Cuéntame una historia

III.

"Parte tres."

 

Capítulo 15.

Entrar de nuevo a esas cuatro paredes que conforman mi antigua habitación, fue como entrar a lo más recóndito de mi memoria y revivir todos mis momentos en ese lugar.

Algunos felices, otros no tanto.

Estaba paralizada, ni siquiera he entrado bien a la habitación. Solo me encontraba apoyada del marco de la puerta observándola, analizándola.

Todo sigue igual, la única que había cambiado era yo.

Me tomo de valor para dar un paso adentro, inhalo; consigo terminar haciendo una mueca por el olor a limpio que se carga el aire aquí.

Las paredes grises tienen algunos grafitis sin sentido de diferentes colores fluorescente, creo recordar que brillan un poco en la noche. Muerdo mi lengua observando el closet a un lado de la puerta del baño, unos centímetros más está el tocador. Ambos de color negro y con algunos rayones de los viejos que son, sorprendentemente sin un rastro de polvo.

Me acerco a ellos, hay unas revistas que no son mías encima, frunzo las cejas tomándolas en manos. Habla sobre moda.

No me gusta la moda.

La dejo en su lugar procediendo a abrir el closet y encontrarme con mis ropas, zapatos, jeans, vestidos y gorras. Fuerzo una sonrisa tomando algunas prendas, la tela sigue igual de suave, la llevo a mi nariz aspirando el olor. Cierro los ojos sintiendo mis ojos aguarse y de a poco unas lágrimas bajar por mis mejillas.

Sorbo mi nariz dejando la prenda en su lugar, con el corazón estrujado, procedo a cerrar la puerta del closet y acercarme al tocador. Ahí habitan varios accesorios que solía usar de adolescente, a pesar de estar como estoy, me gustaban mucho los accesorios, en especial cadenas y pulseras de hilo. Tenía un estilo bastante dark, ahora que lo pienso. 

Vestía de negro, el cabello siempre despeinado, cadenas y pulseras de hilos adornando mi cuello y brazos. Pocas veces usaba vestido, solo cuando el calor era tan insoportable como para andar en jeans.

Recuerdo pasarme el día completo en la piscina cuando llegaba esa temporada de calor, a veces acompañada de Stan. Quién me consentía demasiado. Con él no cambié mi actitud, incluso me volví más apegada. No podía dejar de hablar con la única persona que mantenía contacto en la casa.

Acaricio el material de mis accesorios con las yemas de mis dedos, muerdo mi mejilla exhalando, aguantando mis lágrimas.

Todo seguía igual.

Me siento débil, afectada y abrumada por lo que siento.

Era una rara mezcla de tristeza, melancolía y enojo.

Sollozo apretando en mi mano un collar de color morado con piedras negras.

Miro la cama con extrañeza al verla desarreglada, bueno, tal vez la dejé así antes de irme. Por lo que le resto importancia.

Ojeo la habitación segundos más, para luego fijar la mirada en la puerta al sentir ojos encima de mí.

—¿Qué se siente volver? —carraspeo caminando hacia ella.

—Se siente... como si no fuera mi casa —alzo los hombros fijando la vista en el closet, frunzo los labios.

—Pero lo es —farfulla.

Asiento ignorando su oración, lo es, pero solo de palaras. 

No se siente como casa, desde hace un tiempo dejó de serlo.

Suelto un suspiro.

—¿Y qué tal? Ya conociste a mi madre, ¿aún piensas que fue buena idea venir? —interrogo sentándome en la cama, Noah se adentra a la habitación y comienza a analizarla.

Sus jeans cortos dejando a la vista sus piernas flacas y largas, la blusilla de rayas y colorida junto con sus dos coletas le dan un toque infantil y tierno a su persona. Su piel reluce ante los colores elegidos en su vestimenta, esbozo una sonrisa al mirarla.

La forma de vestimenta dice mucho de una persona, en Noah solo dice una cosa: luz, colores, diversión. 

Era un sol, con su luz tan fuerte y brillante que es imposible no notarla. 

—Tenías un estilo muy... ¿gótico?  —duda, sacándome una risa ante su expresión confusa—, dime que no te pintabas los ojos de negro y de forma exagerada —pide con horror en sus ojos.

Bufo volcando los ojos, me acuesto boca arriba fijando la mirada en el techo. Suelto un suspiro alargado. 

—No lo sé, no me acuerdo de mucho —frunzo las cejas.

La escucho murmurar un "ya" con flojera, escucho sus pasos por toda la habitación y algunas cosas que mueve de su lugar. Me molestaría que moviera las cosas de su lugar, pero, considerando que no uso nada de lo que está aquí y que ya nada es mío, me da igual.

Relamo mis labios, preguntándome si contarle sobre lo que pasó entre Clint y yo... bueno, algunas cosas no hay que mencionarlas. Repiqueteo mis dedos en mi abdomen, jugando con la tela del top deportivo.

>> Noah —la llamo, trago saliva—, follé con tu primo. 

No llega respuesta inmediata de su parte, ni siquiera me atrevo a mirarle, permanezco en mi lugar, con el corazón cabalgando como en una carrera y la respiración en un hilo. Paso mis dedos temblorosos por mis cejas, el miedo paralizando mis pensamientos.

El silencio hace que me plante la idea de que se desmayado con la noticia, trago saliva sintiendo mi respiración formarse forzada y lenta.

—¿Qué? —cierro los ojos ante su tono neutro.

Tomo una larga respiración antes de tragar saliva con pesar, muerdo la esquina de mi labio inferior buscando alguna palabra que decirle que no agrave la situación. 

—Lo siento... —sollozo tapando mi boca—, yo no sé lo...

—¿Te hace feliz? —me levanto con lentitud tomando la posición de sentarme en la cama, paso mis manos por los lados de mi pantalón de hacer ejercicio.

Planeaba correr, recorrer las calles donde solía vivir para, no sé, distraerme y tener una excusa para seguir ignorando a mi madre que no deja de intentar hablar conmigo.

La miro sorprendida, me observa con ansia, anhelo. Noah frunce sus cejas esperando respuesta mientras en sus manos tiene una caja, la cual aprieta con nerviosismo, sus dedos moviéndose en un frenesí inquietante que aumente mi miedo.




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