El camino a casa se hace más largo mientras más cansado estás, o al menos, ese era el pensamiento que traía un hombre regresando de su trabajo.
Sentía una pesadez sobre sus hombros y su cuerpo más rígido que de costumbre, su ropa estaba sudada y necesitaba desesperadamente descansar. Un día duro de trabajo deja sus huellas.
Algo interrumpió sus cavilaciones, se sintió observado. Lo recorrió un escalofrío. Miró a su alrededor pero no vio nada. Se sacudió como si con ello pudiera quitarse esa sensación.
Al llegar a su casa fue a ducharse. En el baño oscuro, antes de encender la luz, volvió la sensación. Otro escalofrío llegó.
Luego de ducharse y comer se dispuso a descansar. Apagó la luz temeroso y lo que temía sucedió: podía sentir el peso de la mirada de algo o alguien.
Se acostó, pero la sensación no desapareció. Pronto sintió otro escalofrío, lamentablemente, este sería el último que sentiría en su vida.