Cuentos fantásticos de Nuhiom

Relato de un explorador

Bajo un amanecer me despertaba el líder de búsqueda y rescate que habían enviado al África la semana anterior. Yo como traductor simplemente servía para eso, estar al final de la fila india que formaba el equipo era pan de cada día, y ser tratado medianamente era como respirar el aire mezclado de sangre de la sabana africana, cadáveres a veces eran mis compañeros de sueño, ya que la presencia del hombre y sus rifles espantaban a los licaones que sólo querían hacer su trabajo de limpiadores de putrefactas cosas que ya ni podía descifrar si eran búfalos o topis por la acción del calor y las moscas. Esa mañana era como las otras, un paraje caluroso y seco nos esperaba y teníamos que alimentarnos e hidratarnos para no caer presa de una posible y tenebrosa insolación sofocante, que si no se atendía rápido sería un trofeo más para los leones. Llegado el medio día nos detuvimos a almorzar en un pueblo cercano, ahí un nativo nos narraba sobre el cadáver desaparecido que buscábamos, nos advertía que rechazáramos esa oferta de trabajo, pero la avaricia podía más con el líder y denigró al nativo hospitalario, yo no podía hacer más que darle las gracias en el idioma que compartíamos y seguir a paso rápido a los demás, entrando la tarde nos habíamos acercado bastante a la zona donde supuestamente se habría visto por última vez a un zoólogo y a un criptozoólogo que se adentraron a una zona bastante peculiar. Pues esta zona se caracterizaba por destilar un hedor a muerte insoportable para una nariz inadaptada, les aseguro que esto no era como encontrar cadáveres de gatos o perros por la calle, este era el aroma de la misma muerte enfurecida y plasmada en el ambiente, tanto era así, que la vegetación estaba seca de tanto absorber sangre animal y posiblemente humana. Acampamos la noche ahí. Pero mientras todos estaban dormidos ya, yo todavía miraba inquieto la llanura que separaba la cueva donde habíamos acampado y el horrible campo de sangre, soñando e imaginando el instante en que la llanura desapareciera y estuviéramos a centímetros del supuesto cadáver ya en descomposición de los dos hombres. Había imaginado tanto que por fin había cedido al descanso, dejándome llevar a un paraje helado y sombrío del mismo lugar en que me eché a dormir. Me ví a mí y a mis compañeros caminando sigilosamente hacia la vegetación muerta, la luna estaba en su cenit marcando la media noche, y cuando parecía que no había ni un solo rastro de vida en el paraje, nos relajamos y entramos ruidosamente a buscar a los hombres que estarían allí, pudriéndose en el suelo. Solo nos relajamos un momento cuando pasaban sombras alrededor nuestro como tiburones a un bañista herido, nos percatamos que eran hienas, bueno… Una especie de hienas, muy escuálidas y grandes como caballos, parecían no tener piel ni músculo en sus cabezas, mostrando un limpio y perfecto cráneo. Como si fueran mascotas de la parca, y se abalanzaron contra nosotros mostrando sus fauces abiertas. Desperté asustado, casi gritando, dándome cuenta de que faltaba media hora para la media noche, y sin pensarlo me marché sigilosamente, luego de caminar bajo una luna que parecía sonreír macabramente, finalmente oí el rumor de una matanza lejana.



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En el texto hay: ficcion, suspenso y terror

Editado: 05.06.2020

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