Cuentos para dormir

Un platillo especial

Por última vez utilizo el espejo, froto mis manos nervioso mientras miraba mi reflejo, paso las manos por mi pelo acomodando los cabellos que están fuera de su lugar y recurro al reloj de mi muñeca, tengo media hora para los últimos detalles, salgo de mi habitación y tomo el camino para la sala a observar la mesa decorada con pétalos y vajilla fina. Las velas están apagadas, aun no es momento de encenderlas, la cama esta arreglada, aun no es momento de alborotarla, el horno está esperando pero aun no es momento de cocinar. La botella de champaña ya tiene su lugar en una cubeta con hielos, y los fideos siguen calientes en la olla, todo está listo.

Me siento en el sofá con mi celular en mano para abrir mi galería y la miro con esa lencería blanca, sus largos cabellos negros abrazando sus desnudos hombros y esos ojos verdes claros mirando fijamente a la cámara buscando el ángulo correcto para resaltar su hermosa figura. Debo admitir que todo en ella es hermoso, sin embargo, es una necesidad el resaltar su suave piel bronceada, su trabajado cuerpo con abdomen plano. El imaginar la sensación de sentir su cuerpo bajo de mis manos y tenerla únicamente para mí, esa prohibida y delirante sensación de tomar el cuchillo más grande de la cocina, al mismo tiempo enterrarlo en su pecho hasta que deje de respirar y así poderla saborear de verdad. Dios, aun no llega y ya la estoy imaginando dentro del horno de mi cocina.

Mi mente fantaseaba y mi hambre incrementaba, fue justo ahí cuando escucho el timbre de mi departamento, me levanto del sofá mientras apago mi teléfono y lo guardo en el bolsillo de mi abrigo negro. Abro la puerta y frente a mí la veo, comienzo desde abajo para ver sus tacones de color rojo vino que resaltaban sus delegadas y bronceadas piernas, su vestido ajustado de tela negra permitía admirar sus curvas. Sus ojos verdes delineados y coloreados con sombras miraban a mis ojos y mi mente ya imaginaba mis manos en varias partes de su cuerpo lleno de sangre, saborear cada parte de ella con sal y un poco de pimienta.

-Buenas noches-Su voz era melodiosa y poseía una dulce sonrisa. Me incline hacia ella para darle un beso en la mejilla, pude apreciar el olor que emanaba de su cuello, era una fragancia suave y exquisita. Así es como me gusta.

-Te ves preciosa-La alagaba mientras cerraba la puerta de mi departamento ¿Debería ponerle seguro a la cerradura? Una de mis chicas casi logra escapar, no me debería arriesgar esta noche.

-Gracias, tu también te ves muy guapo- Me guiño un ojo mientras la dirigía a la mesa que organice para este momento-Todo se ve hermoso, Lucas- De mi bolsillo trasero saque un encendedor y prendí las velas cuidadosamente.

-Trate de hacer lo mejor para la mejor de mis citas-Le sonreí y tome asiento en frente suyo- ¿Deseas?- Le enseñe la botella de champaña helada, ella asintió entusiasmada.

-¿La mejor de tus citas? No te lo pregunte con anterioridad, sin embargo, eso responde a mi pregunta que sueles invitar a menudo a varias mujeres ¿verdad?- Le extendí la copa con el líquido amarillento burbujeando.

-Nos conocimos en una aplicación de citas Mishell, creí que no sería un secreto mi larga lista de citas-Alce mi copa y la invite a brindar por la linda noche que nos esperaba, ambos dimos un trago a nuestras copas dejándonos llevar por un mar de plática sin sentido. La cena transcurrió con normalidad,  los fideos con carne me quedaron realmente deliciosos y Mishell no paraba de dar halagos a mi salsa de maracuyá.

-¿Dónde está nieve?-Buscó con la mirada por el suelo con la esperanza de localizar a mi french poodle- ¿Cuántos años dijiste que tenía?, Seis ¿Verdad?

-Te lo estas comiendo justo ahora- Admití sin dejar de ver mi plato, la verdad es que nieve sabía muy bien. Lo extrañare, después de todo fue un gran compañero, pero que se le va a hacer, cuando el paladar exige no hay como frenar el impulso, nieve se veía apetitoso entre más tiempo dejara pasar, mi conciencia duerme tranquilla al saber que no murió sufriendo. Aparte la vista de mi plato de comida y nuevamente se encontraron nuestras miradas, se veía confusa por mis palabras anteriormente mencionadas, a pesar de todo lo que pudo haber pasado por su cabeza ese momento sonrió y paso siguiente soltó una carcajada, de alguna forma me contagio su risa, talvez me parece tierna su inocencia.

-Hablo en serio, Lucas- Yo también lo hago.

-Deje a nieve en casa de mi madre, le gusta pasar tiempo con animales- Si tan solo supiera que quise adornar su plato con los ojos de mi difunta mascota. No se los debe de comer, al menos yo no disfruto de hacerlo, son muy viscosos y desagradables para mi gusto. Recuerdo que un día intente comer los ojos de aquella chica española que vino de intercambio y necesitaba un lugar donde quedarse. Era muy incómodo cuando al tratar de mascar aquella bola viscosa, resbalaba entre mis dientes e iba de un lado al otro saltando dentro de mi boca, por otra parte quedan elegantes en un plato bien realizado.

-Qué pena, quería verlo en persona, me gustaban todas las fotos que mandabas de él - Es irónico y gracioso como hablaba, sin darse cuenta que varios trozos de él estaban humedecidos por la salsa que tanto le gusto, debajo de aquellos fideos que me encargue de cocinarlos a fuego lento con mantequilla y una pisca de pimienta.

-A mí me gustaban las fotos que tú me mandabas-Metí en mi boca el ultimo trozo de perro que había en mi plato para concentrarme en la sonrisa que le genero mi comentario.

-Espero que estemos hablando de la última foto que te mande-Ambos habíamos acabado ya nuestros platos y la botella de champaña estaba más abajo de la mitad.

-Sí, creo que estamos en el mismo canal-Una de sus piernas se paseó por debajo de la mesa hasta encontrar la mía.

Su lenguaje corporal era claro, un deseo lujurioso brillaba en sus ojos y sus manos se notaban inquietas y con ganas de acción, querían recorrer un cuerpo desnudo y caliente.



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En el texto hay: cuentos para dormir

Editado: 15.06.2020

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