Cuéntame una historia

10.

"La Reina Malvada".

 

Capítulo 10.

Hay una sensación que se da mayormente en personas pesimistas, es una en la cual están tan acostumbrados a esperar lo malo, que cuando algo mínimamente bueno le sucede, no saben qué hacer.

Esa sensación que tienes cuando pasas un mal día, pero ocurre algo bueno que lo mejoró y, aun así, sucede algo peor que te recuerda que no tienes un descanso de la mala suerte.

Que debes de permanecer en ese estado de espera.

Eso esta ocurriendo ahora, estuve feliz porque todo se solucionó con Noah, no estuve ahogándome por unas horas...

No obstante, él estaba parado ahí, dándome la espalda mientras mira hacia afuera por el ventanal, espiando a todos los individuos que pasan por la calle boulevard.

Haciendo ver que algo ha ocurrido con su presencia aquí.

¿Cómo demonios nos encontraron?

—Stan —flaqueo llamándolo, miro alterada su espalda.

Clint se posa a mi lado, con una postura desafiante y desconfiada. Le habría dicho que no necesita intentar defenderme de él sí solo pudiera hablar sin tartamudear. 

Stan gira, su rostro deja de ser curioso a sonriente en unos segundos. Sonrío leve y torpemente.

No lo veía desde hace tiempo.

—Mi niña —abre los brazos, chillo antes de correr y saltar para formar el abrazo—. La extrañé mucho, princesa.

Dice lo último en español.

Aspiro su olor disfrutando un poco el abrazo, siento sus manos acariciar mi espalda de arriba abajo y en su pecho el latir emocionado de su corazón.

Yo también —cierro los ojos, melancólica y nostálgica.

Stan es familia, es un dominicano que trabaja en casa con ella desde hace un tiempo. Desde que tengo memoria ha sido él quien ha estado y me enseñó todo.

Aprendí andar en la bicicleta por él, aprendí español por él, aprendí a cocinar con él, aprendí a leer y escribir con él. Aprendí tantas cosas de ese viajo bailarín que no podría recordarlo todo.

Fue la figura paterna que no tuve, de alguna forma dejó de ser el chofer para volverse mi padre, por así decirlo, tomando un rol que no le pertenecía.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —cuchicheo lagrimeando, sonriendo agitada.

Él coloca sus ojos en mi cabello y suelta un suspiro exagerado, luego me mira a los ojos, igual de afligido que yo. Ladea la cabeza permaneciendo cerca de mí, dirige su mano derecha a mi mejilla y la sostiene, observándome con fijeza.

Con los ojos cristalizados y tristes, procede a limpiar mis mejillas. Esbozo una sonrisa pequeña ante el tacto. De verdad lo extrañé.

—Estas tan cambiada —murmura, ignorando mi pregunta—, tan grande y bonita.

Suelto una risilla.

—Y tú tan viejo y tierno —arrugo sus mejillas, exhalo.

El tiempo de abrazos se acaba, me alejo indicando que tome asiento, ojeo a Clint quien está de brazos cruzados y no disimula en mirarlo con recelo y extrañez.

—Noto que tienes guardaespaldas —bromea indirectamente, sin quitar la vista de Clint—. Cuídala bien si no quieres perder tus huevos.

Gimo de sorpresa caminando hacia Clint, quien abrió la boca dispuesto a responderle. Lo tomo de la muñeca impidiéndole seguir con su plan suicida.

—Clint es un... —me interrumpe él mismo.

—Novio. Soy su novio —sentencia, me tenso y giro la cabeza con los ojos abiertos preguntándole "qué hiciste" entre dientes. Por supuesto, lo ignora y sigue hablando—. Y como he notado que hay un tipo de trato cercano entre ustedes, no tengo inconveniente en decirle quién soy.

Maldita sea.

No sé si golpearlo o matarlo.

Entorno la vista entre ambos con la boca abierta, rasco mi cabeza y relamo mis labios. Stan no deja de mirarlo de arriba abajo, seguramente preguntándose de dónde salió Clint y cuándo pasó eso de novio.

No tenía una idea concisa de lo que pueda decir ahora, no sé cómo reaccionaría ante el hecho de que un chico que no conoce le esta diciendo a la cara que es novio de la chica que cuidó desde niña.

Sería divertido ver a un Stan en modo padre celoso.

—Espero que te muestres así de valiente para decir las palabras necesarias cuando la lastimes de cualquier forma existente, y sabes de sobra que esas palabras no valdrán de nada para que te de tu merecido —lo mira, distinguí el momento en que Clint da dos pasos al frente y con eso Stan se levanta colocando sus manos dentro de su pantalón de vestir.

Luciendo intimidante y confiado.

Respiro profundo.

—Si la lastimo, podrá darme un puñetazo por cada lagrima que derrame —lo sentí, fue una promesa.

Golpeo mi frente negando, acaba de hacer negocios con la muerte. Casi siento lastima por él.

Lo haré en un do' por tre' —le dice, ocasionando que Clint no entienda nada.

Pero yo sí, me aprendí el significado de aquellas frases cuando solía decirla en equis situación. Siempre reía como loca cuando maldecía con sus frases, creyendo que yo no lo escuchaba, cuando era todo lo contrario.

Siempre estuve cerca de él en esa enorme casa, incluso mucho más cerca que mi madre.

—Ok. Ya basta —los separo, bufo volviendo a encaminarme hacia la cocina—. No tengo que preguntarte qué haces aquí, Stan.

Mantengo la mirada en la leche, esperando respuesta de su parte, frunzo los labios mirándolos nuevamente. Ruedo los ojos resoplando, no dejan de matarse con la mirada.

>> ¡Stan! —vuelvo a llamarlo. Deja a Clint en paz, quien suelta el aire retenido y se sienta, había dudado si se mostraba tan valiente o lo era. Ya tengo mi respuesta—. ¿Qué pasa?

Vuelvo la vista a la nevera y tomo el pedazo de pizza, comienzo a comer, preparándome mentalmente para lo que sea que dirá. 

—Su madre solicita su presencia en casa —suelta sin anestesia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.