Cuéntame una historia

12.

"Beso de amor verdadero."

Capítulo 12.

Era pacifico.

Extrañamente pacifico.

Y se sentía bien, el sonido estaba perfecto, la temperatura igual.

Las olas golpeándose entre ellas, el retumbo que generaba su choque, la arena debajo de mis pies y trasero. La vista, el cielo.

Era perfecto.

Exhalo abrazándome de mis piernas, la playa delante de mí y su lindo color de azul me deban tranquilidad. Siempre he querido ir a una playa que esté completamente vacía, disfrutar de sus aguas yo sola, oír sus choques de olas como si estuvieran peleándose por cual ser más inmensa.

Cuando no importaba ya que podían arrastrarme con ellas de todas formas.

Alguien se sienta a mi lado, permanezco tranquila sin apartar la mirada del frente, una brisa apalea mi rostro y no hago más que sonreír.

La paz se siente tan bien, tan linda.

—¿Dónde has estado? —murmuro sonriente, feliz de verlo.

—Cuidándote desde el más allá —contesta en broma, carcajeo—. Das muchos problemas, Arlene Vásquez.

—La vida es solo problemas, Eliot Blake —giro a verlo, tomándome de valor, apoyo una mejilla en mi rodilla sonriente—, te extraño.

Él suspira, asintiendo.

—Y yo a ti —confiesa optimista, después de segundos deja de sonreír.

Solo queda mirando al frente, admirando la vista.

Duro unos segundos observándolo, verlo de nuevo es gratificante, empezaba a olvidar su rostro, los pequeños detalles en ellos, su sonrisa, sus lunares...

Comenzaba a olvidarlo, sin embargo, seguía ahí.

—¿Por qué estás aquí? ¿Finalmente morí? —husmeo, tomo arena entre mis manos y jugueteo con ella, me encontraba tan serena que no me sentía yo misma.

No obstante, no cambié mi calma. De alguna forma sé que esto es temporal, quisiera sentirme así siempre.

Estar con él siempre. 

—No, no moriste. Y debería de preguntar lo mismo —volteo el rostro, él sonríe—, es tu cabeza, Arlene, me llamaste y yo vine —alza los hombros, como si fuera algo simple.

Guardo silencio unos segundos, pestañeando lentamente mientras proceso lo que dice.

—Eliot, moriste —frunzo las cejas, desconcertada por su actitud tan pacífica.

Y por la mía tan inalterable.

—Lo sé —simplifica, asiento.

—¿Estás aquí porque te extraño tanto que te llamé sin querer? —ríe, como si he dicho la mayor estupidez de la vida.

—Si te soy sincero, no entiendo mucho sobre esto de estar muerto —carraspea, afirmo con la cabeza enterrando mis pies en la arena, es una sensación agradable—, solo sé que las cosas no van bien contigo —me tenso, apretando mi mandíbula—. Si el policía no se interponía ¿qué creías que iba a pasar?

Giro la cabeza, con la boca y los ojos abiertos. ¿Cómo sabía de eso? Eliot esboza una sonrisa apenada, el cabello negro lo tiene desordenado por todas partes y su mirada marrón sigue siendo igual de limpia que cuando estaba vivo, suelto un suspiro inevitablemente.

Siempre me ha parecido guapo.

—¿Cómo sabes eso?

—Creo que al estar muerto puedo ver todo lo que sucede contigo y los que amo —anuncia, relamo mis labios mientras bajo la mirada—. Es como un superpoder.

Bromea, ni puedo seguir su risa porque me encuentro muy ocupada procesando las primeras palabras que dijo.

—¿Tú me amas? —interrogo, alzando la vista.

Con la boca entreabierta y las manos sudadas, de alguna forma. Por Dios, sé que esto no es real por obvias razones, pero se siente como si lo fuera.

Percibo mis ojos picar y mi nariz también. Muerdo mi labio inferior, nerviosa.

—Yo te amo —afirma sin un rastro de mentira—, y me duele que intentes acabar con tu vida, Arlene.

Guardo silencio, perdida entre pensamientos y palabras. No sabía qué decirle, por ende, solo pude comenzar a llorar en silencio.

Olvidaba también lo que se siente hablar con él, era fácil decir todo, soltarlo todo. Eliot tenía ese poder de hacer a las personas hablar, era muy persuasivo.

Pese a eso, lo que más era es confiable. Eliot era confiable, es de esas personas que le cuentas el mayor secreto de tu vida y seguiría guardándolo, sin importar lo que sucede. Es demasiado leal.

—Me dejaste, Eliot —le recuerdo, con lágrimas en los ojos, sorbo por la nariz y relamo mis labios—, debíamos estar juntos, prometimos estar juntos.

—Mi rayo de luz —alzo la vista, con la respiración entrecortada—, algunas promesas no se pueden cumplir, por más que esa persona quiera hacerlo —exhalo angustiada.

Tiene razón, algunas promesas no se pueden cumplir.

Algunas promesas deben romperse porque si no, terminaran rompiendo algo más.

—¿Qué se siente? —limpio mis mejillas, después de unos segundos intentando calmarme busco su mirada—, estar así, ¿qué se siente?

Suelta un suspiro, quedo mirando su vistamente por unos segundos mientras espero su respuesta. Viste de blanco, todo de blanco. Lo cual hace que su color de piel y ojos resalten mucho más.

¿Por qué siempre es blanco? 

—Aliviador, tranquilo. Tanto que me irrita —bufa, inhala profundo antes de seguir hablando—, pero, es solitario. Extraño que escuchemos música hasta alta horas de la noche, que veamos Grey's Anatomy y al final no dormir porque siempre veíamos un episodio más cuando prometíamos que sería el ultimo —carcajeo junto a él, recordando todo como si hubiera sido ayer—. Nunca pudimos terminar la serie —mi sonrisa disminuye, es cierto, nunca pudimos—. Los extraño.




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