Cuéntame una historia

II.

Parte dos.

Capitulo 10.

No hay nada que llene el vacío que siento en este momento.

Sé bien lo que sucede, mi cerebro procesaba y daba por sentado la información sobre mi madre, y no hacía más que enviar escenas de ese día tan doloroso para mí.

Solo que ahora lo protagonizaba otra persona igual de importante.

—Tienes que irte —repite, como si la idea pareciera una locura.

O como si escucharla le cayera como un balde de agua fría.

—¿Cuántas veces tengo que repetir la misma mierda, Clint? —gruño, empujando más y más en la mochila.

Ni siquiera tenía una maleta, cuando vine a vivir aquí solo llegué con una mochila vieja y rota por debajo con algunas prendas.

Conseguí empleo y la remplacé, lamentablemente se me jodió la que compré cuando la halé con demasiada fuerza del lazo. Ahora debía de viajar con ella así. Era tan descuidada con mis cosas.

Irónico, a ella le molestaría ver las condiciones de mi mochila y de mi físico justo ahora.

Y es lo que más temo, verla después de tantos años sin saber cómo reaccionará.

Si antes no le agradaba, ahora menos debido a que represento todo lo que no le gusta.

Una chica que cuestiona todo, rebelde e indisciplinada, insegura e impaciente. Descuidada con todo lo que es suyo.

Todas las cualidades que una señorita no debería de tener, su pensamiento, no el mío.

—Tranquilízate un momento, tendrás un ataque de pánico —niego empujando la mochila hacia la cama.

Mi respiración comienza a fallar, como si lo que él acaba de decir fuera un mandato, comienzo a tener el ataque.

Luego de la falta de aliento sucede la desorientación, comienzo a mirar a los lados y todo da vueltas, la voz de Clint intentando calmarme se escucha cada vez más lejana.

En un segundo tropiezo y tengo que afincarme de la puerta del baño, que estaba cerca de mi closet o guardarropa. Siento opresión en el pecho, como si estuvieran poniendo algo con muchos kilos ahí.

Inhalo y exhalo.

"Inhala y exhala. Recuerda, Arlene. Es solo un ataque de pánico, solo eso. Puedes con ello."

Escucho su voz en mi cabeza, niego, lagrimeando, me encojo en mi lugar; conseguí de alguna forma sentarme en el suelo e hiperventilar con más frecuencia.

Comienzo a halar mi camiseta, estaba asfixiándome. Me asfixia y por eso no puedo respirar. Estaba sofocándome, moriré asfixiada.

El sudor cubre mi frente y mis cabellos se pegan a ella, la camiseta parece adherirse a mi espalda y pecho, esta toda húmeda y pegada. La tomo con desesperación entre mis manos queriendo quitármela, me asfixio.

—Arlene, escucha... —lo ignoro.

Mi corazón se acelera, las palpitaciones son tan fuertes y rápidas que temo por mi vida. Moriré asfixiada y de una taquicardia.

—No puedo respirar, Clint. Ayúdame, no puedo respirar y mi corazón late muy rápido —aviso entre sollozos y halones.

Tomo sus manos, él me observa aterrorizado. Como si esto no lo había presenciado antes, miro a otra parte, murmurando y susurrando que no puedo respirar.

Que me asfixio, que me falta el aire.

Siento escalofríos por todo mi cuerpo, mi pecho duele y estoy sofocada. Como si he corrido un jodido maratón.

>> Por Dios, morirá —mi corporación se sacude por culpa del grito, tapo mi boca sorprendida—. Ella morirá por mi culpa. Si no hubiera sido mala hija, si hubiera hecho lo que ella quería, seguiría bien y saludable. Volví a joder todo —hablo con la voz entrecortada.

Las lágrimas rodando una tras otra por mis mejillas, todas cayendo en el mismo lugar que era mi camiseta. Flexiono las piernas y alejo mi cabello con desesperación, los dedos temblándome al igual que mi cuerpo.

Pestañeo varias veces, queriendo limpiar mi campo de visión debido a que todo se encuentra borroso por las lagrimas.

—Rapunzel —me llama.

—¡No soy una maldita princesa, Clint! ¡No tengo una corona, no tengo un trono y no soy perfecta! ¡No soy un carajo...! ¡Soy nada! —le grito al rostro, enfurecida de momento por tanta comparación con personajes tan valientes y perfectos.

Yo no era ni una ni la otra, les temía a muchas cosas y evitaba la mayoría del tiempo la perfección. No era posible ni lógico compararme con tales personajes.

Comienzo a carcajear, sin saber una mierda de cómo sentirme. Muevo la pierna con rapidez, mientras muerdo mi labio.

Me paralizo unos segundos dándome cuenta de algo, ella odia el violeta. Y yo llevaba el cabello de ese color justo ahora.

Me levanto deprisa, entrando al baño y buscando el champú con los ojos. Escucho los pasos de Clint detrás de mí, pero no hago más que ignorarlo.

No lo entendería.

—¿Qué estás haciendo? —tomo el champú de áloe vera.

—Ella odia el color violeta. Tengo que quitármelo —señalo el cabello, lo miro por unos segundos antes de relamer mis labios salados a causa de las lágrimas.

Clint entreabre la boca, dispuesto a decir algo. Levanto el dedo, todavía temblando, inhalo intentando de controlar mis sacudidas corporales.

>> También odia los tatuajes —recuerdo, solía repetirlo muchas veces que veía a alguien con ellos—. Cree que quienes los llevan son delincuentes en potencia. Tengo uno. Tal vez no debería de saber que estoy involucrada en un homicidio ¿sabías eso? —giro la cabeza dejando de leer los nombres del champú, tartamudeaba cada palabra que decía mientras lloraba en silencio, sintiendo algo que no sé qué es—. Ah, claro que sí. Estabas ahí cuando Noah lo gritó a los cuatros vientos y...

Los potes se me caen al suelo por una razón.

Clint me esta besando.

De la misma forma que Gigi, sus labios presionados con los míos. Me remuevo pateando un pote de champú sin querer, por la sorpresa entreabro la boca.




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