuevamente—. Ayúdame a sacarla del bar.

—Bien —la toma de las manos mientras suelta un resoplido—. Carajo, esta pesada.

—También lo creo —la sostengo de la cintura y comenzamos a caminar hacia la salida.




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