Cuentos fantásticos de Nuhiom

Lo que habitualmente sueña un habitante de Nuhiom

Yacía yo en mi cama, en una noche lúgubre y calurosa, y el brillo de la luna difundido por el cielo apenas se colaba entre las cortinas, podría haber simplemente cerrado los ojos y respirado profundamente, mientras la oscuridad embargaba mi vista, de no ser… que esa noche, mi mente le daría forma a una pesadilla, jugando y moldeando figuras, que solo en culturas antiquísimas podrían haber sido creíbles. La noche avanzaba y el cansancio me abrazaba con sus cómodos brazos, mientras me ponía a reflexionar sobre la vida misma, a mi mente llegó el pensamiento de la hipocresía, quizás, en cada vida de cada persona, pudiera haber un Judas disfrazado de amigo.

Finalmente cedí al sueño, que a veces me invitaba a aventuras inimaginables, donde grandes monstruos volaban, se arrastraban o nadaban. Me ví entonces aparecida en un angosto pasillo, una oscuridad, comparable con las profundidades marítimas, me rodeaba, a mi alrededor no había sonido alguno, solo el escabroso sonido de mis huesos moviéndose, un ruido húmedo y viscoso, mi sangre fluyendo por mis venas y mis párpados sobando mis ojos, volteé mi mirada hacia algún punto, no importándome la dirección, aún así, me daba escalofríos el sonido de mis huesos chocando entre sí, y el cartílago desgastándose no hacía más que endurecer mis pensamientos. Por fin un sonido se coló haciendo eco entre las paredes, una carcajada arrastrada y socarrona, que venía de detrás de mí, sin pensarlo caminé a paso rápido en dirección contraria, molestada por esa risa tan juguetona y detestable para mis oídos, llegué a una sala igual o más negra que el pasillo. De pronto esas carcajadas se volvieron ladridos furibundos, y pronto, la única luz que podía visualizar fueron dos ojos brillantes como llamaradas de fuego, tan furiosas que si alguien lo mirase quedaría petrificado, lo mismo sentía yo, mirando horrorizada como esos ojos se elevaban a una altura impresionante, y veía realmente que eran gigantes, podría decir, que cada ojo podía ser del tamaño de una mansión estadounidense, aun así, cualquiera otro que lo viere diría que sería más que eso, sus enormes garras podrían aplastarme, una de ellas parecía pesar más que un coche por la forma en que trituraban las rocas que estaban bajo ellas. Oh y esa boca, ¡Esa boca demoníaca que sólo un Poe podría imaginar! Llena de afilados dientes blancos, tan blancos que contradecían el olor nauseabundo que salía de su garganta, gritaba como mil almas en pena, un sonido que me atormentaba de forma horrible, por un momento pareció cerrar los ojos, apagando la única fuente de luz que había en el ambiente, el olor pútrido aumentaba cada vez más, yo no podía moverme, el horror me embargaba hasta el punto de no poder gritar, parecía que me iba a morir de miedo. Y el perro de las pesadillas lúgubres, abrió sus ojos, mostrando su boca que ahora parecía tener ríos de sangre filtrándose por entre sus dientes, ahora más cerca de mí, apenas a unos metros de distancia. Con la boca abierta procedió a engullirme. Así que este es el Judas, el perro, el más fiel amigo del hombre, traicionándolo.



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En el texto hay: ficcion, suspenso y terror

Editado: 05.06.2020

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