Cuentos aún más cortos

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Cuando abrí la puerta de mi casa por el incesante sonido del timbre, me di con la sorpresa de que era ella quien estaba esperando. Sin dudarlo por un segundo me abrazó esperando a que le permita ingresar, cosa que hice inmediatamente.

- Siempre te he amado, hoy simplemente no podía soportarlo y decidí venir.

Sus palabras me erizaron la piel y una especie de electricidad recorrió mi espalda. Creo que le dicen felicidad.

- Yo también te amo desde hace mucho tiempo, pero nunca tuve el valor de decírtelo.

Ella me observa a los ojos por un instante y sonríe.

- ¿Puedo quedarme a dormir hoy?

Asiento con la cabeza.

Desnudo sobre mi cama, la sábana me cubre hasta la mitad del pecho. Ella descansa a mi lado, sin ropa, con toda la confianza del mundo sobre mí. No puedo evitar tener el corazón en la boca de la emoción, siempre esperé a que llegara un momento así. Recuerdo las veces que le invité un café y hasta la vez que fuimos a comer un domingo por la tarde, ella siempre se mostró con ese ánimo de mantener distancias para que yo no pensara de más y estancarme como un amigo más. Siempre la acompañaba a tomar el bus al salir del trabajo, a veces hasta la acompañaba a su casa, cosa que ella nunca hizo... tampoco me preguntó la dirección de mi casa o si quiera el bus que tomo para ir a trabajar.

Un salto me despierta del sueño, como si acabara de caer de un gran edificio, solo para darme cuenta de que estoy solo en mi cama... como todas las noches.



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En el texto hay: cuentoscortos

Editado: 23.03.2022

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