Gato.

Un día mi gato comenzó a maullar desde temprano, me levanté y le serví comida y me volví a
acostar. A los minutos maulló más fuerte y largo. Pensé que le podría doler algo, me levanté
nuevamente y este me miró fijamente y maulló otra vez sin que dejara que lo agarrara y se
escondió. Le abrí la puerta de la casa para que saliera, pero saltó de su escondite y me arañó la
cara, con mi mano cubriendo mi rostro maulló de una forma que me erizó la piel. Ese no era mi
gato, jamás se había comportado así, limpié la sangre en mi cara y mano y miré a esa cosa que
se hacía pasar por mi gato. Me quedó observando con sus orejas hacia atrás mientras movía la
cola de lado a lado, estaba muy enojado. De pronto con una voz grave me dijo: Quiero tu alma.
En un acto instintivo de supervivencia lo golpeé y salí corriendo a mi habitación. Esta cosa
gruñó al caer y luego lo sentí correr tras de mí. Con mucha furia sentía que rasguñaba la puerta
y gritaba, ¡Dame tu alma, maldito! No sabía qué hacer, quise pedir ayuda por teléfono, pero
los golpes en la puerta eran cada vez más fuertes y esta no aguantaría mucho más, así que
decidí salir por la ventana, miré hacia abajo y no dudé en saltar.
Caí mal, y mi pierna me dolía mucho, como pude me paré y empecé a cojear en busca de
ayuda, para mi desdicha vivía en una parcela alejado de la sociedad. Mientras huía miraba para
atrás y pude ver que ese monstruo venía tras de mí. Con la velocidad de un gato me alcanzó
rápidamente.
- ¡Dame tu alma, desgraciado! (Mordiendo y rasguñando)
+ ¡Por favor, déjame en paz!
- Cállate y no hagas esto más difícil.
+ ¿Para qué quieres mi alma?
- Me queda la última vida y la muerte ya viene por mí.
+ No te daría mi alma ni, aunque supiera cómo.
- Solo Repite: Dono mi alma al portador del cuerpo que está frente a mí.
+ No diré nada.
- ¡Dilo!
+ Está bien, tú ganas, ¿Cómo era la oración?
- Dono mi alma al portador del cuerpo que está frente a mí.
+ Gracias.
El gato cayó muerto y el dueño ganó una vida.