Cuéntame una historia

II.

"Parte dos".

 

Capítulo 15.

Llevaba varios minutos viéndolo bailar merengue mientras cocina, sus movimientos con los utensilios que usa junto con sus pasos quedan perfectamente sincronizados.

Unos pasos que pasan de lentos a rápidos en cuestión de segundos, ahogo una risa al notar varios movimientos muy sensuales de su parte.

¿Por qué mejor no dejas de mirarme y vienes a bailar conmigo, eh?  ¿O es que cogiste miedo?  —alzo una ceja ante la última pregunta.

Tomo una posición defensiva, y sin borrar mi sonrisa, comienzo acercarme a él. Quien no deja de mirarme con una sonrisa muy grande en el rostro, sus ojos transmitiendo el carisma que su personalidad no puede ocultar. 

 —¿Miedo a bailar contigo un buen merengue dominicano? Tú ta pasao  —Stan termina por reírse de forma muy escandalosa.

Me acerca a él tomando mi espalda baja, y me obliga a bailar una canción de Juan Luis Guerra. Como el hombre alegre que es, culmina cantando a todo pulmón la canción completa.

 —Tú me prometiste un té de tilo, para yo dormir mi siesta —carcajeo, siguiéndole el ritmo como puedo.

Relamo mis labios al notar que espera que le siga el coro al cantar.

Y me prometiste un cariñito, para yo alegrar la orquesta, vaya usted a ver —susurro lo ultimo como el hombre hace en la canción.

Stan hace una mueca de disgusto.

A ti te llaman pa' aconsejar a alguien y tú hace que se mate —suelto una risotada ante tal comentario, Stan niega fingiendo estar indignado—. No, mija, me diste en el pleito con eso. 

¿Y qué hice? —doy la vuelta mientras la música suena.

Con mi izquierda en su hombro, y la derecha sosteniendo la suya. La mano izquierda de Stan descansa en mi espalda baja que alguna veces suelta dicha zona para tomarme de las manos y así lograr darme la vuelta en su momento, nuestros pies y caderas moviéndose al compas de la música.

Que estemos bailando así solo me recuerda la vez que llegué muy tarde a casa y sedienta, entré a la cocina en busca de liquido y solo me encontré con un Stan molesto escuchando música del mismo hombre que suena justo ahora.

Me dio una charla sobre lo peligroso que es que una señorita ande sola a altas horas de la noche, para luego hacerme algo de comer y dejarme ir a dormir.

 —El pecado más pecadoso que existe, cantar sin vocear —asiente al verme confundida con sus palabras—. Que no cantas con ánimo, coño. 

Hago una expresión de "ah" con la boca, sin dejar de mirarle curioso. Frunzo las cejas mirándolo con intriga.

¿Pecadoso es una palabra? —inquiero luego de unos segundos.

El español me sale natural al hablar con él, tal vez sea porque es con la única persona que puedo hablarlo.

Stan alza los hombros sin interés, terminamos la canción y sin preverlo me veo bailando otra del mismo cantante. Ya sabemos de quién es fan este hombre.

 —Eso a mí me resbala, lo importante aquí es que me cantes como e'—bufo rodando los ojos.

Media hora después tengo dolor de pies y garganta por querer seguirle el juego, ahora estaba sentada en la meseta de la cocina, él de espaldas a mí lavando algunos trastes sucios, los cuales le dije para ayudarle y no quiso.

Tengo algunos minutos jugando con el vaso de jugo, ahora vacío, formulando palabras en mi cabeza para decirle. Alguna que no sea el típico "lo siento".

—Stan —lo llamo.

Hace un sonido con su garganta indicándome que me escucha, pese a eso, remuevo mis piernas visibles gracias a mi falda, de las pocas prendas que pude traer, y la acomodo con nerviosismo.

>> Quería... —carraspeo, muerdo mi labio unos segundos—. Cuéntame de ti —suelto.

El hombre de espaldas a mí se gira un tanto confundido, las cejas fruncidas y los labios en forma de pato. Al igual que su nariz arrugada, como si estuviera oliendo algo no muy grato para su nariz.

¿Qué eh lo que quieres saber? —alzo los hombros, dejándole la elección de elegir lo que quiera contarme—, mira, yo era un palomo de chiquito, sí —suelto una carcajada, él la secunda animando el ambiente—. Yo era brutísimo pa' la escuela, me la pasaba vagueando por ahí y siendo un afanoso por to' lo lao'.  

Asiento, muevo mis piernas de un lado a otro. En mi mente una imagen de un chico moreno, con rizos y ojos cafés llevando el desastre consigo. 

Stan es esa clase de persona que tiene el alma joven, es divertido, alegre. De niña siempre paraba riendo y era gracias a sus ocurrencias e historias.

—Ha de ser interesante tu infancia —su sonrisa se borra, por ende, la mía también—, ¿no?

No quería verme entrometida, pero de la vida personal de Stan no sé nada. Tengo curiosidad, mucha curiosidad. Además, era una forma de ganar tiempo para intentar disculparme con él. Relamo mis labios esperando respuesta de su parte.

Nah, ¿quién dijo? Desde pequeño me vi trabajando, vivía con mi madre, era difícil mantener a tres muchachos, una casa, pagar agua, comida y demás. Decidí dejar la escuela para irme a la calle —alza los hombros, bajo la mirada enternecida con lo que me cuenta. A pesar de decir aquello con simpleza, su tono decaído y expresión me hace saber que no fue fácil—. Ta claro que conseguir trabajo siendo menor era un problema allá, pero aplicando tigueraje logré conseguir uno con el que nos vimos mejorando económicamente —una sonrisa pequeña reapareció en su rostro, paso mis manos por mis muslos observándolo—. Se me dio la vuelta y veme aquí, trabajando en Las Vegas pa' mandarle dinero a mi gente.

Suelto un suspiro, sin siquiera saber qué decirle. 

—La vida no es fácil —farfullo disgustada. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.